El estilo de vida

El estilo de vida no nace espontáneamente del cumplimiento de lo establecido. Yo puedo cumplir perfecta y puntualmente cada punto de mis Constituciones, pero eso no se da lugar a un estilo de vida, ¡eso da lugar a un desfile militar! Muy bonito, todo el mundo hace lo que hay que hacer y al momento –¡ojalá, ojala! ¡Ojalá lo hiciéramos, ¿eh?!– pero quedaría todo muy bien coordinado, todo a la misma hora, todo al mismo tiempo, todo perfecto… pero eso no da lugar a un estilo de vida.

ElIMG-20190914-WA0182.jpg estilo de vida nace cuando se descubre el espíritu que se pretende vivir con esas normas. Entonces las normas se convierten en una ayuda para vivir ese espíritu; si no son un yugo, una cosa que al final te cansa y te desgasta, pero por otro lado no podemos prescindir de ellas porque son necesarias. Esto es como el Código de Circulación… El Código de Circulación en sí, ¡es un rollo! Pero es un “rollo” necesario e imprescindible. A mí el Código de Circulación me ayuda, porque me permite llegar adonde quiero ir; es el medio del que me sirvo para llegar bien adonde yo quiero llegar. Porque si me lanzo a la carretera prescindiendo del Código de Circulación, no llego ni de aquí a doscientos metros. Si respeto las normas de circulación, éstas me ayudan a llegar al término de mi viaje, adonde quiero ir; y si no las respeto, el caos circulatorio sería total y… nadie llegaría a ningún sitio. Bien: pues las normas de la Vida Consagrada ayudan al estilo de vida, dan lugar al estilo de vida, cuando yo comprendo bien adonde quiero llegar, cuál es la meta, cuál es el espíritu que quiero vivir. Pero tengamos claro que lo que importa es el destino del viaje; no podemos quedarnos solo en cumplir las normas del código.

Entender el espíritu del propio Instituto, de la propia Congregación, de la propia Orden, puede requerir mucho tiempo. Eso nos lo dice la Santa Madre en el Libro de las Fundaciones capítulo 18, en el número 8; aunque ella nunca dispensa las monjas de autoeducarse, de adiestrarse, de ser fieles a la forma de vida establecida. Al principio empezaremos a vivir estas normas y nos costará llegar al espíritu, porque vivir la consagración no es un proceso automático. Tú empiezas a vivir y ya… ¡pumm! al día siguiente ya tienes clarísimo el espíritu… ¡No! Pero ella dice que aunque al principio no se ahonda en el espíritu -porque no se puede y porque requiere tiempo asimilar el espíritu- nunca nos dispensemos de obedecer esas normas, porque esas normas también te van a ayudar a llegar al espíritu si tú las vives con esa intención. O sea: las normas te llevan al espíritu y el espíritu te lleva a las normas cuando obras con esa rectitud. No vale decir: “Como todavía no tengo el espíritu, las normas que las cumpla… quien sea” ¡Pues no! Eso no vale. Ya las voy cumpliendo, porque ese cumplimiento va a traer hacia mí el espíritu. El cumplimiento de esas normas me va ayudar a asimilar el espíritu, me predispone a asimilar el espíritu.

Decíamos que Santa Teresa amaba intensamente a la Regla y las Constituciones y se lo expresaba muchas veces a las monjas e insistía en ello. Pero el que las amara y tratara de vivirlas y hacerlas vivir, nunca significó que las sacralizara, nunca IMG-20190914-WA0130.jpglas convirtió en un fin. Era consciente de que eran el medio para expresar el estilo y el modo en que Dios quería que sus hijas viviéramos la consagración, el modo concreto. Pero nunca las sacraliza, nunca las convierte en un Dios.

Ella es consciente de que la riqueza que imprime el Espíritu Santo en los fundadores no puede encerrarse en unas normas, ¡nunca! Hay que darle forma, pero nunca se encierra en unas normas, ni es tampoco producto de ningún pensamiento humano. Es algo que da el Espíritu Santo.

Por eso no se puede -esto es muy importante– llamar, calificar de Vida Religiosa sin más, al hecho de cumplir unas normas. Eso lo hace en la Policía los que se alistan en el Cuerpo de Policía, lo hacen los soldados en el Ejército, y se hace en cualquier empresa en la que te contratan y te comprometes a cumplir unas normas. Pues bien: el hecho de cumplir -aunque sea con la mayor precisión- unas normas no es Vida Religiosa, no es solamente eso. No podemos decir: “Esta persona ya es religiosa porque lleva hábito y cumple la Regla y las Constituciones.” ¡No! La religiosa lleva hábito, cumple las Constituciones, pero… ¿vive el espíritu? porque si no… no es religiosa. Y esto es muy importante y la Santa lo dice y lo defiende.

