Es muy difícil describir lo que supuso para mí cantar ante El Cachorro de Triana. Todavía, cuando lo recuerdo, me estremezco y la emoción me embarga otra vez.

Lo primero que tengo que decir es que jamás, ¡ni soñando!, hubiera pretendido que se me permitiera cantar delante del Cachorro. Y no solamente pude hacerlo, sino que lo pude hacer sin prisa.

uimos muy cariñosamente recibidas por el Hermano Mayor de la Hermandad y otros miembros. Nos enseñaron el hogar del Cachorro y nos enseñaron al Cachorro con calma. Pasamos por detrás de Él y vimos a la Virgen y vimos a San Juan y vimos la espalda del Cachorro, que tiene un imán especial. Pero creo que la espalda del Cachorro merece un post aparte.

Ahora quiero centrarme en lo que supuso poder cantar delante de este Crucifijo impresionantemente bello, de un realismo, de una expresividad tremendos. Lo primero que hay que decir es que ninguna foto le hace justicia. Todas de quedan muy por debajo de la realidad y -por supuesto- ninguna describe la emoción, la ternura y la conmoción interior que se experimenta ante aquel Calvario.

Cantamos. Cantamos en pie, frente a El, como yo me imagino que estuvieron las santas mujeres en el Gólgota, contemplando a El y a su madre a cierta distancia… Cantamos sencillamente con el alma, con el corazón. No cantamos… sino que rezamos con música. Primero cantamos “Crucificado”, una canción que delante de un crucifijo se llena de sentido y de vida. Y después alguien, allí presente, me pidió que cantáramos “Cara a cara”.

¿Cómo explicaros lo que supuso cantar “Cara a cara” delante del Cachorro?…

“Solamente una palabra, solamente una oración, cuando llegue a tu Presencia, oh Señor…”, y yo ya estaba allí en su Presencia… » Y perderme como un niño en tu mirada» De verdad que me sumergí y me perdí en aquella mirada implorante del Cachorro hacia el Cielo.

“No me importa en qué lugar de la mesa me hagas sentar, ni el color de mi corona, si la llego a ganar… ¡Sólo déjame mirarte cara a cara!”… ¿Cómo explicaros lo que supuso cantar esto mirando al Cachorro que, a su vez, no nos miraba a nosotros, sino miraba a Dios Padre intercediendo por la humanidad entera?

“Déjame perderme como un niño en tu Regazo…” -en esos Brazos abiertos del Cachorro– “… ¡y que pase mucho tiempo…! ¡Y que nadie diga nada…! ¡¡Sólo déjame mirarte cara a cara!!”

“Cuando caiga ante tus plantas de rodillas, déjame llorar pegada a tus heridas. ¡Y que pase mucho tiempo…! ¡Y que nadie diga nada, porque estoy viendo al Maestro cara a cara…!” ¿Cómo explicaros el sentimiento de que ese momento único que estábamos viviendo había sido esperado y deseado por Jesús desde toda eternidad?

El azar no existe, la casualidad tampoco.  Yo “he esperado ese momento toda mi vida”, como dice la canción, pero muchísimo más el Cachorro había esperado ese momento de tenernos a sus pies cantándole “Cara a cara”; viéndole, reconociéndole como nuestro Dios, nuestro Amor y nuestro Señor. ¡Él es el que había deseado este momento durante toda mi vida! Desde de que yo empezara a existir esperaba ese momento, ese instante y esa hora en que yo me encontraba ante Él cara a cara. Yo no lo sabía, pero desde toda la eternidad… ¡estaba citada en Triana!

Por eso canté con tanto sentimiento ese “y que pase mucho tiempo, y que nadie me lo impida, porque Tú, Jesús, has esperado este momento toda mi vida”.