Camino de Emaús (II)

(Transcripción de la charla impartida a los Miembros del Movimiento Vida Ascendente de la Diócesis de Vitoria, el 25 de abril de 2017)

Daniel ha dicho que he consagrado lo más, quizás los años más intensos de mi vida, a la Espiritualidad del Corazón de Cristo.

Y la Espiritualidad del Corazón de Cristo no es una cosa almibarada, cursi, ñoña, pasada de moda… aunque desgraciadamente ha habido un tiempo en que la piedad popular nos ha dejado esa imagen… Pero la Espiritualidad del Corazón de Jesús -y a mí me gusta mucho llamarla espiritualidad y no me gusta nada llamarla devoción, porque no es una devoción- es una manera de vivir mi cristianismo. Entonces es una espiritualidad concreta.

Y ¿qué tiene de peculiar esta Espiritualidad? Pues que se centra en una libros-antiguos_21095604sola Persona que es Jesús, en la Humanidad de este Hombre que es Dios y que ahora mismo estamos viviendo de manera intensa en Pascua, en su Resurrección, en su triunfo sobre la muerte. Y la Espiritualidad del Corazón de Jesús nos centra sobre todo en las Entrañas, en la Interioridad, en la Intimidad… de ese Hombre, que siendo Hombre, verdadero Hombre  -esto es de fe- es  Dios.

Y aquí viene lo gordo del tema: y es que este Hombre, este Dios-Hombre tiene unas Entrañas, tiene una Intimidad, tiene un Corazón y me lo abre a mí. El día que yo descubrí esto, mi vida entera cambió y no he dejado de sorprenderme ni un solo día y no he dejado de esperar en ese Corazón y en esa Intimidad nunca. Y espero perseverar con su gracia en esta espera.

¿Qué he encontrado en Jesús, en el Corazón de Jesús Resucitado? Pues… ¡TODO! ¿Y qué me pasó? Pues me pasó un poco como los de Emaús. ¡Hombre! Yo no me iba, ¿eh? Yo no estaba tan mal como ellos… Estaba un poco… a ver… bien, porque era una monja más o menos normal, bien. Bueno… no es que ahora no sea normal, entendedme… (risas), pero… entendedme… (más risas) -que yo estaba… -no me gusta usar este término, pero es que es la verdad- que yo estaba bien instalada en lo que estaba haciendo. IMG-20170425-WA0027Tenía 31 años cuando yo tuve ese encuentro frontal con el Corazón de Jesús y ya había profesado y ya… de alguna manera, estaba instalada, porque ya me había asegurado la vida, ya había llegado… ya era una monja. Era una monja joven, pero ya era una monja y ya controlaba la cosa: llevaba los suficientes años de vida consagrada para saber de qué iba el invento, no era una novata que…

Y yo estaba bien de verdad, y no sé qué pasó… que de pronto la vida se me complicó, pero yo vivía muy a gusto. Eesto podía no haber sucedido… pero gracias a Dios sucedió. Y aunque yo no me iba, sí que es verdad que hoy día reconozco y doy testimonio de que no es que mi corazón se hubiera enfriado, pero, de alguna manera… sí se había entibiado. O sea: no ardía como empezó a arder a partir de entonces. Y con frecuencia nos pasa esto en la vida: que muchas veces Jesús camina a nuestro lado y no nos enteramos. Y yo me encuentro a veces con personas que me dicen: “Pero ¿dónde está Dios?” Y digo: “A ver, abre los ojos y mira, porque en tu vida está”. Otra cosa es que tú no te enteres, eso ya es otro tema.

Y cuando no nos enteramos, cuando no le vemos, tendemos a decir: “Claro, es que yo esperaba que mi vida consagrada iba a ser de otra manera… Yo esperaba que mi vida parroquial  iba a ser de otra manera… Yo esperaba que mi vida sacerdotal o episcopal iba a ser más… Y ahora, fíjate, llevo tantos años así… y no es que me vaya mal, no es que me vaya -unos desgraciadamente sí se van del todo, ¿no?- pero han pasado ya tantos años, y aquello, aquel fuego, aquella ilusión, aquel comienzo, pues… no sé. No es que me vaya mal, pero un poco decepcionado sí que me siento, ¿no?”