Por ejemplo: ella misma, con su gran realismo y su gran lucidez, nos dice que la Vida Religiosa es algo mucho más profundo que cumplir, porque tiene experiencia de lo que el vivió en la Encarnación. Ella en la Encarnación era considerada una buena monja, era tenida por tal y ella sabía que no lo era, porque hacía todo lo que tenía que hacer por fuera: obedecía -de hecho las Prioras de la Encarnación y las sucesivas Prioras que tuvo la valoraban- confiaban en ella, en su buen criterio, era una persona inteligente, con mucho agrado, con una trato muy atractivo, ¡era una monja estupenda! y además era piadosa, rezaba, era culta, leía y escribía… porque no todas las monjas de la Encarnación leían y escribían.

Entonces Santa Teresa sabe que es tenida por una buena monja y sabe que eso es una mentira, porque ella sabe que no lo es. Exteriormente es una buena monja: todas la querían, era una monja muy apreciada en la Encarnación por la Priora y por muchas monjas, IMG-20190912-WA0152.jpgporque era buena piadosa y buena hermana. Pero ella sabía -y esa fue su ruptura interior durante más de veinte años- que no era una buena monja: sólo lo era de cara a la galería, pero de cara al Señor, ella sabía que no lo era. ¿Por qué? Porque cumplía todo lo exterior pero no vivía interiormente lo que Dios le estaba pidiendo. Y sentía que estaba engañando a todo el mundo, sentía que ella era mentira. De esto habla la Santa en el Libro de la Vida.

El capítulo 7 es tremebundo, es muy interesante de cara al tema que estamos tratando. Es muy revelador, pero en algunos párrafos es muy duro, aunque muy veraz. En este capítulo 7, en el número 2, dice esto que os acabo de decir:  “…cómo me veían tan moza, y en tantas ocasiones, y apartarme muchas veces a soledad a rezar y leer mucho, hablar de Dios, amiga de hacer pintar su imagen en muchas partes, y de tener oratorio y procurar en él cosas que hiciesen devoción, no  decir mal, otras cosas de esta suerte que tenían apariencia de virtud –y yo que de vana me sabía estimar en las cosas que en el mundo se suelen tener por estima- , con esto me davan tanta y más libertad que a las muy antiguas, y tenían gran seguridad de mí; porque tomar yo libertad ni hacer cosa sin licencia…, nunca me parece lo pudiera acabar conmigo en monasterio hablar de esta suerte, ni lo hice, porque me tuvo el Señor de su mano.”

Ella sabe que era una buena monja y la tenían por tal, de cara al exterior; pero al mismo tiempo sabe que interiormente al Señor no le está entregando todo, no le está siendo fiel. Por eso que ella dice que cumplir las cosas no es vida religiosa, no es vida consagrada, no es vida entregada… porque ella hacía todo lo que había que hacer, la tenían muy bien conceptuada, pero vivía a su aire y hacía en el fondo lo que quería, no lo que Dios le pedía.

Santa Teresa nos enseña a descubrir la acción del Espíritu y a secundar sus inspiraciones. Por lo que el Carmelo se refiere, ofrece -antes que ninguna otra cosa- un modo de vivir, un proyecto de vida. Este proyecto de vida, que es lo más característico de ella y lo que -de alguna manera- materializa el carisma, la idea, lo encuentra primero en la Regla y lo matiza en las Constituciones. Guardar la Regla y la Constituciones es -en parte- vivir el proyecto de vida. Y vivir el proyecto de vida es ser monja. Si has venido a ser otra cosa, pues te has equivocado. El proyecto de vida es ser monja. Ya vamos viendo lo que significa para Teresa ser monja, lo que es una monja para ella. Es vivir, es “ser monja”, pero “ser monja” con un estilo propio.

No se trata solo de un espíritu fundacional –que sí, también lo es– es un estilo que tiene que ser encarnado y configurado. O sea: el espíritu en proyecto lo tenemos que hacer vida cada una y, haciéndolo cada una, se hará en Comunidad, se hará comunitario el proyecto. Se requiere expresarlo con formas que distingan y sIMG-20190914-WA0126.jpge diferencien de otras formas de vida.

