Templos de Dios Vivo (III)

“Mantendré los ojos abiertos y los oídos atentos a las súplicas que se hagan en este lugar. Elijo y consagro éste templo, para que esté en él mi Nombre eternamente. Mi Corazón y mis Ojos estarán siempre en él.”

Este párrafo del segundo libro de las Crónicas es para mí muy familiar: es el estribillo de la canción del abrazo de la Profesión Solemne de las Carmelitas Samaritanas. La primera vez que reparé enel_chorrito él, fue el día de la Virgen del Pilar de 2005. Y me llamó la atención tan poderosamente que lo escribí en el pasillo de entrada de la Capilla de Valladolid y nunca me ha abandonado ya ese texto. Sobre fue a partir de entonces que empecé a comprender que estamos llamadas a algo más que estar en un templo, sino a ser de verdad un templo, a vivir como tal. Y esto no sólamente las monjas, sino todo bautizado.

¡Todo el texto es bellísimo y es impresionante! Hace alusión a un templo único, especial, a un templo predilecto de Dios: “elijo y consagro éste templo. Hay muchos templos más, pero yo elijo y consagro éste concreto. Y lo elijo y me comprometo a mantener los Ojos abiertos, los Oídos atentos a las súplicas que se hagan en ese lugar, en este lugar especial, predilecto para Mí, que yo he escogido. Y quiero que mi nombre esté en él eternamente.

En la Biblia, cuando se hace referencia al nombre, sobretodo el Nombre de Dios, se está haciendo referencia claramente a la Divinidad, a la Persona de Dios.

“Mi Corazón y mis Ojos estarán siempre en él”. Mi Corazón, porque he escogido este templo, lo he consagrado y quiero que sea mi morada, el lugar de mi reposo, el lugar de mi descanso. El lugar de mi amor, de mi afecto, de mi ternura, es este templo, ese templo que ahora escojo. Y mis Ojos… porque los ojos nos indican la atención, el cuidado, la solicitud de Dios. Ese templo es particularmente amado y particularmente mimado y cuidado por Dios. Y ese Templo somos cada una de nosotros.

La Basílica Santuario Nacional de la Gran Promesa, que tengo presente al escribir estas reflexiones, es un Templo Expiatorio, como sabemos, y también es un Propiciatorio. Cada una de nosotros somos un propiciatorio. ¿Y qué es eso? ¡Qué raro, nunca hemos oído hablar de eso!OLYMPUS DIGITAL CAMERA

Un propiciatorio es un lugar –desde el Antiguo Testamento es así- en que Dios se muestra más favorable. Puede ser un lugar, puede ser un monte, o puede ser un Templo. Normalmente cuando hablamos de un propiciatorio, hablamos de un templo; pero en el Antiguo Testamento había lugares especiales: el Sinaí, donde Dios entrega la Ley, es un propiciatorio; y Moisés, cuando se retiraba a hablar con Dios cara a cara, se retiraba a un lugar propicio. De ahí viene la palabra propiciatorio.

No es una ocurrencia mía, cuando digo que en cada una de las hermanas (lo digo refiriéndome a las monjas y a los consagrados pero sirve para cualquier bautizado), Él ha hecho un propiciatorio. En cada una de nosotras, sus templos elegidos, Dios se muestra más propicio para atender nuestras súplicas, nuestras oraciones, para escucharnos, para derramar su gracia. Y el pueblo de Dios lo sabe o lo intuye, y por eso vienen pidiendo nuestra oración, pidiendo nuestra intercesión.

Sabemos que, todo lo que hagamos –nuestros sacrificios, nuestras oraciones, nuestras ofrendas, las pequeñas cosas que ofrezcamos a Dios- tienen un valor especial, tienen más valor que en ningún otro templo. Y lo sabe el pueblo de Dios y lo sabe la Iglesia. Y, por eso, confían en nuestra mediación, en nuestra oración, en la ofrenda que hacemos de nosotras mismas a Dios. No podemos fallar, bajar la guardia, cansarnos. No es una idea bonita que se me ha ocurrido. ¡Es la realidad! Cuando Dios elige un templo es para volcarse en él, para que su Presencia resplandezca más que en el resto del mundo.

Dios está en todas partes… ¡Cierto! En toda la Creación… ¡Es verdad! En cualquier lugar podemos entrar en contacto con Dios… ¡es vedad! Pero hay determinados templos en que Él se ha manifestado, por pura gracia, por puro don, por capricho de Él, lugares especiales… Y eso es incontestable, nadie lo duda: que aunque está en todas partes y puede actuar en cualquier lugar, se complace en derramar su gracia de una manera más espléndida, por decirlo de alguna manera, en determinados templos.

Y entre los templos vivos… también hay templos elegidos, templos de su predilección. Templos desde los que las oraciones, las ofrendas, los sacrificios, las alabanzas que se elevan a Dios, resuenan con más fuerza; porque son los templos en que su Corazón descansa, se deleita y se complace.

¡Estos templos somos nosotros! Tenemos que ser muy conscientes de ello, vivirlo con mucha sencillez, cnardoon mucha humildad, porque es un don: somos unas chozas pequeñas y pobres que Él ha  convertido por pura gracia y por su amor, en un templo bellísimo y esplendoroso, sólido, resplandeciente… Pero no soy yo, ¡es Él!, es su gracia la que me embellece, la que me dignifica, la que me hace un edificio grande, bellísimo, lleno de luz y de belleza; porque yo, por mi misma, no soy más que las cuatro pajas que forman una choza. Pero por un misterio de predilección insondable, Él se ha enamorado de esas pajas, de esa choza, ha venido vivir en ella y la ha transformado en un templo bellísimo.

¡¡Gracias, Dios mío, por haber mirado con tanta ternura mi barro y haberte enamorado de él!! ¡Gracias por haberme escogido para ser tu templo y por utilizarme como lugar de convocatoria para que mis hermanos los hombres se encuentren Contigo!

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