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Y te encuentras a mucha gente así y yo les digo: «A ver… aclararnos, serenarnos, ser muy honestos -y esto tampoco es sencillo- y mirar bien, abrir bien los ojos del corazón y reconocer las trabas que yo le puedo estar poniendo al Señor para que esto sea haya entibiado.» Porque, lo que está claro es que, si la cosa se enfría, por Él no es. ¡Él nunca se enfría! Si la cosa se enfría, los que vamos poniendo el frío, los que vamos entibiando somos nosotros.

Entonces esto… ¿qué requiere? Como os digo, ser muy honestos, muy sinceros y mirar con apertura de corazón a mi alrededor, porque en mi vida está Jesús caminando conmigo y está Jesús Resucitado. Y, si nos prestamos al diálogo como se prestaron los dos de Emaús, pues probablemente nos explique las Escrituras, explique todo esto que en nuestra vida no nos cuadra y no entendemo… iremos avanzando a la luz de su Palabra y caminando con Él y entendiendo tantas cosas que nos han ido enfriando, porque no las entendíamos; o al menos, si no las entendemos -que tampoco es necesario que entendamos todo-, hay una cosa que es muy necesaria y es, como si dijéramos, “la cream de la cream” de la esperanza que es la confianza. Si confiamos en Él, aunque no lo entendamos, nuestro corazón seguirá ardiendo; y, si estaba frío, empezará a arder.

Juzgamos a Dios, y esto es lo primero que hacemos muy mal. Nuestra religión prohíbe juzgar, lo dice Jesús: “no juzguéis”. Bueno, pues no solamente juzgamos al de al lado, sino que muchas veces somos tan osados que hasta juzgamos a Dios y nos permitimos decirle que lo está haciendo muy mal:

– «Oye, conmigo lo está haciendo fatal, porque me ha pasado esto y lo otro y lo otro y lo siguiente…”, ¿no?

Y entonces Dios te puede decir: “Sí, te ha pasado eso, lo otro, lo otro y lo siguiente, pero es tu mayor bien”.

– ¡Es que no lo entiendo!

A ver… es que la fe, que va unida a la esperanza y al amor, tiene que hacerme confiar en Jesús. Esto es una cuestión de confianza y esto es don de Dios.IMG-20170426-WA0188-1 Esto es algo que lo único que podemos hacer es pedirle al Espíritu que nos toque por dentro y nos lo encienda. A ver… yo no sé lo que puede pasar en mi vida, ni sé lo que puede pasar en la vida de cada uno de vosotros… cada uno tiene sus historias, sus historietas, sus alegrías y sus dolores y sus sufrimientos y sus heridas. Yo solamente sé -y esto lo afirmo sin conoceros- que todo lo que pasa en vuestra vida, aunque os suponga un dolor, es fruto del amor de Dios, o sea, el azar no existe.

Aquellos que iban caminando y se marchaban, se encontraron con un peregrino que no sabían quién era… ¿por casualidad? ¡No! No hubo ninguna casualidad en este encuentro. Él salió, se hizo el encontradizo, porque quería estar con ellos, porque sabía que ellos necesitaban ese encuentro con Él. Luego en nuestra vida nada de lo que pasa, nunca, es por casualidad. Y os digo una cosa y lo puedo decir con experiencia de vida, no hablo de memoria: por doloroso que pueda ser lo que pase en vuestra vida, sea lo que sea, siempre es don, siempre es bendición y siempre es amor.

Y hay gente que cuando yo digo eso dice: “¡Jolín!, pues esto es amor apache…” Y yo digo: “Totalmente. O sea, te puede pasar de todo, pero es amor.” Y si lo vives con esa confianza, que ese es el fruto de la esperanza, el primer fruto; el fruto más elevado de la esperanza es esa confianza absoluta en Jesús, es que vas a ser invulnerable. Y esto, repito, que os lo digo con conocimiento de causa.

Cuando tú te fías de Dios y descansas en Él, nada ni nadie te pueden herir. Y esto es el primer fruto de la esperanza, de la confianza absoluta  en el Resucitado. Él camina conmigo, aunque a veces sea de una manera misteriosa e incomprensible, pero, aunque no lo comprenda, yo sé que Él me quiere. Y no tengo ningún derecho a dudar del amor de Jesús.

2 comentarios en “Camino de Emaús (II)

  1. Que fácil es escucharla Madre Olga,ahora la esperanza, esos deberes van a ser más difíciles, habrá días que serán coser y cantar,pero otros una cuesta bien empinada.Pero se intentará ,día a día se irá consiguiendo.Un abrazo.

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