¿Llaga gloriosa o sangrante?

Si tenemos cuidado y ponemos atención, fácilmente escucharemos al Señor que nos habla bajito al corazón, y nos dice por boca del profeta Isaías: “Mira, en las palmas de mis manos te llevo tatuada.”

Y cuando pienso en estas palabras y miro al Corazón de Jesús, yo veo que en las palmas de sus wp-1472314877207.jpgManos, tiene dos llagas, dos heridas. Dos heridas que no se curan, que siempre están ahí, como el tatuaje. El tatuaje no cambia, no se borra, permanece. Las heridas normalmente se curan y al final se cierran, si acaso… queda una cicatriz. Pero yo veo que en las palmas de las Manos de Jesús, donde yo estoy tatuada, hay dos heridas que no se cierran nunca. ¡Y he pensado mucho en eso!

Yo estoy tatuada en las palmas de las Manos de Dios Hombre, de Jesús, y permanezco ahí grabada para siempre. Y a veces, me he sentido extraña pensado en esas heridas, y me he preguntado a mí misma: “¿Qué soy yo en la palma de la Mano de Jesús? ¿Una herida sangrante, algo que tiene ahí presente todo el tiempo y le está doliendo continuamente? ¿O, por el contrario, soy una llaga gloriosa, resplandeciente, una llaga que ha sido salvada, redimida y que permanece ahí, pero ya no duele, sino que testimonia la gloria de Dios?… ¿Cómo soy yo en la palma de la Mano de Jesús?… ¿Qué clase de llaga soy yo? ¿Una llaga dolorosa, sangrante, que le duele a Él continuamente? ¿O una llaga que ya ha sido salvada, glorificada, y le embellece?…

Algunas veces me he preguntado: “Si Jesús ya está glorificado, ya ha resucitado, ¿por qué en su carne resucitada conserva sus heridas, sus llagas, aunque sean gloriosas?” Y parece ser que el sentido es el de indicar hasta dónde nos ha amado, hasta dónde le ha conducido el amor… ¡y cómo el amor ha vencido! Y las llagas nos lo recuerdan, no desaparecen, porque son testimonio wp-1472737207829.jpgde la Pasión de Jesús, de lo que Él ha padecido por amarnos y que esas llagas ahora puedan ser gloriosas, resucitadas, llenas de belleza.

De igual manera, el Corazón de Jesús aparece rasgado, llagado. Yo os invito esta noche en la Hora Santa a adorar cada una de estas llagas y a rezar intensamente, para que las llagas del Cuerpo de Jesús, las llagas de sus Manos, la llaga de su Corazón, dejen de ser llagas dolientes y pasen a ser llagas gloriosas, vivas para siempre, resucitadas… ¡Hay tantos y tantas hermanos y hermanos nuestros que son heridas abiertas y sangrantes en el Cuerpo de Cristo! ¡Tantas llagas…!

Él permanece en silencio: no grita a los cuatro vientos su dolor, pero no quiere decir que no le duela. Viene ante nosotros y nos presenta sus Manos, su Corazón…, sus heridas, las que le duelen y las que son gloriosas… ¡todas! Y tenemos que adorarle y glorificarle en esas llagas que ya no le duelen y son bellas y son gloriosas; y aliviar, suavizar, tratar de curar las llagas sangrantes que le siguen doliendo hoy… ¡tantas y tantas
ofensas de Dios que son heridas sangrantes, que están ahí, que son reales y le siguen doliendo…! Tenemos que luchar y orar: orar intensamente, para que esas llagas sangrantes pasen a ser llagas gloriosas, de una manera misteriosa pero real.

El pecado que ahora le hiere,  con el que puedo ahora yo puedo herir a Dios o ya le estoy hiriendo, es ahora mismo una herida sangrante en su Cuerpo. Pero, si yo reconozco mi pecado, pido perdón profundamente arrepentida, acudiendo a la misericordia de Dios, esa llaga dolorosa y sangrante cambia y pasa a ser una llaga gloriosa, que ya no duele; y glorifica y embellece a Dios, porque resplandece su misericordia, su bondad y la grandeza de la Redención.

Tenemos que orar intensamente para que las llagas sangrantes del Cuerpo de Jesús se conviertan en llagas gloriosas, en llagas de triunfo, en llagas de Resurrección, de vida eterna, que den testimonio del amor de Jesús, de que Él es nuestrowp-1472314507158.jpg Dios, de que es nuestro Señor, de que Él ha vencido.

Todos podemos conocer a alguien que, en este momento, puede estar siendo una llaga sangrante para Jesús. Pongamos especial cuidado en curar esa llaga. No ahorremos esfuerzo ni sacrificio ni oración para curar a estas llagas, en concreto esa llaga sangrante que yo sé que ahora a Él le duele… Y centremos nuestra oración, nuestros pequeños sacrificios, nuestra pequeñas renuncias, en curar y aliviar ese dolor de Jesús, como hizo Teresita con Pranzini o con Jacinto Loison, con cosas muy pequeñas, pero que tienen un valor infinito, como una sonrisa, una palabra amable… la dulzura, que es la quintaesencia de la caridad… la bondad, los mil pequeños servicios que podemos prestar con agrado, con alegría, sin que apenas se noten… pero que a Jesús le alivian tanto.

Cuando se trata de amar, ningún gesto es pequeño. Para amar, cualquier detalle sirve, Para aliviarle a Él, cualquier pequeñez -si se hace con amor y con esa intención- tiene un valor infinito. Son -lo dice también Teresita- las «nadas que agradan a Jesús más que el imperio del mundo”.

¡No nos cansemos nunca de ser buenos, de hacer el mayor bien posible! Quizás a veces nos tomen por ingenuos, por tontos… ¡no importa! No hay que rendirse, no hay que cansarse. Para Jesús no somos ingenuos ni somos tontos, ¡somos su bálsamo y su consuelo! Y eso es lo único que importa: el valor de nuestra vida y de nuestros actos a sus Ojos, ante su Corazón.

3 comentarios en “¿Llaga gloriosa o sangrante?

  1. Madre . Olga si subiera el bien q nos hace estas reflexiones. yo en lo personal la leo ( diario) y la practico. Cambia mucho mi vida espiritual. Dios y la Virgen la bendigan.

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