Muéstranos al Padre (XXII)

El otro día concluimos la Compasión del Padre y veíamos como Dios compadece el Hijo en todo y la Pasión cruenta se hace realidad en la Persona de Jesús, se hace carne en la Persona de Jesús pero primero sucede en el Corazón del Padre, en la Intimidad del Padre.

Y luego, en relación a la figura del Padre, hay un punto delicado que es el del amor y la obediencia: cómo se conjugan el amor y la obediencia. Ese es el punto más delicado para tratar, porque es aquel desde el que ha nacido la imagen del Padre cruel e implacable para con su Hijo Jesucristo. El tema de la obediencia es el que nos ha hecho ver a Dios Padre con alguien duro e insensible, camino_en_bosque_amarillo_1024x768que exige una obediencia del Hijo y una obediencia pormenorizada y entonces… de ahí se deriva esa imagen de un Padre cruel y sin entrañas.

¿Qué pasa? Que la Teología formula principios y conceptos, pero claro: los conceptos teológicos luego hay que hacer que bajen de aquí (en la cabeza, en la razón, en el intelecto) aquí (al corazón, a la vida) porque si se quedan sólo aquí (en la razón) se estereotipan, se milimetran y al final no dejan de ser conceptos y no se hacen vida. Y sí que es verdad que la Teología dice que, cuando se infiere una ofensa a Dios, hay que reparar esa ofensa en estricta justicia. Es verdad que la Teología Moral lo dice. O sea: que si yo –por decirlo de alguna manera muy burda, muy burda, ¿eh?– si yo a Dios le he robado diez, le tengo que devolver exactamente los diez. Si tienes en cuenta que cualquier ofensa a Dios es una ofensa infinita… pues ¡a ver quién es el guapo que puede reparar esa ofensa infinita…! “¡Hombre…! ¿Por qué va a ser una ofensa infinita?  Sí: ha sido un pecado pero tampoco no ha sido la barbaridad del siglo, ¿no? Y dices: pues “bueno, es un pecado grave efectivamente; la materia es grave porque no ha robado diez, sino trescientos mil”.

Pero el problema no es lo que has robado -que eso hace que un pecado sea grave o leve– el problema es quién es el ofendido. El ofendido no es la persona a quien he robado, el ofendido es Dios siempre. A quien ofende el pecado es a Dios, el b0bf354918650bccd2d17b3a31b539e8pecado va directamente siempre contra Dios. Entonces el lío viene cuando nos quedamos a contemplar la dignidad del ofendido. Porque no es lo mismo hacer una ofensa a un niño pequeñito que ni se entera, tener una incorrección con un niño pequeñito, una indelicadeza con un niño pequeñito, que tener una indelicadeza con el Papa, por ejemplo. El Papa tiene una dignidad mayor, con lo cual la gravedad de la ofensa es mayor. Pues en el pecado es lo mismo. Yo, a cualquier hermano que ofendo, le estoy ofendiendo pero no es la misma gravedad que yo vaya contra uno de mis iguales que el hecho de que yo vaya contra Dios. Y es que el pecado, aunque sea a través de uno de mis iguales, siempre va contra Dios. El pecado es una ofensa a Dios por lo tanto siempre la dignidad del ofendido es infinita.

Entonces nos encontramos -o se encuentran los teólogos que a mí ya me lo dieron hecho– con el problema de cómo reparar en estricta justicia, de verdad, eso que se ha hecho mal. Porque a uno que es igual a mí pues… con más o menos esfuerzo… puedo reparar el daño que le he hecho porque estamos en el mismo plano. Pero cuando tú ves que la ofensa va contra Dios, la herida va contra Dios… ¡es que Dios no está en mi mismo plano! Entonces… ¿cómo lo arreglo?

Por eso es necesaria la Redención: porque tiene que venir uno que pueda reparar en estricta justicia y para poder reparar en estricta justicia tiene que ser de la misma dignidad y de la misma altura que Dios. Ningún hombre puede reparar en estricta justicia; sólo Dios puede reparar en estricta justicia la ofensa que se ha inferido a Dios. Entonces viene la Encarnación porque es Dios reparando a Dios, pero con una naturaleza humana.

