La obediencia supuso un sacrifico permanente que ofrecía para asemejarse a Cristo. Ella lo vivía de esa manera el deseo de configurarse con Cristo, de asemejarse a Cristo. Jesús le había hecho saber que no se trataba de obedecer por obedecer sino de estar determinada a amar como amaba Él, ¿no?, y a padecer como padeció Él. El hacer la voluntad de otro, aunque sea Dios este Otro, aunque sea la Voluntad de Dios, nunca agrada a nuestra naturaleza. Naturalmente queremos hacer nuestra voluntad, lo que yo quiero, lo que a mí -hablando claro y bien- me apetece, me parece bien o me da la gana, ¿no? Esto es la tendencia natural de todo ser humano: salir con mi idea, con mi criterio, con lo que yo quiero. Y es costoso para todos renunciar a ese propio gusto, a ese propio deseo, a ese propio criterio… eso es perfectamente normal a la condición humana. Hace falta una fuerza mayor que es la de Dios, que es la del Espíritu Santo, que es la de la Consagración, la de la vocación para renunciar a esa propia voluntad, a ese propio criterio.
Santa Teresa escribió muchas veces… -bueno: siempre- sobre todo sus obras mayores, por obediencia y ella califica la obediencia de “recia obediencia” porque cuando escribe las Moradas, en las Moradas Terceras en el capítulo 1, en el número 3, dice que “es recia cosa escribir para quienes la pueden enseñar a ella”. O sea, ¿qué os voy a enseñar yo si todos sabéis más que yo? Ella no decía por falsa humildad, es que estaba convencida de que era así.
De suerte que aunque escribir… porque ya estaba la pobre regular de salud, mediana, tirando a mal siempre ¿no?, siempre estaba bastante averiada de cosas… Y ella dice que – aunque que le cansen y acreciente el dolor de cabeza- se pone a escribir las Moradas porque se lo han ordenado; lo dice en el Prólogo.
El Prólogo de las Moradas es una perla. Ya hacía mucho que no lo leía y he vuelto a leerlo estos días y es que es… pues ella está ahí con su lógica, con su gracia, con decir que qué cosas se les ocurren a los que la mandan… pero bueno, que ella obedece. Y luego dice una de las cosas que más me gustan a mí. El Prólogo de las Moradas es muy cortito pero es muy enjundioso, es muy sabroso, dice: “Díjome quien me mandó escribir que, como estas monjas de estos monasterios de Nuestra Señora del Carmen tienen necesidad de que en algunas dudas de oración las declare, y que le parecía que mijor se entiende el lenguaje unas mujeres de otras –anda que también el que contó esta milonga para que escribiera– y con el amor que me tienen les haría más al caso que yo les dijese tiene entendido por esta causa será de alguna importancia si acierto decir alguna cosa y por esto iré hablando con ellas en lo que escribiré.”
Efectivamente, durante las Moradas de repente dice “hijas, esto”, “mirad, hijas, no sé qué…” porque a ella le han dicho que lo escriba para las monjas. En el fondo, ella sabe que no -porque de tonta no tiene un pelo– que no era para las monjas, pero como le han dicho que escriba para las monjas pues ella se lo escribe para las monjas.
Y entonces, en el número 4, dice una de las cosas más bonitas que va perfectamente en relación con lo que os acabo de decir y que yo también lo hago propio y también lo digo y lo repito: “Si alguna cosa dijere que no vaya conforme a lo que tiene la Santa Iglesia Católica Romana será por ignorancia y no por malicia. Esto se puede tener por cierto que siempre estoy y estaré sujeta por bondad de Dios y lo he estado a ella. Sea por siempre bendito, amén, y glorificado.”
Ella dice la verdad de lo que es ¿no?, que ante todo lo que diga la Iglesia, que ella escribió por la han mandado y, si en algo mete la pata… es porque no sabe y nada más. Pero que lo que diga la Iglesia y no hay más.
