El Corazón de Jesús: plenitud de la ley

TEXTO: Mt 5, 17-20

No penséis que he venido a abolir la Ley y los Profetas. No he venido a abolir, sino a dar cumplimiento. Os lo aseguro: mientras duren el cielo y la tierra, no dejará de estar vigente ni una tilde de la ley sin que todo se cumpla. Por tanto, el que traspase uno de estos mandamientos más pequeños y así lo enseñe a los hombres, será el más pequeño en el Reino de los Cielos; en cambio, el que los observe y los enseñe, ése será grande en el Reino de los Cielos.

REFLEXION:

La ley antigua fue escrita por “el dedo de la diestra de Dios” en tablas de piedra en el Sinaí. La ley nueva ha sido escrita en la Carne de Cristo. Su Corazón es el Arca que guarda la nueva y eterna Alianza, la nueva Ley sellada, regada y fecundada con su Sangre. Jesús es la Ley nueva, el Amor, que se ha hecho Hombre. Por eso “amar es Leão-de-tribo-de-Judá.-300x204cumplir la ley entera”.

La ley nueva es el mismo Espíritu de Jesús, que nos es dado desde su Corazón, y que graba en nuestros corazones esa misma ley y conforma en nosotros un corazón nuevo, un espíritu nuevo y una conciencia nueva. El nos renueva interiormente y nos hace vivir, juzgar y comprender de un amanera diferente. Nos renueva y conforma nuestra conciencia -que es el juez interior que todos llevamos dentro- con Dios mismo, con su Querer.

El Corazón de Jesús es la Ley viva, la Ley nueva: sus sentimientos y –sobre todo- sus actitudes. El Espíritu Santo, que brota del Corazón de Cristo, nos lo enseña todo y es el que graba todo eso en nosotros, en nuestros corazones; no ya en tablas de piedra, sino en las tablas de carne de los corazones de los hijos de Dios. Por eso ya no es ley muerta, sino viva, encarnada. Y por eso se llenan de sentido las palabras de Jesús: “no he venido a abolir la ley, sino a darle plenitud”. Que Jesús de plenitud a algo significa siempre que lo está llenando de vida, como todo lo que El toca, porque El es el Vivo, el Viviente, el que nos trae la Vida y todo lo que El toca lo convierte en vida: lo resucita, lo renueva.

La ley que Jesús toca e imprime en nuestros corazones es El mismo actuando en nuestro interior sirviéndose de eso que nosotros conocemos, denominamos comúnmente, “conciencia”. Jesús forma una conciencia nueva y una capacidad diferente de interpretar interiormente la vida y de saber comprenderla y escoger entre el bien y el mal. El Espíritu Santo guía y cuida a nuestro “árbitro interior”.

EIMG_20190413_090427_201.jpgsta Ley nueva es el Amor, que ha sido infundido en nuestros corazones en nuestro Bautismo, por el Espíritu Santo. Este Amor es el único motor que nos puede hacer capaces de poner por obra las leyes escritas o pronunciadas por el Señor en el Antiguo y en el Nuevo Testamento. Si no es por la fuerza de ese Amor, nunca vamos a ser capaces de vencer nuestro natural y obedecer la ley de Dios.

San Pablo afirma que la Ley antigua, la del Antiguo Testamento -que Jesús nunca ha abolido- por sí misma, sólo da el conocimiento del pecado (Rm 3, 20) pero no quita el pecado. Saca a la luz nuestra miseria, pero no le pone remedio. Deja patente nuestro estado de muerte y de enemistad con Dios, denuncia nuestro pecado, pero no modifica nada. No tiene capacidad para ello. La vida y la muerte están por encima de la Ley, dependen de mi libertad. La razón última de cualquier transgresión de la ley, de cualquier pecado, es siempre un triunfo de mi egoísmo.

¿Por qué? ¿Qué tiene que ver el egoísmo con la ley? El egoísmo es -lo dice San Agustín- el amor a nosotros mismos, a nuestro juicio, a nuestro criterio, por encima de Dios. Cuando yo me amo a mí misma desplazando a Dios a un plano secundario, posterior, eso siempre es malo y me llevará al mal, al pecado. Es un triunfo del egoísmo. De hecho el egoísmo es en sí un pecado; pero es un pecado originario, la fuente de la que se derivan todos los demás pecados. Y el egoísmo no vamos a lograr erradicarlo de nuestra vida por la observancia de la ley: no hay ninguna ley –no existe- con fuerza para desterrar el egoísmo de nuestro corazón. Podemos cumplir escrupulosamente cada punto de la ley, todos los preceptos, hasta el más pequeñito, con exactitud milimétrica, pero eso no va a cambiar nuestro corazón. El Unico capaz de cambiarlo es el Amor. Es Cristo, que es todo Amor, desde sus entrañas, desde su Corazón, con su yugo de amor, con su ley de Amor, con su mandamiento nuevo. El Amor de Dios infundido en nuestros corazones vencerá.

Si el egoísmo es un amor desordenado a nosotros mismos, solamente podrá ser vencido por un amor más intenso, más fuerte. Es necesario, por tanto, enamorarse de Cristo para vencer el egoísmo. Enamorarse de El, de su Corazón, deIMG-20190511-WA0263.jpg sus Entrañas, donde reside la Voluntad, el Querer, la Nueva Ley de Dios, la nueva Alianza… y enamorándome de todo eso, la nueva Ley quedará impresa a fuego en mi corazón y esa nueva Alianza sí que tiene fuerza –no como la antigua, que no la tenía- para erradicar mi pecado, para transformarme.

Jesús en la Cruz –esta es la esencia de la Redención- ha arrancado el corazón de piedra de toda la humanidad: todo el rencor, la enemistad, el resentimiento… que teníamos acumulado contra Dios, y que muchas veces camuflábamos bajo una observancia escrupulosa de preceptos y normas, Jesús lo ha erradicado. Nos ha hecho hijos de Dios y nos ha enseñado una nueva forma de relacionarnos con El.

ORACION:

Señor: graba tu ley en mi corazón. Arranca de mi pecho mi viejo corazón de piedra y dame un corazón teologal, semejante al de Jesús, que me permita vivir la alegría inmensa de ser hijo de Dios. Amén.

2 comentarios en “El Corazón de Jesús: plenitud de la ley

  1. Mi carne es verdadera comida,el que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida en mi y yo en el.””
    Quiero vivir en TI, señor. Qué mi egoísmo-soberbia sea por ti redimido y pueda yo SER EN TI Y TU EN MI…

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