Martes de la IV semana de Cuaresma, feria 

• Ez 47, 1-9.12: Ví que manaba agua del lado derecho del templo, y habrá vida dondequiera que llegue la corriente.
• Sal 45: El Señor de los ejércitos está con nosotros, nuestro alcázar es el Dios de Jacob.
• Jn 5, 1-3.5-16: Al momento aquel hombre quedó sano.

Reflexión: Llevamos varios días consecutivos en que la liturgia nos está presentando a Jesús curando a unos y a otros. Realizando signos en que resplandece la bondad y la misericordia de Dios.

De este Evangelio de hoy hay una frase que siempre me ha impresionado muchísimo: “Señor, no tengo a nadie”. Esto es lo que le contesta el paralítico a Jesús cuando le pregunta si quiere quedar sano. ¡¡No tengo a nadie!!

¡Qué terrible realidad! Tantos y tantas que están paralizados por su ignorancia de Dios, que desearían regresar a El y bañarse en la piscina de su Amor y su Misericordia y que solos no pueden ir, y que no tienen a nadie que les ayude a llegar a ese océano de Amor Infinito que es el Corazón de Jesucristo. 

Todos estamos llamados a zambullirnos en esa Agua viva y sanadora que es el amor de Dios y a salir de ahí sanados y fortalecidos para caminar con nuestra camilla a cuestas, pero sobre todo para ir al encuentro de otros y llevarles a esa Agua sanadora: están paralíticos y no pueden ir solos. Que nunca se vuelvan a oir en el mundo esas terribles palabras: “No tengo a nadie”.

Oración: Gracias por la piscina de tu Amor infinito que me cura, me lava y me sana. Gracias por fortalecerme para cargar con la camilla de mi pequeñez y mi pobreza, por haberme enseñado a caminar con ella. Dame generosidad y amor para llevar a otros a la piscina de tu Corazón y zambullirlos allí. Amén.