Y a ella le parece imposible en algunos momentos y hasta se siente angustiada por negocios, cartas, ocupaciones forzosas mandadas por los Superiores, tener que ponerse a escribir el Libro de las Fundaciones -que esa fue otra, cuando terminó las Moradas, ¡hala, seguimos!– Y cuando le parecía no poder sufrir el trabajo por su decaimiento y por lo cansada que estaba, el Señor le hace ver -lo dice en el Prólogo de Fundaciones en el número 2- que “la obediencia da fuerzas”. Y ella lo experimentó así. “La obediencia da fuerzas” para hacer aquello que nos parece imposible que vayamos hacer.
Estaba firmemente convencida de lo que escribe ella en el principio del Libro de las Fundaciones: “Por experiencia he visto, dejando lo que en muchas partes he leído, el gran bien que es para un alma no salir de la obediencia”. No lo puede decir mejor ni más claro. “Es gran bien para el alma no salir de la obediencia” (Fundaciones, Prólogo). Importante aprenderlo de memoria.
Importa ahora entrar en contacto con ella, con la Santa, con su estilo de obedecer… para preguntarle cuáles son los elementos esenciales y siempre válidos en materia de obediencia, los que siempre permanecen aunque los tiempos cambien. Porque esta es otra de las historias que dice la gente: “Es que los tiempos han cambiado y ya no se puede obedecer como antes”. Y dices… efectivamente, si a mí me mandan que vaya a Madrid en burro, no voy a obedecer… pues primero porque no tengo burro y segundo porque sería un poco complicado. Pero si me mandan a Madrid, tendré que ir a Madrid, hace cuatro siglos en burro, pues ahora en coche o en tren… Pero la obediencia es la obediencia y no vale decir “es que los tiempos han cambiado”. ¡¡No!! Habrá que modificar los modos de obedecer en cuanto a cosas externas, accidentales, pero la obediencia es la obediencia y no cambia.
La obediencia siempre será la obediencia, como la castidad siempre será la castidad y la pobreza será la pobreza, aunque los tiempos cambien. Ahora no tenemos que renunciar a los ducados ni a los maravedíes, ahora renunciamos a los euros y hace cincuenta años a las pesetas. Pero en definitiva, renunciar es renunciar y la pobreza es la pobreza.
Hay muchas cosas que no cambian: la esencia de la pobreza, la esencia de la obediencia, la esencia de la castidad… ¡no cambian aunque los tiempos cambien, la cultura se modifique y el modo de pensar sobre ciertos valores humanos y espirituales también hayan cambiado! Y la obediencia no cambia porque la obediencia es de Cristo, Cristo fue obediente y Él no cambia, Él es inmutable.
La obediencia para Santa Teresa se apoya, se fundamenta, en tres columnas, en tres pilares fundamentales. Es como una especie de trípode donde va asentada la obediencia teresiana que son: la adhesión plena –y lo que quiere decir plena es siempre y todo y en todo momento– a la Voluntad de Dios; realizar la obediencia de Cristo, no la de otro, no sirve tomar a otro de modelo; y ver la Voluntad de Dios en las mediaciones humanas. ¡Esto es importante!
Obediencia, e aquí el kit de la cuestión.Qué poco nos gusta y cuánto nos cuesta! Parecemos
» ceporros» !
Gracias Madre Olga por sus reflexiones,siempre clarividentes y acordes con los temas que nos propone.Pedazo de mujer Sta. Teresa, a ver si se nos pega algo de ella y de su ejemplo de vida.
Descubrí la Obediencia hace años, con la Dirección espiritual y me da una gran Alegría siempre, aunque me cueste en ocasiones. Gracias Madre, por hablar de ella; no es muy valorada en estos tiempos…
Es un voto que cuesta muchísimo ,ya lo decía el maestro,yo soy una mujer de 50 años,que ha los 24 se me fue diagnosticada Esclerosis Múltiple, amputandome todos mis sueños y mis planes para el futuro.y mi ilusión tremendìsima de hacerme su esposa aparte de todo esto también yo le dije de que mes esperar para acabar las dos carreras que estaba estudiando en el conservatorio profesional de el Liceo de Brcelona,Jesús me dijo una vez no me preguntes por que es que yo ha veces siento en mi interior no para que,puesto que estoy como quiera y cuando quieras ,enferma de Esclerosis Múltiple ,yo le dije ha Jesús lo que quieras pero se lo tomo muy enserio muy triste pués Jesús me dejo un poquito olvidada como al barquito de santa Teresita