Todos nos hemos topado alguna vez con la típica persona que ante una situación difícil o penosa escurre el bulto diciendo: “¡Ay, es que yo soy muy sensible!” Y yo me suelo callar, pero confieso que me brota espontáneo pensar: “¿y los demás? ¿seremos de porexpan?”
¿Qué sucede en realidad? Que éstos que son muy “sensibles” en realidad no lo son: son egoístas porque viven muy centrados en su sensibilidad y se preocupan muy poco de la sensibilidad del que está a su lado. Y… de la sensibilidad a la hipersensibilidad hay un pasito muy pequeño. La sensibilidad es una característica del ser humano, la hipersensibilidad ya no es buena y la susceptibilidad es nefasta.
Vamos a ver: la sensibilidad es la sensibilidad y es una realidad humana, pero no es tan importante. “¡Es que yo soy muy sensible hacia lo que me dicen!” Y… los demás también, lo que pasa es que a mí lo dicen lo mismo que te dicen a ti y no haga un drama griego, sino que simplemente me encojo de hombros y lo ignoro o -si puedo- me lo tomo a risa y lo dejo pasar. Con ese proceder evitamos caer en el victimismo.
El victimismo viene del egoísmo y de la susceptibilidad, que no tiene nada que ver con la nobleza de corazón, ni con sensibilidad profunda hacia las realidades que entretejen nuestra vida. Deberíamos tener la madurez suficiente para asumir el sufrimiento sin dramatismos absurdos, con naturalidad y elegancia. Un corazón verdaderamente sensible huye de exhibiciones espectaculares y melodramáticas de sus propios sentimientos y más aún de utilizar el sufrimiento como excusa o justificación.
Sucede además que las personas así de susceptibles tienen conflictos con todo el mundo, porque se sienten ofendidas a todas horas y por todo… Si pasa una mosca y no les saluda -os aseguro que a mí tampoco me saludan- se duelen y se sienten agraviados, cuando en realidad no existe una ofensa objetiva. ¡Somos así de absurdos!
Es bueno que salgamos de nosotros mismos y abramos nuestra mente para comprender que todos somos sensibles.Que la cuestión no estriba en sensibilidades más o menos pronunciadas, sino en sensibilidades diferentes. Yo no soy más o menos sensible que tú, sino que mi sensibilidad reacciona con fuerza ante determinados estímulos ante los que la tuya no reacciona y viceversa. Esto es así de simple y es una dinámica universal.
La cuestión no es decir que yo soy muy sensible, sino de preocuparme de las diversas sensibilidades de las personas que me rodean y tratar de hacerles la vida agradable evitando -en la medida de lo posible- aquello que yo entiendo que les puede molestar y potenciando aquello que sé que les puede agradar. Así de sencillo.
Hemos de cultivar una sensibilidad sana, proyectada al bienestar y la felicidad de los demás, con eso crecemos y maduramos como personas y nos vacunamos contra la susceptibilidad y el egoísmo.
La de veces que yo soy » sensible» .Menos mal que con los años me estoy volviendo algo más pasota
Vamos aprendiendo poco a poco Madre Olga,Es verdad que muchas veces viene alguien lamentandose y nosotros soltamos nuestro repertorio. una falta que espero subsanar mas pronto que tarde.Un abrazo
Interesante como punto de llegada, reconociendo que el asunto no es tan sencillo pasa por interioridad….
Muy bueno tu texto, muy cierto todo lo que dices. Cada día hay más susceptibilidad y sensiblería (egoísmo) y menos sensibilidad.