Nuevas corrientes espirituales y nuevas herejías
Pero como todo eso ya estaba muy claro, vinieron Tertuliano y Orígenes y pusieron la fe de la Iglesia en orden, pues apareció otra herejía nueva. O sea: cuando las cosas están en orden viene alguien, la lía y entonces otra vez nos ponemos las pilas y volvemos a poner las cosas en orden. En la Iglesia es así, llevamos así desde el principio…
Quiero decir que es normal. No pasa nada, siempre y cuando hagamos y acojamos lo que la Iglesia dice, no lo que dicen los herejes. Vuelve a aparecer una herejía inspirada por la Biblia… que negaba la distinción del Padre y del Hijo y entonces negaba la existencia de la Trinidad; con lo cual es ya herejía de raíz porque, si negamos que Dios es Trino, estamos negando una verdad substancial, fundamental y básica de nuestra fe. Esta herejía negaba la distinción entre el Padre y el Hijo, negaba -en definitiva- la Trinidad. En la perspectiva de esta herejía, puesto que no hay en Dios más que una Persona, decir que el Hijo ha padecido es lo mismo que decir que el Padre ha padecido y que el Espíritu Santo ha padecido; cambia los nombres pero no la persona.
Fueron llamados por sus adversarios “patripasionos” (los que atribuyen la Pasión al Padre). En todo caso esta era una idea bien diferente de la correcta, según la cual el Padre, siendo Padre, participaba de la Pasión del Hijo siendo Hijo, es decir: siendo distinta persona. El Hijo sufre como Hijo y el Padre sufre como Padre –esa es la verdad de nuestra fe– y estos decían que no, que como todos eran uno, los dos eran uno, era todo lo mismo.
Y como suele ocurrir en esos casos -y por eso es importante tenerlo en cuenta– el rechazo de la herejía comportó también el rechazo de la verdad precedente como queriendo evitar cualquier pretexto para la herejía. Para que no vuelvan a decir eso ni cosa parecida, vamos a no negar, pero sí tapar lo anterior, para que no suene tanto. Entonces negamos -o por lo menos hacemos que la Iglesia deje muy orillada la idea de la compasión del Padre- con lo cual no damos lugar a la herejía.
Volvemos al tema de que a Dios Padre no le afecta demasiado la Pasión del Hijo y eso es mentira, pero lo otro se orilla para no dar lugar a la herejía. Resulta que a partir de ese momento se habla de la Pasión diciendo que es el Padre quien la quiere y el Hijo quien la sufre. Esto es verdad: el Padre quiere esto, Él quiere la Redención y el Hijo la sufre, porque el Hijo es quien en su propio cuerpo la vive; pero no es toda la verdad, la verdad es lo anterior: que el Padre la quiere pero también la sufre, y el Hijo la sufre pero también la quiere. Pero para evitar el lío de la compasión del Padre, dicen que el Padre es el que la quiere y es el Hijo quien la sufre.
Esto es un proceso de adaptación que llevó varios siglos y llegó a la espiritualidad que arraigó en la Iglesia durante muchos siglos, y la idea bíblica del sufrimiento de Dios y de la compasión de Dios se deja de alguna manera sacrificada y tapada, para evitar esas herejías. Se saca a flote la idea griega de la impasibilidad de Dios, la destacan… O sea: vamos a volver a decir que Dios es impasible, para evitar algunas herejías, aún a costa de alguna inexactitud. Y durante muchísimos siglos la Iglesia ha vivido en esa realidad -y sigue viviendo- porque también es verdad que es impasible, pero no destacando el atributo de la impasibilidad y diciendo que Dios no padece, que el Padre no ha padecido.
A ello contribuyó también, sobre todo, el hecho de que, en algunos ambientes, a partir del siglo V o VI la impasibilidad -los griegos lo llaman apatía (apatheia)– se convierta en algunos ambientes monásticos como el ideal a conseguir. Los primitivos monjes, por lo que cuentan, pues… su ideal era tener un dominio total y absoluto del dolor, del propio cuerpo, de las propias pasiones… algo parecido al nirvana –yo no veo muy cristiano esto, pero era así- y durante muchos siglos ha sido el ideal de la vida monástica: llegar a un dominio absoluto de la propia naturaleza, y no sentir y no padecer nada… Llegaron a considerar esto como el ideal ascético más elevado, el vértice de la santidad. Durante muchos siglos el ideal de vida monástica era ese y la ascesis de los monjes era conducida a esto.
La consecuencia inmediata fue una imagen de Dios deformada; que la imagen de Dios que había delineado la Tradición asumiera -en contra de las intenciones del Concilio de Nicea y de Constantinopla- las trabas típicamente griegas de una divinidad inmóvil, inalterable, apática, que no siente, que no padece, y entonces no ama así, como hombre. Dios ama -dice San Juan que Dios ama- pero Dios ama conceptualmente: como es el Logos, es el Verbo… Y ahí viene la ley del péndulo, vamos otra vez al otro extremo: todo bajo control para evitar herejías, ¿no? Pero bueno… la historia de la Iglesia y de la espiritualidad es así y es conveniente saber que esas cosas pasan. La fe, la Iglesia, ha seguido profesando siempre -a pesar de todo esto- la doctrina del sufrimiento de Dios en Cristo, manteniendo la antigua afirmación de que Dios ha padecido.
