Encuentro junto al pozo

 

Sicar: es un pueblo y es mediodía, hace calor. El aire está espeso… parece que se puede cortar. Es un día más, como otro cualquiera. Hay un pozo -el pozo de todos los días- y en ese pozo de todos los días está Él; aunque no todos los días lo vea, está ahí siempre. Y hoy se ha sentado, sin más, a esperar. Por eso está ahí: ¡esperando!

Y a lo lejos, aparece la figura de una mujer. Se va acercando… es una mujer más: no parece peculiar, ni especial en nada. A simple vista, la miras y… lo que ves es una mujer: una mujer normal, que va a por agua, como va todos los días. Pero hay algo en esa mujer que la hace diferente: todos los días va a buscar agua, todos los días va a buscar agua a la hora en que nadie la va a ver, en que nadie le va a dirigir la palabra, en que nadie la va a mirar, en que nadie le va a preguntar. Pero… ¡Él sí! Él quiere encontrarse con ella y por eso espera y se sienta bajo el sol del mediodía, en aquel camino solitario a esa hora, fatigado y acalorado por el sol del mediodía. Se sienta y la espera.379a5ee6a4bf8729b9cf76837c02a50e--pictures-of-flowers-pink-roses

Ella se va acercando con el cántaro vacío, con el alma reseca, agostada, sin agua… cansada, con un agotamiento diferente, llevando dentro de sí… cargando con una vida vacía también, quemada, reseca, agrietada… Y de pronto, la sorpresa: Él está ahí junto al pozo, sentado en el brocal.

Esta mujer viene a buscar agua, tiene sed. Es una mujer que ya viene cada día, recorriendo el camino de buscar y que cada día emprende ese camino porque cada día siente sed, pero nunca tiene la esperanza de verse saciada del todo. Viene hoy sabiendo que mañana tendrá que volver otra vez, mañana volverá a estar sedienta.

Ha recorrido tantas veces el camino de buscar… ha ido y ha venido con su frágil cántaro lleno y vacío, lleno y vacío, lleno y vacío… ¡todos los días igual! Y no hay posibilidad de cambio a la vista, sigue viendo lo mismo: el cántaro lleno, el cántaro vacío; volver a andar el camino, volverlo a desandar; siempre con sed, siempre buscando…

Ella no planea ningún cambio. En el fondo no sabemos si desea algún cambio o si simplemente se ha resignado a esta vida de ir y venir, buscar y volver a buscar; calmar un poco la sed, volverá sentirla y volverá a buscar… Ha entrado en esa dinámica y… ¿se plantea en algún momento salir de ahí o se ha acomodado en esa realidad?

Pero hoy en el pozo está sentado el Hombre; el Hombre que siempre da, el Hombre que solamente da, el Hombre que se da a Sí mismo y… curiosamente… hoy, el que siempre da, pide a quien nada tiene, a quien ha venido a buscar porque no tiene.

Hay que romper el frío inicial de ese encuentro, la sorpresa, el susto… Ella en un primer momento está distante, recelosa, desconfía. Él se acerca, le pide… le habla de conocer el Don de Dios y de conocerle a Él y de recibir agua viva… ¡Son lenguajes tan diferentes los de Él y ella…!

cropped-20160127100948.jpgHa sido un encuentro repentino, fortuito, sin programar, y… ¡no tienen cubo! Él pide agua pero ella no tiene cubo y el pozo es hondo. ¿De dónde el agua? ¿Cómo van a sacar el agua?

Ella en principio está empeñada en no prestar nada, en no colaborar, en poner pegas, obstáculos… desconfía: no comprende y recela de ese Hombre que pide y que promete cosas extrañas que parecen imposibles. Ella sigue empeñada en no dar, en no cooperar, en no ayudar, en seguir vacía. Y lanza la pregunta desafiante: “¿Vas a ser Tú más que nuestro padre Jacob?”

Más de una vez Jesús ha creado un interrogante en el alma humana. Jesús ha llamado, Jesús ha entablado diálogo… Jesús, como siempre, ha tomado la iniciativa. ¡Siempre la toma! Él no se sentó ahí simplemente para descansar, sino más bien para que descansara ella al fin, para que encontrara en Él el descanso.

Jesús se sentó en el pozo sabiendo que era su Padre el que el había preparado esa comida, este alimento de llamar, de despertar a su mesa a quien llena de sed se agostaba y se marchitaba cada día.

Y Jesús le habla entonces de no tener más sed, de un manantial que ella tiene dentro, de un manantial que hay que hacer brotar dentro de ella; de un manantial que, desde el manantial de Él, haga brotar en ella otro manantial. Jesús no quiere que ella venga a buscar de esa agua. Jesús quiere darle el agua que la sacie para siempre y que transforme toda su vida en agua para otros. Jesús le habla de un manantial que salta hasta una vida sin término. Jesús le da sin medida porque Él es la Vida y da la vida y quiere crecer Él dentro de ella.

Ella recoge todo esto en silencio y de pronto brota de sus labios la palabra que nadie esperaba en ese momento: “Señor…” Le ha dicho “Señor” y después ya le pide agua. Agua de esa que Él dice que es la que en el fondo ella siempre busca.

