Otro rasgo de la comunidad teresiana: haber sido convocadas para una misión en la Iglesia.  No estamos aquí haciendo bulto. ¡No! ¡estamos para algo muy concreto! Santa Teresa describe su comunidad como “un castillito de buenos cristianos” (C 3, 2) y así lo transmite a sus hijas. La comunidad no está reunida solo para su propia santificación, sino para vivir por la Iglesia y por la humanidad y para servir: para estar en combate por medio de la intercesión (Cf. Ex 17, 8-16; Rm 15, 30; Cl 4, 12). “Éste es nuestro llamamiento”, lo dice al principio del Camino (C 1, 5).

Esta es una visión que toma tintes de urgencia ante las noticias que le llegan sobre el desgarro de la Iglesia y el alcance de la Reforma Protestante y lanza ese grito: “Estáse ardiendo el mundo” (C 1, 5) ¿Qué hacer? Pues ella habla de “eso poquito”. Y “eso poquito” ¿en qué consiste?  Pues “eso poquito” consiste en vivir una fidelidad evangélica y “que todas ocupadas en oración por los defensores de la Iglesia y predicadores y letrados, ayudásemos en lo que pudiésemos” (C 1, 2).

Esta toma de conciencia de ser parte de la Iglesia –importantísima es esa toma de conciencia que está muy perdida y muy diluida en la Vida Consagrada– implica directamente a las Comunidades Teresianas en la evangelización. ¡No somos parásitos de la sociedad ni de la Iglesia! Somos evangelizadoras activas de la Iglesia, de una manera misteriosa pero real, como de una manera misteriosa pero real Jesucristo en el sagrario actúa y cuida a Su Iglesia, intercede por Su Iglesia, y es el mejor e indiscutible Evangelizador. Y no hace nada, pero ¡es!, ¡vive!, ¡se entrega!

Y evangelizar no es hacer cosas, ni decir cosas, ni escribir cosas. ¡Evangelizar es vivir el Evangelio en toda su pureza, en toda su belleza, en toda su integridad! Cuanto más vivo yo el Evangelio más testigo estoy siendo de Jesucristo y más estoy evangelizando, porque el Evangelio solamente sirve para algo si realmente lo hacemos vida, si no se quedaría en una letra muerta… El Evangelio hay que hacerlo real, vivo, tangible, verdadero, que se pueda palpar.

El Evangelio no es un libro, el Evangelio no son unas palabras escritas. ¡El Evangelio es la Buena Noticia del Amor de Jesucristo! Y nosotros tenemos que hacer que esa Buena Noticia llegue al mundo entero, sea de verdad vida, no solo palabras.

Entonces en la medida en que yo vivo el Evangelio y yo soy evangelizada, tengo noticia en mi vida de ese Amor de Dios, yo hago llegar ese Amor, esa Buena Noticia al resto del mundo, si no… -¡no soñéis!- ningún apostolado sirve para nada, ninguna predicación sirve para nada y todo es hueco y vacío si yo no soy portadora de la Buena Noticia del Amor de Dios en mi vida, testimonio vivo de ese Amor de Dios.

Que, de verdad, quien me vea a mí entienda que vivo feliz porque he recibido una gran noticia, que es que soy amada por Dios en Jesucristo con un Corazón de Hombre y vivo salvada, vivo redimida. Y ese Amor y esa Noticia… ¡transforman mi vida!, ¡dan sentido a mi vida!, y ¡la hacen diferente y eso es contagioso! Luego tendré que expresarlo de unas maneras u otras, con unos medios o con otros; pero evangelizar es ser portador uno en su propia carne de la Buena Noticia del Evangelio. Solamente así se puede evangelizar. Todo lo demás puede ser bueno y noble pero si no va desde una experiencia vital está vacío, es vano.