Muéstranos al Padre (V)

¿De quién es obra nuestra redención?

Nuestra salvación… ¿es obra solo del Hijo o de toda la Trinidad? ¿Es algo que se recibe enteramente en la historia o viene de más allá de la historia? En el capítulo quinto de la Carta a los Romanos encontramos una respuesta a estas preguntas que nos manifiesta una dimensión nueva, trinitaria, de la Salvación y de la Pasión misma de Cristo. En Romanos 5, 6-11 y luego Romanos 8, 32 el Apóstol nos habla del amor de Dios Padre para con nosotros, como de la fuente última de donde ha brotado la Redención.

La Redención –esto no creo que necesite mucha explicación– es fruto del amor del Padre. El Padre nos ve apartados de Él para siempre por el pecado, apartados de Él sin remedio y su propio Corazón de Padre, su propia esencia de ser Padre –Dios es amor y es bondad– le hacen no poder resistir  esa situación. Porque, vamos a ver -esto es un poco complicado de explicar pero es una realidad– Dios en Sí mismo es feliz, Dios a nosotros no nos necesita para nada. En cuanto Dios, en la Trinidad, Él es feliz. El Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, en su vida intratrinitaria, son familia, viven en un intercambio de amor y de felicidad, infinito, perpetuo, continuo, eterno… Por lo cual, no necesitan nada de nosotros y se podía haber dejado todo como estaba: nosotros lejos de Dios para siempre, condenados a una muerte eterna y Dios iba seguir siendo igual de feliz con nosotros que sin nosotros.

Pero Dios tiene un «defecto». Y es que, al ser amor y ser nosotros objeto de su amor, ya no puede quedarse así porque… si Él nos ama y no se compadece de nuestro estado de muerte… significaría que Dios no es bueno o que no nos ama. Si nos ama y amándonos nos desea con Él, a su lado, como es normal… cuando tú amas deseas que el ser amado esté contigo, ¿no?, que el objeto de tu amor esté a tu lado, esté contigo… Si nos ama y quiere que estemos con Él y nos ve para siempre lejos de Él, condenados a muerte, en una infelicidad total… ¿qué hace? El amor le “obliga” a “DISCURRIR ALGO” algo para sacarnos de esa situación. Entonces Dios Padre “piensa” en la Redención, desea la Redención. Luego la Redención es el resultado del Amor del Padre. Y en esa Redención, Él se juega todo, entrega todo, no escatima a su propio Hijo sino que lo entrega por todos nosotros.

 

 

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