El Corazón de Jesús entrega su vida libremente

TEXTO: Jn 18, 1-11

Jesús sabiendo todo lo que venía sobre Él, se adelantó y les dijo: “¿A quién buscáis?” Le contestaron: “¡A Jesús, el Nazareno!” Les dijo Jesús: “¡Yo soy!” Estaba también con ellos Judas, el que lo iba a entregar. Al decirles “Yo soy” retrocedieron y cayeron a tierra. Les preguntó otra vez: “¿A quién buscáis?” Ellos dijeron: “¡A Jesús, el Nazareno!” Jesús contestó: “Os he dicho que soy Yo. Si me buscáis a Mí, dejad marchar a estos.” Y así se cumplió lo que había dicho: “No he perdido a ninguno de los que me diste”. Entonces Simón Pedro, que llevaba una espada, la sacó e hirió al criado del Sumo Sacerdote, cortándole la oreja derecha. Este criado se llamaba Malco. Dijo entonces Jesús a Pedro: “Mete la espada en la vaina. El cáliz que me ha dado Mi Padre, ¿no lo voy a beber?”

REFLEXION:

El relato que hace San Juan del prendimiento es, como sabemos, diverso de los sinópticos. Presenta el relato desde esa IMG-20180628-WA0053.jpegperspectiva que siempre Juan tiene, desde esa mirada penetrante que le da la fe, que le viene de haber recostado su cabeza en el Pecho del Señor y haber sido testigo directo de todos los hechos que narra.

Impresiona mucho en este relato el hecho de que Jesús es consciente en todo momento de lo que le espera, de lo que viene a continuación y no rompe la rutina de lo que habitualmente hace: va a orar donde solía hacerlo, a ese Huerto de los Olivos, y dice claramente Juan que Judas, el traidor, conocía perfectamente el sitio, porque es claro que en más ocasiones habían ido y Judas había ido también. ¡Jesús no huye! ¡Jesús no le rehúye! ¡Jesús no se esconde! ¡Jesús no hace nada por evitar ser prendido!

A mí hay algo que me impresiona muchísimo y me impresiona muchísimo más cuando lo medito y lo reflexiono delante del Señor expuesto: ¡Jesús se adelanta! Es un gesto de libertad, de entrega deliberada de la propia vida: “Nadie me quita la vida, soy Yo quien la entrego”.

Jesús cuando ve allí acercarse a los soldados romanos que vienen a prenderle, se adelanta, se pone delante, porque no quiere que ninguno de los suyos padezca, que ninguno de los suyos sea tocado, que a ninguno le pase nada. Y Jesús siempre se adelanta y se pone por delante y lo sigue haciendo ante el Padre, ante la justicia de Dios. Siempre está Jesús en su oficio sacerdotal, de mediador, dando la cara por mí, dando la cara ante la justicia infinita de Dios, justificándome y diciendo: “¿A quién buscas?” Y cuando le presentan mi pecado, mi falta, aquello que tengo que pagar, por estricta justicia, Él se adelanta y dice: “¡Aquí estoy! ¡Yo soy! ¡Para eso he venido!”

Nos dice el Evangelio que, cuando Jesús contesta: “¡Yo soy!”, con la fuerza de su Palabra y de su Voz, los soldados cayeron y rodaron por tierra. Ése, cuya Palabra tiene esa fuerza, es el mismo que en la Hostia ha enmudecido. Pero tiene la misma fuerza… ¡es el mismo! y le estamos contemplando. Cuando alguien quiere hacernos daño, cuando el demonio quiere hacernos daño, Jesús está ahí y es como un escudo protector ante cuya Palabra nadie puede hacernos nada. Y… ¡mirad a qué le ha llevado el amor, a qué locura de anonadamiento le ha llevado el amor…! Su sola Palabra ahora mismo, en este instante, podría derribarnos a todos. Y en un acto de amor infinito que se traduce en una mansedumbre infinita y en un anonadamiento infinito, inaudito, inenarrable… permanece en la quietud, en la humildad y en el silencio de su Hostia.

Y por segunda vez, como muchas veces hacemos nosotros -que nos estamos dando de bruces con la fuerza de Dios y no nos enteramos- vuelven y Él vuelve a preguntar: “¿A quién buscáis?” “A Jesús, el Nazareno.” “Ya os he dicho que Yo soy…” Jesús contesta con las mismastempFileForShare_20190824-000933.jpg palabras que contestó Yahvé a Moisés desde la zarza ardiente, cuando Moisés le preguntó quién era, cómo se llamaba. Dios desde la zarza respondió: “Yo soy el que soy.” (Cfr. Ex 3, 13- 15)  “Yo soy” es el Nombre Santísimo de Dios. Y Jesús, en el momento de su prendimiento, deja patente su condición divina y que es el Dueño de su vida y de su historia diciendo: “Yo soy”. La Majestad de Dios está encerrada en estas dos palabras: “Yo soy”.

Jesús Dios es el que es, el Ser infinito, el Ser eterno y yo soy la que no soy, la que por mí misma no soy, la que por mí misma no existo, la que solo soy y existo en Él. ¡Él es el que es y yo soy la que no soy! Contemplemos y adoremos al que es, al Omnipotente, al Infinito, entregado, anonadado por cada uno de nosotros. Y tratemos de penetrar y ahondar en los sentimientos de su Corazón en ese momento, en el amor de esa entrega.

ORACION:

Señor: Enséñame a adelantarme y ser generosa a la hora de amar y de entregarme. Que, como Tú, yo entregue mi vida; que nadie tenga que venir a reclamármela porque me la esté reservando. Amén.

Un comentario en “El Corazón de Jesús entrega su vida libremente

  1. Por amor Señor quiero darte todo lo que soy.
    Por amor quiero hacer de mis días, un continuo querer a tu Voluntad.
    Quiero que hasta los más ocultos pensamientos puedas leer, que hasta mis sentimientos más profundos sean solo tuyos.
    Quiero Señor que mis obras sean solo para agradarte, hasta las más pequeñas e insignificantes.
    Por amor Señor quiero darme a tí sin más…
    ¡Que todo lo mío es tuyo! Que desgaste mi vida en servirte.
    Quiero Señor que por amor me olvide de mí misma para ver en los demás que tú estás ahí.
    Por amor, quiero convertir Señor mi orgullo y vanidad, mis miserias, mis faltas…en humildad, en sacrificio, en un dejarme hacer de tu mano.
    Quiero Señor amarte de verdad con todas mis fuerzas y no sólo a medias. Quiero estar vacía de mí misma y llenarme sólo de tí.
    Por amor Señor, por amor quiero aprender de María. Ella es la que me enseña a entregarte cada día una partecita de mi vida, la que amina a darme a tí con valentía, la que quiere que te ame locamente.
    Por amor Señor quiero seguir viviendo pero si me faltara de nuevo, prefiero por tí morir.
    Por amor, me ofrezco Señor como víctima, como tú lo hiciste por mí.
    Quiero corresponder Señor a todo lo que me has dado y aunque sean muchas mis flaquezas, nadie puede impedirme amarte como te amo.
    Por amor Señor, soy esclava de tu Corazón, Apóstol de tus llagas. Por amor hago tuyo mi dolor y lucho por ser  para tí agua, aceite y bálsamo.

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