A menudo oigo cosas que me dejan perpleja… el otro día escuché de refilón una conversación en que una chica le decía a otra que le gustaría tener un novio de esos que están muy volcados en su novia y se ponen celosos, que le parecía “superromántico”… Casi me caigo de espaldas: ¡vaya ocurrencia! ¡los celos no son en absoluto románticos!

Para nada lo son, ni aportan nunca nada positivo en una relación, en el mejor de los casos son una respuesta emocional que sufren muchas personas ante la idea de perder a alguien querido, otras veces se agudizan de tal manera que rayan ya lo patológico, por eso calificarlos de “románticos”… me pareció un horror.

Hay ocasiones en que parten de motivos justificados, como haber sufrido una infidelidad, pero la mayoría de las veces son consecuencia de imaginaciones o fantasías por parte de una de las dos personas implicadas en la relación. No sólo los sufren las parejas enamoradas, también se dan casos de celos entre hermanos, amigos, en el entorno laboral… y siempre, sea cual sea el origen, el resultado es el mismo: una relación tormentosa y destructiva, tanto para quien sufre los celos, como para quien convive con él. Los celos crean una tensión y una sensación de ahogo insoportables, y dan al traste con cualquier manifestación del amor verdadero. El celoso no vive, ni deja vivir, y no ama sino a sí mismo: tiene una visión deformada de la realidad y ve fantasmas y cosas que no existen.

Circula por ahí una idea absurda e irracional de que los celos son románticos -como decía la chica del otro día- y se intentan justificar pensando que son fruto de quien quiere de verdad. ¡No conozco mentira más perversa! Los celos son la antítesis del amor, porque el amor -si es verdadero- jamás manipula, ni utiliza, ni priva de libertad a nadie. El amor de verdad da y se da, respeta siempre y confía siempre. Si no confío en la fidelidad de la persona a la que amo ¿qué tipo de relación es esa? Si no es en la confianza… ¿en qué se basa? ¿cómo puedo vivir en paz si no confío en mis familiares, en mis amigos, en mi novio, en mi esposa?

Por otro lado, el amor auténtico es libre y liberador. Si yo pretendo tener “controlado” y “vigilado” a alguien, no lo estoy amando, porque no estoy respetando su libertad y no estoy confiando en su correspondencia a mi afecto. El amor auténtico es respeto a la libertad del otro, y darme y dar mi afecto y mi confianza a cambio de nada, esperando y deseando ser correspondida, pero nunca exigiéndolo, ni forzándolo. Yo no puedo obligar a nadie a que me ame, no puedo forzar los sentimientos de nadie, ni su voluntad. Si lo fuerzo… ¿qué sentido tiene? ¿de qué me sirve? ¿qué tranquilidad puedo tener en esa relación? En realidad no es una relación recíproca, sino una imposición que no se va a sostener durante mucho tiempo, que está llamada al fracaso: en cuanto deje de forzar y presionar, la otra persona huirá, porque no me ama, sino que se ve obligada, y así es imposible que el amor florezca y eche raíces. En el momento en que violento a alguien y le exijo algo, o doy absorbente y posesiva… estoy siendo muy egoísta y matando de raíz el amor.

Dicho esto… reconduzco la cuestión a lo que quería decir cuando he empezado a escribir: que no seamos tan tontos como para idealizar algo que es una grave dificultad para la convivencia serena y feliz de las personas. Tratemos de ayudar a las personas celosas a salir de sí mismas y a confiar en los demás. Los celos vienen de los recelos. Es fundamental confiar para amar y ser amados.