Lo que os he dicho antes de la identidad: hay cosas muy concretas que las hijas de Santa Teresa tienen que hacer y las identifican como hijas de Santa Teresa. Ella introduce en la Iglesia una manera totalmente nueva de hacer el camino del seguimiento de Cristo. Seguir a Cristo es un camino, la Vida Religiosa es un camino. La Vida Religiosa es ante todo seguir a Cristo y ella hace un camino nuevo. Incluso escribe un libro que titula así: Camino de Perfección. Para la Santa seguir a Cristo es buscar la perfección, la Vida Consagrada es buscar la perfección en cuanto seguimiento de Cristo. En este estilo propio, lo más significativo es la manera de vivir la fraternidad al estilo de la Santa. Es una manera muy concreta y muy específica de vivir la fraternidad.

La Regla y las Constituciones son una ayuda para que el espíritu no se venga abajo y no se deteriore, para que no acabe empobreciéndose y diluyéndose, desvirtuándose. Y las Moradas Primeras, capítulo 2, número 17, dice: “Toda nuestra Regla y Constituciones no sirven de otra cosa sino de medios para guardar esto. El amor de Dios y del prójimo con mayor perfección.” La Regla y las Constituciones nos tienen que llevar a amar a Dios y al prójimo. Si nos llevan a otra cosa, lo estamos haciendo mal, algo hemos descuadrado. El fin es amar a Dios y al prójimo, para eso profesamos la Regla y las Constituciones: para llegar a la perfección del amor a Dios y al prójimo.

El fin de toda Vida Religiosa pues ya nos hemos enterado: es alcanzar la caridad perfecta… ¡¡solo!! ¡La caridad perfecta! De hecho, si os fijáis, en los Documentos del Concilio Vaticano II, el que trata sobre la Vida Consagrada no se titula “El perfecto silencio”, “La perfecta observancia”, “La perfecta alabanza a Dios”, “El perfecto seguimiento de Cristo”… Se titula “La perfecta caridad”, “Perfectae Caritatis”. Es el documento del Concilio que aborda el tema de la Vida Consagrada: “Perfectae Caritatis”. Traducido al castellano: “sobre la perfecta caridad” porque el fin de toda la Vida Consagrada, independientemente del carisma, es llegar a la caridad perfecta, y con ese fin se profesan la Regla y las Constituciones de cualquier Instituto y con este fin se profesan los consejos evangélicos. Luego el carisma teresiano nos tiene que llevar a la caridad perfecta, al amor perfecto de Dios y del prójimo. Ese es el fin de todos los carismas y ¡por supuesto! también del carisma teresiano.

Hay un texto clave para entender este pensamiento de la Santa sobre la nueva forma de vivir el Evangelio que ella ha puesto en marcha en San José. Lo tenemos al principio del capítulo 4 del Camino de Perfección, en el número 1. Dice así: “Ya, hijas, habéis visto la gran empresa que pretendemos ganar. ¡Qué tales habremos que ser para que a los ojos de Dios y del mundo no nos tengan por muy atrevidas? Está claro que hemos menester trabajar mucho y ayuda mucho tener altos pensamientos para que nos ayuden a que lo sean las obras. Pues con que procuremos guardar cumplidamente nuestra Regla y Constituciones con gran cuidado, espero que el Señor admita nuestros ruegos. Que no os pido cosa nueva, hijas mías, sino que guardemos nuestra profesión pues es nuestro llamamiento y a lo que estamos obligadas –y aquí viene lo gordo- aunque de guardar a guardar, va mucho.”

Porque pobreza, castidad y obediencia más o menos… mejor o peor… ahí vamos todos los religiosos y religiosas, pero “de guardar a guardar va mucho”. No hacer las cosas de cualquier manera. De guardar una pobreza cuidada –siempre cuando hablo de guardar, hablo desde una gran libertad y nunca desde la dureza, desde la inflexibilidad- de que yo sea consciente de que tengo un voto de pobreza y lo viva con cuidado -digo cuidado, no escrúpulos ni angustias, que eso no es de Dios- con delicadeza, a limitar mi pobreza a no tener nómina… pues va mucho. Efectivamente, yo no tengo nómina, pero eso tampoco lo tienen muchas personas que no tienen voto de pobreza. Yo tengo un voto de pobreza, yo quiero imitar a Cristo pobre, sin escrúpulos, sin angustias, pero contemplo a Cristo pobre y le imito porque eso es seguirle. Por eso, “de guardar a guardar va mucho”. Y ahí está que el que la Vida Religiosa sea de verdad abono, sea de verdad alimento, y nutra a la Iglesia.

3 comentarios en “El estilo de vida

  1. Que hermosamente rico ese escrito.Madre Olga Maria.!! Que gracia tan grande le ha dado nuestro SEÑOR.y que bendicion Santa Teresa d Avila !! Me llegua al alma.gracias por el pan de la palabra.

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