Y ¿por qué tiene un valor infinito la Pasión de Cristo y toda su vida en cuanto a acto reparador? ¡Porque es Dios! Con lo cual la dignidad de todo lo que hace Jesús es dignidad de Dios, porque esos actos son divinos a la vez que humanos. Por tanto el único que puede reparar en estricta justicia la ofensa inferida al Padre es otro hombre, pero que sea Dios porque, si es solo hombre como cualquiera de nosotros, no puede, y si es sólo Dios ¿cómo? Pues encarnándose, tomando nuestra naturaleza humana y siendo hombre y Dios al mismo tiempo. Como es hombre, repara lo de los hombres; pero como es Dios, repara a la altura de Dios. Esa es la idea genial que tuvo Dios para poder arreglar la situación, porque no tenía arreglo. Fue Dios el único que la pudo discurrir, pensar y realizar: la reparación del mal infinito que se había inferido a Dios por medio de la Redención.

Jesús sabe que, para que la Redención sea verdadera y efectiva, tiene que reparar todo y es Jesús quien lo quiere, no es que el Padre exija ahí hasta el último céntimo de lo que debemos. img-20160103-wa0108.jpgEs Jesús quien quiere dar hasta el último céntimo de nuestra deuda –por decirlo de alguna manera en términos económicos, ¿no?- Si todos esos deben ochocientos cincuenta y cuatro, Jesús quiere devolver al Padre hasta el último céntimo para que de verdad nos quedemos absolutamente libres. Por eso nos ha liberado, pero no es que el Padre exija, sino que Jesús sabe que la única manera de que estemos libres es reparando en estricta justicia el mal que se ha causado. El Padre lo desea, pero igual o más que el Padre, lo desea Jesús; no es que el Padre exija y Jesús tiene que dar sí o sí. ¡¡No!! El Padre lo espera, porque es una cuestión de justicia, y Jesús quiere que eso sea así, Jesús lo desea. Por esto tenemos que desterrar esta imagen cruel del Padre implacable que exige hasta el último céntimo, porque esta imagen es una deformación, no es la verdad… ¡No es así!

2 comentarios en “Muéstranos al Padre (XXII)

  1. Madre, se me grabó muy bien cada una de sus palabras, ¡ tan clara, tan exacta ! para explicarnos la verdad sobre la Redención.
    Yo creo que en la medida en que nosotros comprendamos cuán grande ha sido el pecado del ser humano, llegaremos a entender el sacrificio de Jesús en la cruz como la única forma de reparación.
    ¡¡ Si comprendiéramos el Amor que nos tiene el Padre !!, nos horrorizaríamos hasta de las más leves ofensas.

    Siempre he experimentado una fuerza nueva, y mayor luz en mi mente, a través del Sacramento de la Reconciliación, una se renueva interiormente, se acrecienta una mayor comprensión de la grandeza de Dios, del Amor que El nos tiene; luego viene una gratitud inmensa hacia el Padre Dios.
    Dada nuestra fragilidad debemos permanecer en constante » sintonía » con los Sacramentos, pues cuando se está en gracia de Dios, comprendemos mejor el Amor del Padre y del Hijo, y cualquier penitencia se hace pequeña, cualquier sacrificio se hace llevadero, ¿ qué hubiése sido de nosotros sin la misericordia del Padre ?, y sin la muerte de nuestro amado Jesús en la cruz ?, hubiéramos quedado a la deriva, sin esperanzas, entonces si tendríamos que haber dicho ¿ dónde está el amor del Padre ?
    ¡Gracias a Dios que nuestra realidad es otra, que tenemos posibilidad de salvación por la crucifixión de Nuestro Señor Jesucristo !

    Gracias, Madre Olga María del Redentor
    gracias , gracias.

    M.Eliana

  2. Profunda e impactante la meditación de hoy!!
    Es el mismo Dios hecho hombre en la persona de Jesucristo, la víctima propicia para Inmolarse por los hombres.
    Jesucristo que como verdadero hombre puede cargar con los pecados de los hombres y como verdadero Dios, tiene poder para presentarse ante el Padre y
    Reparar la ofensa de todos!!
    Es tremendamente conmovedora está realidad :
    Dios hecho hombre, Dios amándonos a todos con un corazón de hombre , en el que está encerrado todo el Amor infinito de de todo un Dios!!!
    Qué gran misterio de Amor es la Redención !!!

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