Teresita fue tremendamente realista y tremendamente sincera. Ella no engañó a nadie. Ni engañó a las novicias, a quienes principalmente y fundamentalmente enseña el caminito, ni engañó ni defraudó lo que Dios esperaba de ella.
El deseo de amor que encontró en las novicias lo llevó hasta su total realización. Y el deseo de ser amado, que descubrió en el Corazón del Señor, lo satisfizo en todo cuanto ella pudo, en todo cuanto estuvo en su mano.
Cuando nos entregamos al amor misericordioso, la naturaleza, espontáneamente, sin gran esfuerzo por nuestra parte, muere así misma para renacer en Dios. Progresivamente nos vamos viendo liberados de aquellas cosas que nos encadenan, que nos achican, que de alguna manera merman nuestras facultades naturales, y estas son afirmadas y dilatadas… porque viven, están, se encuentran, bajo la influencia directa de la gracia de Dios, del amor misericordioso.
Llevando a sus hermanas por este caminito Teresita forjó sólidos instrumentos de redención. Personas, mujeres, convertidos en verdaderos instrumentos de redención, de salvación, de gracia, de los que Dios es verdaderamente dueño y puede servirse.
Y lo que nos enseña Teresita como principio práctico, primero nos ha enseñado el método ascético, después nos ha enseñado cómo hay que entregarse, cómo se entrega uno y cómo hay que vivir de una manera nueva actuando la fe en esa entrega y en las consecuencias de esa entrega.
Y ahora nos han enseñado una cuestión práctica ante la vida que es así, como es, no como la soñamos, sino como es en realidad, y ante las dificultades que vayan surgiendo por el camino, ¿qué hay que hacer? Porque una no se entrega al amor misericordioso y dice: ‘zas’ ya todo es rosa, y la vida es fácil. No. La vida sigue fluyendo tal y como es, pero en lo exterior no cambia nada. Lo que tiene que cambiar es nuestra actitud ante la vida y nuestra manera de vivir. Y nos da unas pautas prácticas de lo que hay que hacer.
Y después de esto hay que considerar que, cuando ya la vida ha cambiado, es una vida nueva, y entonces uno se pregunta: ¿Y ahora qué hay que hacer? Pues no hay que hacer nada. Simplemente hay que vivir. Hay que dejarse hacer.
Lo primero que hace es decirnos que el único movimiento que tiene que realizar un alma entregada al amor es abandonarse. Abandonarse. Y ella nos explica lo que es ese movimiento del abandono. Y nos lo explica en tres tiempos, como una verdadera maestra; nos lo desmenuza, y ya os he dicho muchas veces que el movimiento del abandono es lo más sanjuanista de toda la doctrina de Teresita.
Teresita ante todo es una hija de san Juan de la Cruz, que ha vivido como nadie esa doctrina, esa ascesis sanjuanista, pero la ha puesto al alcance de todos.
San Juan de la Cruz es un gran teólogo, que explica grandes cosas, pero no es asequible ni comprensible de entrada a cualquiera. Ella tuvo la capacidad y la habilidad de comprenderlo y tomar toda esa doctrina, todo ese camino espiritual precioso y riquísimo que san Juan de la Cruz nos presenta, sin quitarle nada su enjundia, lo envolvió -como si dijéramos en un papel de regalo muy bonito- y nos lo ofreció así.
El caminito es lo mismo que la Subida al Monte. Es el mismo itinerario. Incluso, yo he leído una tesis doctoral que demuestra eso: cómo Teresita con su camino vivió cada una de las etapas ascéticas de la subida al monte. Ella tuvo la habilidad de hacerlo asequible a todo el mundo. Y eso es algo que no es nada fácil. Y ella lo supo hacer para servicio del pueblo de Dios.
Y cuando hablamos del abandono hay que decir que fue doctora en esto. Nadie ha sabido ni explicarlo, ni enseñarnos en qué consiste el abandono, como ella.
