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Hace unos días, el pasado 9 de septiembre, todas las Carmelitas Samaritanas, sin faltar ninguna, peregrinamos a Covadonga. Teníamos gran ilusión por visitar a la Santina. Allí, en la Santa Cueva, pronuncié unas palabras:

Esta es la primera vez que todas las Carmelitas Samaritanas peregrinamos juntas a un Santuario Mariano a visitar a la Virgen. Y la Providencia ha querido que esa primera visita a un Santuario Mariano haya sido aquí en Covadonga, en la Cueva de Nuestra Señora.

Hoy doy gracias a Dios, a la Virgen de Covadonga, porque desde toda la eternidad pensó este momento aquí, ahora, puestas a los pies de Nuestra Madre, consagrándonos una vez más a Ella y ofreciéndole nuestra vida y lo poco que somos, para que Ella se lo entregue a Jesús. Ella es siempre la mensajera más segura y la que nos va llevar de la mano hacia Jesús. Ella es el modelo, la que nos enseña cómo se ama, cómo se sirve a Jesús, cómo se le entrega la vida, cómo se es la Esclava del Señor.

¡Y esta es Su Casa! Una casa pequeña, pobre… una cueva, desde la cual Ella se asoma a Asturias y al mundo, y mira a los hijos que nos acercamos a su casa, que no es un palacio, sino una cueva. La Virgen, las cosas más grandes que hizo en su vida, las hizo en una cueva. Su Hijo nació en una cueva, le dio la luz al mundo en una cueva que sería similar a esta.

Y tengo el convencimiento profundo de que la Virgen hoy a nosotras, a sus hijas Samaritanas, en esta cueva, en este momento, nos está dando a luz al mundo entero. Nuestra Congregación, nuestra Familia, nuestro Instituto, nace hoy aquí. Ella nos da a luz en esta cueva y nos lanza desde aquí al mundo entero, como hace muchos años -cuando se inició la Reconquista desde aquí- envió al mundo entero a un montón de hombres a que se cumpliera la promesa que hizo en el Pilar de que “en España nunca faltaría la fe de su Hijo”. Y desde aquí la Virgen empezó a dar cumplimiento a esa promesa.

Hermanas: nosotras somos depositarias de otra promesa. Y yo confío en que hoy la Señora, desde aquí, nos lanza, como lanzó a aquellos cristianos de entonces, a reconquistar no solo España, sino el mundo entero para Jesús, para el Corazón de su Hijo, porque “el plan del Señor subsiste por siempre, los proyectos de Su Corazón de edad en edad”. ¡Nada ni nadie, por adversas que sean las cosas, va a hacer que lo que el Señor tenga en su Corazón se frustre! ¡No importa la Cruz! ¡La Cruz es el signo de los que van con Jesús! ¡Si llevamos la Cruz, quiere decir que estamos siendo bendecidas! ¡La Cruz es el regalo más precioso que Dios da a los que Él escoge!

Madre Mía de Covadonga: en tus Manos y en tu Corazón de Madre, pongo a mis hermanas, pongo a nuestro Instituto naciente y pongo a todos los Corazones Samaritanos que están aquí o no están físicamente aquí, pero nos acompañan espiritualmente. Bendícenos, preséntanos a Jesús y, sobre todo, sobre todo… ¡¡llévanos al Cielo!!