Otra característica de la comunidad teresiana: la necesidad ineludible de amarse. Santa Teresa puede tolerar fallos en otras cosas, pero para ella es incomprensible e impensable vivir juntos sin amarse, no lo entiende. Es difícil de entender ¿eh? Otra cosa es que a veces eso se daba y, desgraciadamente, se sigue dando hoy día en la Vida Religiosa, en la Vida Consagrada, pero Teresa no lo entiende.
La Santa afirma rotundamente que no hay mayor desgracia para la comunidad que la ruptura del amor: “…es como echar de casa al Señor” (Camino 7). Por el contrario, la pequeña comunidad ha de ser como una familia y cita este texto precioso y tan conocido: “en esa casa todas han de ser amigas, todas se han de amar, todas se han de querer, todas se han de ayudar…” (Camino 4, 7) Ese “todas” que ella repite con tanta insistencia significa todas, sin excluir a nadie. Porque cuando alguien no está bien insertado en ese “todas” y no está en la comunión de la comunidad y va a ser siempre un hueso dislocado, algo que no va bien.
Leyendo el Camino de Perfección de los capítulos de 4 al 7 principalmente, es evidente la conclusión de que hay que educarse en el amor. Ella quiere educarnos en el amor. Es de absoluta necesidad para el equilibrio personal y comunitario, educar para un amor puro y oblativo, universal y sin exclusivismos –nos lo dice en Camino 4, 5- y en 1 Moradas 2 dice: “Lo que aquí pretende el demonio no es poco: que es enfriar la caridad y el amor de unas con otras que sería gran daño. Entendamos, hijas mías, que la perfección verdadera es amor de Dios y del prójimo y mientras con más perfección guardásemos estos dos mandamientos, más seremos perfectas.” Es evidente: la verdadera perfección la verdadera santidad está en el amor de Dios y al prójimo.
También ella quiere que entendamos el amor como don y tarea. En las Moradas Quintas 3, 9 nos lo dice: “Impórtanos mucho andar con gran advertencia cómo andamos en esto, que si es con mucha perfección todo lo tenemos hecho. Porque creo yo que, según es malo nuestro natural, si no es naciendo de raíz del amor de Dios, no llegaremos a tener con perfección en el prójimo”. El amor es un don pero también es una tarea. Lo que no es, desde luego, es un sentimiento. El sentimiento se llama afecto, que a veces ayuda y a veces entorpece; pero el amor es el don de sí, la oblación de uno mismo. Y aunque es un don la gracia para poder realizar esta oblación de sí mismo, también es una tarea, porque a esa gracia hay que corresponder: hay que trabajar. Tiene que ser un acto de mi voluntad -que no tiene nada que ver con mis sentimientos- mi entrega a la comunidad, mi entrega a las hermanas.
También nos habla la Santa como cosa muy importante en la comunidad -¡esto es muy importante!- y a veces se descuida mucho en las comunidades y da lugar a verdaderas rupturas, a verdaderas grietas: el educarnos en el perdón y en la misericordia. En Camino 36, 7 hay una cita muy interesante. Dice: “Mas ¡qué estimado debe ser ese amarnos unos a otros del Señor! Pues pudiera el Buen Jesús ponerle delante obras y decir: perdonadnos, Señor, porque hacemos mucha penitencia, u porque rezamos mucho y ayunamos y lo hemos dejado todo por Vos, y os amamos mucho; y no dijo ‘porque perderíamos la vida por Vos’ y -como digo- otras cosas que pudiera decir, sino solo ‘porque perdonamos’. Por ventura, como nos conoce tan amigos de esta negra honra y como cosa más dificultosa de alcanzar de nosotros y más agradable a Su Padre, la dijo, y se la ofrece de nuestra parte” (Camino 36, 7).
Efectivamente, el perdón es una de las manifestaciones supremas del amor y del amor fraterno, nos lo acaba de decir la Santa. Y muchas veces los males no llegan a las comunidades porque haya roces, porque haya dificultades, encontronazos, desacuerdos… Eso es humano, de eso no hay que extrañarse, eso es normal. Hay empatías, hay antipatías, hay afinidades, hay divergencias… Eso es todo perfectamente normal porque es perfectamente humano y quienes estamos en la Vida Religiosa no olvidemos que somos humanos, que no hemos venido de Marte.
El problema no es este. El problema es no ser capaces de superar esas diferencias, que el amor no sea más fuerte que las diferencias. Y que dejemos pasar tiempo sin pedir perdón.
-“Da lo mismo”.
-¡¡No da lo mismo!!
-“Bueno, pero ella me perdona.”
-¡No, no! ¡¡Pide perdón!! Pide perdón y reconoce que has hecho daño, que has hecho algo mal, lo que sea… ¡Pedid perdón!
“Que nunca se ponga el sol sobre vuestro enojo”, dice el Apóstol (Ef 4, 26-27) Y muchas veces, en muchas comunidades, entre hermanos y hermanas, el sol se pone sobre el enojo no un día, sino un mes, un año… Hasta el punto de ser personas que están en un mismo Instituto Religioso, pero siempre en comunidades separadas porque son incompatibles… Eso es un dolor para el Corazón del Señor y desde luego un antitestimonio. “Que sean completamente uno para que el mundo pueda creer” (Jn 17, 21) y eso muchas veces no se vive así y Santa Teresa nos lo dice: que hay que educar los miembros de la comunidad en el perdón y en la misericordia.
🔥♥️🌷
Sí, difícil tarea pero muy necesaria