Realista, humana y veraz
Lo primero que hace es no descuidarse y explicarnos muy bien quién es el hombre y quién es Dios. Esto es fundamental: tener las ideas claras y una perspectiva clara del hombre y de Dios.
Dios, nos dice ella, es un Padre, ante todo es un Padre siempre dispuesto a perdonar. Nos habló por su Hijo que para salvarnos se abajó hasta nosotros. Y Jesús nos ha mostrado la profusión de su amor, confiándonos una Madre que es la suya. Todo esto es fácil, elemental, todos lo entendemos.
Sobre quién es el hombre, Teresita, como os digo, es muy realista y no se hace ninguna ilusión. Sabe que el hombre es un ser débil y -en principio- ruin. Y pone la comparación del pajarillo. Es impotente y desobediente como un niño, que cae a cada paso. Todo eso ella lo reconoce con paz, sin pesimismo. No es una tragedia que esto sea así. Es simplemente la realidad. Sobre el hombre dice esto. Pero siempre sin pesimismo.
Y nos lleva, con un gran realismo a nuestra pobreza, a nuestras imperfecciones, a nuestras faltas, a nuestras miserias. No ignora que esta debilidad nuestra tiene diversas formas según los individuos. No hay dos personas iguales. Y cada cual tiene su manera de ser niño. De ser niño indigente, incapaz, pobre, necesitado…
Tu defecto es tu defecto, pero no es simplemente el tuyo. Es con el que tú tienes que lidiar, y por eso te parece el peor. Pero todos, absolutamente todos, tenemos defectos y algunos notorios, y otros, a lo mejor no se notan tanto, pasan más desapercibidos, pero son reales. Están ahí. Y delante de Dios es igual el que se nota mucho que el que se nota poco. Al final… es una limitación.
Lo primero que hace es no descuidarse y explicarnos muy bien quién es el hombre y quién es Dios. Esto es fundamental: tener las ideas claras y una perspectiva clara del hombre y de Dios.
Dios, nos dice ella, es un Padre, ante todo es un Padre siempre dispuesto a perdonar. Nos habló por su Hijo que para salvarnos se abajó hasta nosotros. Y Jesús nos ha mostrado la profusión de su amor, confiándonos una Madre que es la suya. Todo esto es fácil, elemental, todos lo entendemos.
Sobre quién es el hombre, Teresita, como os digo, es muy realista y no se hace ninguna ilusión. Sabe que el hombre es un ser débil y -en principio- ruin. Y pone la comparación del pajarillo. Es impotente y desobediente como un niño, que cae a cada paso. Todo eso ella lo reconoce con paz, sin pesimismo. No es una tragedia que esto sea así. Es simplemente la realidad. Sobre el hombre dice esto. Pero siempre sin pesimismo.
Y nos lleva, con un gran realismo a nuestra pobreza, a nuestras imperfecciones, a nuestras faltas, a nuestras miserias. No ignora que esta debilidad nuestra tiene diversas formas según los individuos. No hay dos personas iguales. Y cada cual tiene su manera de ser niño. De ser niño indigente, incapaz, pobre, necesitado…
Tu defecto es tu defecto, pero no es simplemente el tuyo. Es con el que tú tienes que lidiar, y por eso te parece el peor. Pero todos, absolutamente todos, tenemos defectos y algunos notorios, y otros, a lo mejor no se notan tanto, pasan más desapercibidos, pero son reales. Están ahí. Y delante de Dios es igual el que se nota mucho que el que se nota poco. Al final… es una limitación.
¡Qué Santa Teresita nos guíe por el caminito de la infancia espiritual! En ella se cumplen de nuevo las palabras del Magnificat, Dios se sirve de lo insignificante para hacer obras grandes. Una niña de 15 años, que murió a los 24. STA. Teresita del Niño Jesús ruega por nosotros.
Precioso “caminito”Difícil de llevar a la práctica,Todo el tiempo estamos cayendo y volviéndonos a levantar.Lo bueno de ello,es que “EL” cuenta con ello.❤️❤️❤️❤️