Y ahora por fin la verdad: “Ve a  llamar a tu marido y vuelve aquí con el.” Y ella le dice la verdad: “No tengo marido”. Y la alabanza de Jesús por la sinceridad: “Bien has dicho, mujer”. Ella, como tantas veces nosotros, ha jugueteado, ha coqueteado con muchos amores, pero ninguno de verdad ha hecho alianza con ella. La han utilizado, se han servido de ella -y ella de ellos- pero nunca se ha entregado, nunca se ha fiado, nunca se ha comprometido, nunca ha hecho alianza, nunca han saciado su sed. No han sido esposos, han sido idolillos, compañías de pasar ratos, pero nunca ha habido amor ni entrega.139882457

Y ahora… en el brocal del pozo hay Alguien que le ofrece sin pedir nada a cambio, que quiere hacer una alianza con ella, un trato con ella, que quiere calmar su sed, que no la va a utilizar, que la va a liberar de todo lo anterior y va hacer alianza con ella. Alianza esponsal, sin importarle su pasado, sin importarle su pecado anterior: ha bastado que lo haya reconocido y Él hace alianza con ella y calma para siempre su sed. ¡Es el único que no la ha utilizado, que le ha dado todo a cambio de nada, a cambio de -simplemente- reconocer su sed y reconocer su pecado! Y Él hace alianza con ella, no la utiliza.

Y al hacer alianza con ella la dignifica y ¡por fin! sacia su sed y se revela a ella. Ella ve y comprende lo que muchos virtuosos de Israel han esperado ver y contemplar durante siglos. Ella, la pecadora, la que ha perdido la honra e iba a buscar el agua en la hora en que no se va a encontrar con nadie, se encuentra con Aquel que tantos y tantos justos buscan. Y Dios se muestra a ella, se revela a ella y hace alianza con ella, con una mujer, una mujer samaritana, pecadora, que no le buscaba, al menos no le buscaba conscientemente, pero Él se hace el encontradizo.tipos-de-flores-margaritas

Y después de eso, la palabra de Jesús larga y profunda invitándola a adorar a Dios, a adorar al Padre y “adorar al Padre en  espíritu y verdad”. Y ahora la mujer ya no busca, ahora la mujer escucha, acoge, recibe… Escucha desde un corazón vacío, contrito, sincero, abierto a la verdad. Y le anuncia a Jesús que ella sabe y espera que el Mesías va a venir. Y la confesión preciosa de Jesús: “Yo soy, el que está hablando contigo”. Y lo mismo que sucede con la música cuando llega a su momento cumbre de máxima expresión, de máxima revelación, todo cesa, termina y viene el silencio.

Y ella ya no busca nada, no necesita buscar. Ya no busca agua, ya no necesita nada para sí. Tampoco el cántaro, lo deja olvidado y -libre de él- corre. Corre rauda a anunciar a la gente, a su gente, a su pueblo.  Es mediodía y les hace levantarse de la mesa y la creen, la creen a ella, a la mujer de la vida malgastada en los vicios y en el pecado. El Hombre aquel del pozo la ha hecho nueva: ya no es la misma que salió antes a buscar agua. Y la noche de la mujer se ha convertido en una historia gozosa, en una noticia feliz, dichosa, de profundo gozo para todos.

¡Así es Jesús! Sin programarlo, sin planearlo: con el pretexto de un poco de agua fresca para la comida del mediodía, Jesús la ha llamado y ha tenido una respuesta. Una Vida ha entrado en la otra.

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Ella no ha mantenido una actitud crítica, racional, fría. Ella ha escuchado, ha acogido, ha creído la Palabra, se ha fiado y… ¡la vida le ha cambiado! Ha sabido creer y fiarse de un Jesús cansado, sediento, agotado por el camino, de un Jesús que empieza pidiéndole, que empieza mostrando impotencia. Ella ha creído en Él y ha dejado que su llamada y su Palabra hayan abierto nuevos cauces en su vida. Y Jesús ha obrado en ella y ha hecho brotar en su corazón el Agua Viva. Ha despertado ese manantial  que estaba adormecido dentro de ella, ha hecho presente a Dios, el Agua de Dios que la llena, la inunda, la desborda y salta hasta la vida eterna. Todo eso estaba ahí dormido en el profundo del pozo, en la oscuridad, en el frío.

Jesús ha entrado en su vida y con su Amor la ha cambiado, porque Él llama solamente porque Él es bueno, porque Él nos quiere y llama a quien quiere y en el momento en que Él quiere: esta vez al mediodía y en las afueras del pueblo.

Y el pueblo se ha salvado porque esa mujer, la mujer de dudosa reputación, se ha fiado de Dios y le ha dicho “sí”. Apenas le conocía de nada, pero se ha fiado y ha dicho “sí” y ese sí  ha traído la salvación para ella y para todo el pueblo.

2 comentarios en “Encuentro junto al pozo

  1. El agua que nos sacia en este tiempo, es SU MISERICORDIA PARA EL MUNDO ENTERO. SACRAMENTO DE RECONCILIACIÓN Y EUCARISTÍA. Un abrazo!!

  2. hoy ha tocado Madre uno de mis pasajes preferidos, con el que mas me siento identificada.
    Yo también podría ser la samaritana que “no se entera de nada”, que ha perdido el tiempo en su vida, que ha pasado los años a lo tonto y que al fin, sin saber como, reconoce un día al Peregrino en un pozo que no sé ni donde está, un Peregrino que me ofrece el agua que quita la sed para siempre y yo, también sin saber ni de qué va, le he dicho que SI, que su agua colma al fin mi sed y que soy feliz a su lado.

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