Lo que pasa es que, durante muchos siglos, hemos dicho que Dios ha padecido en Cristo como si el Padre nunca hubiera padecido. El sentido de esta afirmación dogmática es que Dios ha sufrido en la carne. Nosotros sabemos, por la Teología, que quien ha sufrido en la carne es la persona del Hijo, luego Dios. Uno de la Trinidad ha sufrido y si uno ha sufrido, toda la Trinidad ha sufrido. Hay una cosa que he aprendido hace poco que se llama “pericolesis”, que es la mutua compenetración de las Tres Personas Divinas; o sea: las Tres Personas Divinas están tan compenetradas entre Sí que, lo que uno vive, lo viven los Tres.
En nuestros días, tras el prolongado silencio sobre el sufrimiento de Dios Padre, asistimos a un nuevo florecimiento de esta verdad en la conciencia de la Iglesia y es un auténtico signo de los tiempos haber vuelto al antiguo ideal de la compasión del Padre, que es la verdad. Además… que nunca la Iglesia lo ha negado, solamente lo ha tapado un poco para que la gente no se hiciera líos. Por eso, a lo largo de los siglos, se ha ido deformando la figura del Padre, se le ha visto lejano… Se le llama padre como si se le llamara tío o tatarabuelo; porque no nos presentaban la imagen de un padre -un padre tierno y amoroso- lo que es un padre, lo que yo entiendo por un padre ¿no? A mí, si me pides que explique mi concepto de padre… para mí la palabra padre tiene un montón de connotaciones de ternura, de cariño, de serenidad, de seguridad… Todo eso se aparcó para ir presentándolo más viejo que Matusalén, anciano, en su trono… No le pasaba nada, ni siquiera padecía, desde allí gobernaba todo y el Espíritu Santo volaba y el Hijo se lo curraba… Es la idea que nos han vendido durante muchos siglos y no es la verdad.
Es una gran verdad, lo que usted nos dice, querida madre Olga María, yo por mucho tiempo,( años ) tuve la impresión de Dios como un Ser más lejano….. en la catequesis de primera Comunión, durante mi infancia, aprendíamos de memoria el catesismo, debíamos recitarlo, y en cuanto a la Santísima Trinidad, debíamos decir siempre » son tres personas distintas y un sólo Dios «, pero la verdad es que me costó harto llegar a comprender ese Misterio, precisamente porque se nos hablaba poco o casi nada de El, el sacerdote nos mostraba una estampa representando a la Trinidad : con Dios » viejito » de pelo blanco en lo más alto, más abajo una paloma, Espíritu Santo que a su vez permanece sobre la cabeza de Jesús crucificado; la primera impresión que se me viene es que sólo Jesús sufre, se le caracteriza con la muerte y el dolor de estar traspasado, clavado, mientras que el Espíritu vuela y el Padre se muestra como una » divinidad inmóvil «. Es una imágen que no deja de ser bella, pero siento yo, no corrige la cercanía del Padre ( es una opinión mía muy personal )
Luego después de haber estudiado teología fundamental, llegué a comprender mejor la realidad de Dios UNO Y TRINO, ¡ que es maravillosa !, pero aún hasta estos días tengo la percepción de que no se le ha hecho justicia a la tremenda Imágen del Padre.
¡ Tan grande es el Amor del Padre por el Hijo, y el del Hijo por el Padre !, que, fluye, y refluye vibrante el Espíritu Santo nacido entre Ambos ! , es mi forma humana y limitada de expresarlo.
Los Tres constituyen ser Personas, lo que vive y siente el Hijo, lo vive y siente el Padre, y el Espíritu Santo, nunca hay ni habrá visos de distancias o separación en esta unión entrañable de la SANTÍSIMA TRINIDAD !!. ninguno disminuye la esencia ni el ser del otro, y cada cual opera en nosotros a la vez de forma «diferente» que para nuestro bien el Padre nos ama infinitamente, su Hijo nos redime hasta dar la vida por cada uno de nosotros, y el Espíritu Santo nos santifica.
Nunca estuve plenamente de acuerdo con el uso del «silicio» y de la » disciplina » usado por los monjes y monjas de antaño, si bien cada uno expresa su amor a Dios de a acuerdo a su propia convicción personal, y forma, o según lo mande su santa regla ; yo siento en mi corazón que El me dice, más vale una obra de caridad hecha de verdad, que todo el sacrificio del mundo.
Por gracia de Dios he comprendido que antes de optar por la ascesis que moldeará en mí una imágen y un comportamiento petreo, antes me debo a mi prójimo en misericordia y caridad.
Dios, es un Padre amoroso,¡¡¡ tremendamente cercano !!! que abre sus brazos cuando lo buscamos, quiere nuestro bien, y más allá de la muerte quiere nuestra salvación eterna.
Gracias, Madre Olga María por entregarnos su sabiduría , gracias, gracias.!!!!
M.Eliana