Dios ha escogido para Sí el sufrimiento
Nosotros no podemos admitir que Dios no sufra. San Pablo habla incluso de la posibilidad de entristecer al Espíritu Santo cuando dice: “No contristéis al Espíritu Santo de Dios” (Ef. 4). Para un Dios que es Amor, el sufrimiento y la pasión son más apropiados que la impasibilidad. No podemos decir que es Amor y que no siente ni padece. Él sufre una Pasión de Amor, una Pasión que procede del hecho de que Él ama y ama de verdad, porque el que no ama de verdad tampoco sufre o por lo menos no sufre por amor. Sufre por otras razones: el que no ama de verdad sufre por su propio egoísmo. Pero el que ama de verdad sufre, porque amar significa sufrir, no se puede amar y no sufrir. Hay gente que dice “¡Ay, yo no quiero sufrir!” “Pues métete en una burbuja y que te cunda la vida, porque si quieres querer a alguien vas a sufrir siempre.” ¡Es imposible amar sin sufrir!, no se ha inventado.
Mirad: una madre desde el punto y hora que concibe un hijo, aunque no le haya visto todavía, ya sufre por él, porque le ama desde el momento que le tiene en sí y empieza a sufrir desde el momento en que se preocupa de: “¿estará bien?, ¿estará sano?, ¿va todo bien?, ¿cuando va a nacer?, ¿cómo va a nacer?…” Le está amando y como le está amando ya está sufriendo. ¡Es que es inevitable!
Cuando hay gente que se pone de puños y chilla: “¡Yo no quiero sufrir!” Y le dices: “Pues… pues nada. Sigue, sigue, que el empeño es sano… Verás tú qué bien te acabas desquiciado de los nervios” ¡Claro!… porque el que no quiere sufrir sufre veinte veces más, porque en ese no querer sufrir ya está sufriendo… entonces esto ya es inacabable. Además… es sufrimiento estéril, absurdo y vano, porque ese sufrimiento no tiene sentido. El único sufrimiento que tiene sentido es el que brota del amor y de la donación; el sufrimiento que se deriva del propio egoísmo es sufrimiento, pero es sufrimiento atroz y estéril. El sufrimiento, si no va revestido de amor, no sirve para nada, simplemente es sufrir por sufrir; mientras que, si lo revestimos de amor, lo llenamos de amor, sufrimos con amor y por amor, y tiene un sentido y un valor infinitos.
Las palabras “pasión” y “sufrimiento” aplicadas a Dios, tienen un significado propio diferente a cuando las aplicamos a nuestro lenguaje humano. ¿Por qué? Porque el sufrimiento de Dios –y esto es único en la fe de los cristianos– es infinitamente libre; el nuestro no. El sufrimiento mío puede ser libremente aceptado pero mi sufrimiento no es infinitamente libre igual al de Dios. Yo no vivo el sufrimiento porque escojo el sufrimiento, que es lo que hace Dios; yo tengo que sufrir porque mi condición humana y mis límites implican sufrir muchas veces. No queda más remedio, soy humano… Si hace frío, tengo frío; entonces puedo aceptar el frío y puedo hacerlo un trampolín y ser feliz con el frío que tengo, pero no lo puedo quitar. Sufro porque no me queda más cáscaras, porque soy un ser humano y la vida humana y la naturaleza humana llevan implícito el sufrimiento. Otra cosa es que ese sufrimiento lo vivimos desde la fe, intentemos darle un sentido, sacarle jugo a la vida y vivir felices en medio de todo eso. ¡Vale! Eso es otro tema. Pero en definitiva, hay que sufrir porque no hay más cáscaras, es que no hay… “¡Es que no quiero sufrir!” Pero ¡que es inútil! No te empeñes que vas a sufrir.
¡En Dios no es así! Dios es infinitamente feliz en Sí mismo y Él, sí: escoge sufrir, Él sufre porque quiere amarnos, Él sabe que ese amor le va a traer sufrimiento. Él sí lo escoge, los demás nos aguantamos, por lo que intentamos poner al mal tiempo buena cara y a llevarlo lo mejor posible. Pero ¡Él no! Él es el único que libremente escoge el sufrimiento y escoge el sufrimiento sin necesidad ninguna de escogerlo, sabiendo lo que hace. Es un acto libre -todos los actos de Dios son libres– pero este es el que le diferencia de todos los demás dioses.
Y esto no es ninguna tontería, es súper importante. Porque ¿qué diferencia a nuestro Dios de los demás dioses? Que es Amor y al ser Amor libremente escoge amar y, por lo tanto, libremente escoge la Pasión y el sufrimiento sin ninguna necesidad. Y esta opción de Dios, el hecho de que haya escogido el sufrimiento, no merma para nada ni destruye el resto de los atributos divinos: sigue siendo omnipotente, sigue siendo omnisciente, sigue siendo impasible, sigue siendo inmutable, sigue bastándose a Sí mismo, sigue siendo Dios infinito en todos sus atributos. O sea: el hecho de que Dios sufra no es -como decían los filósofos- un menoscabo, un desdoro en Él… ¡¡No!! Es una demostración de lo que es una voluntad infinitamente libre para amar infinitamente. Esa es la demostración: y Yo lo quiero y hago esto porque lo quiero hacer. Es una muestra de la Omnipotencia de Dios, quiere hacerlo y lo hace sin necesidad. El acto libérrimo -el acto más libre de todos los tiempos- es el hecho de que Dios haya querido sufrir por amor a nosotros. No le quita nada de sus demás atributos, al contrario, los enaltece, los levanta. Esto es lo que San Gregorio Taumaturgo, discípulo de Orígenes, denomina la Pasión del Impasible.
Una radical incapacidad para sufrir constituiría para Dios una limitación. Dios no puede sufrir -según lo que decían los platónicos- eso es limitar a Dios y sería un signo de falta de libertad en Dios. Sería un menoscabo, Dios puede también -si quiere- sufrir y, puesto que ama, lo quiere y lo hace. La Pasión de Dios es signo de gran soberanía y un poder infinitos no menos que sus demás perfecciones.