Segundo grado de oración: regar con noria

 

En la segunda forma o grado de oración “se saca el  agua con una noria”, nos dice Santa Teresa, “con noria y arcaduces que se saca con un torno, yo lo he sacado hartas veces, es a menos trabajo y sácase más agua” (Vida 14, 1)

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En ese momento, el orante experimenta en sí unos gustos y unas consolaciones muy particulares que no vienen procurados de ninguna manera por su mucho discurrir o meditar en las cosas de Dios. Esta consolación no la produce uno mismo con su propia reflexión, con su propia meditación. Aunque aquí no se debe dejar del todo la oración mental, la meditación.

Santa Teresa nos dice que hay una oración que se llama “oración de quietud” que es precisamente una comunicación de Dios al alma en la que  la persona siente en sí un recogimiento hacia el profundo de su ser, en el que la voluntad siente y goza claramente de unos gustos, de unos consuelos, de un sentimiento de plenitud, de estar cerca de Dios que nunca antes había conocido en ninguna cosa de este mundo. Es algo totalmente diferente a todo lo experimentado hasta este momento, tanto que no se querría bullir. “Aquí se comienza, dice la Santa, a recoger el alma, toca  ya aquí cosa sobrenatural porque de ninguna manera puede ganar aquello por diligencias que haga” (Vida 14, 2)

 Es algo que efectivamente nunca podríamos conseguir por nosotros mismos y que trae consigo una profunda consolación, una noticia de amor que hasta ese momento nunca fue experimentada, nunca fue conocida y que viene dada, que es regalada, que nunca no puede procurar por sí misma.

Es cosa sobrenatural, es decir, está por encima de todo lo que el hombre puede y es capaz, viene de Dios porque se comunica al alma y quiere que el alma sienta como se le comunica. Dios actúa directamente, directamente incide en la voluntad intensificando el amor. Dios cautiva, en este punto, Dios cautiva. Y dice Santa Teresa: “¡Oh Jesús y Señor mío! ¡qué nos vale aquí vuestro amor!, porque éste tiene al nuestro tan atado que no deja libertad para amar en aquel punto a otra cosa sino a Vos” (Vida 14, 2). ¡Es preciosa esta afirmación de la Santa! “¡Tiene nuestro amor tan atado que no deja libertad para amar a otra cosa sino a Vos!” ¡Qué bonito, qué preciosidad! ¡Ojala que todos nos veamos en ese punto en que no podemos amar a otra cosa sino a Dios!

jardines-aptos-para-alergicos2Dios cautiva y la persona ve en sí con certeza que el Señor estuvo en ella, tiene clara esa noticia, lo sabe con seguridad. Al mismo tiempo, va creciendo en las virtudes, dice Santa Teresa que va perdiendo codicia de lo de acá, va perdiendo interés por todo lo de este mundo. ¡No es pasotismo, no es  indiferencia! Es que su corazón ha gustado ya otra cosa y lo de aquí se torna insípido, se vuelve insustancial. Además va buscando  y desea  tener rato de soledad para gozar más de aquel bien, de ese encuentro, porque nos dice la Santa, que comienza el Señor a encender el verdadero amor suyo. El alma siente en sí que la oración  es principio de todos los bienes y por nada querría dejarla.

Ese segundo grado de oración lo trata Santa Teresa en los capítulos 14  y 15 del Libro de la Vida. Vamos a leerlos y a comentarlos.

Capítulo 14

Comienza a declarar el segundo grado de oración, que es ya dar el Señor al alma a sentir gustos más particulares. – Decláralo para dar a entender cómo son ya sobrenaturales. – Es harto de notar.

Pues ya queda dicho con el trabajo que se riega este vergel y cuán a fuerza de brazos sacando el agua del pozo, digamos ahora el segundo modo de sacar el agua que el Señor del huerto ordenó para que con artificio de con un torno y arcaduces sacase el hortelano más agua y a menos trabajo, y pudiese descansar sin estar continuo trabajando.

Pues este modo, aplicado a la oración que llaman de quietud, es lo que yo ahora quiero tratar.

Aquí se comienza a recoger el alma, toca ya aquí cosa sobrenatural, porque en ninguna manera ella puede ganar aquello por diligencias que haga. Verdad es que parece que algún tiempo se ha cansado en andar el torno y trabajar con el entendimiento y henchídose los arcaduces; mas aquí está el agua más alto y así se trabaja muy menos que en sacarlo del pozo. Digo que está más cerca el agua, porque la gracia dase más claramente a conocer al alma.

Esto es un recogerse las potencias dentro de sí para gozar de aquel contento con más gusto; mas no se pierden ni se duermen; sola la voluntad se ocupa de manera que, sin saber cómo, se cautiva; sólo da consentimiento para que la encarcele Dios, como quien bien sabe ser cautivo de quien ama. ¡Oh Jesús y Señor mío! ¡qué nos vale aquí vuestro amor!, porque éste tiene al nuestro tan atado que no deja libertad para amar en aquel punto a otra cosa sino a Vos.”

En este párrafo Santa Teresa nos está hablando ya de la oración de quietud.  La oración de quietud es una oración como ella dice, que es una cosa sobrenatural, es ya una oración mística o infusa que viene directamente del Espíritu Santo, es una acción dinámica del don de sabiduría.

Nos dice que las potencias no están suspendidas ni absortas. La oración de quietud es un recoger de las potencias dentro del alma, dentro de sí para gozar de aquel contento con más intensidad, para gozar de este don de Dios con más intensidad. Pero nos dice Santa Teresa que solo la voluntad es la cautiva.

Las potencias no quedan suspendidas, esto solo sucede en el cuarto grado de oración o cuarta agua,  en el  éxtasis, ahí es donde las potencias quedan totalmente suspendidas y se pierden. Tampoco están absortas, esto sería propio del tercer grado de la oración o tercera agua, donde quedan dormidas, en lo que se denomina “el sueño de las potencias”.

Solamente la voluntad es la que está cautiva, la voluntad es suavemente introducida en un ocio santo, en una suavidad sabrosísima.

582443-1024x768-lake-dunn-sunsetLas otras dos potencias ayudan a la voluntad para que vaya haciéndose hábil para gozar de tanto bien, puesto que algunas veces, aun estando unida la voluntad, acaece desayudar harto; mas entonces no haga caso de ellas, sino estése en su gozo y quietud; porque, si las quiere recoger, ella y ellas perderán, que son entonces como unas palomas que no se contentan con el cebo que les da el dueño del palomar sin trabajarlo ellas, y van a buscar de comer por otras partes, y hallan tan mal que se tornan; y así van y vienen a ver si les da la voluntad de lo que goza…

Este último párrafo es muy interesante porque nos explica la Santa la actividad de las potencias durante esa oración de quietud.

Primeramente explicar muy brevemente, enumerar más bien, las potencias del alma que son la memoria, el entendimiento y la voluntad.

Decíamos que la voluntad está cautiva en esta oración de quietud. La memoria y el entendimiento no y a veces van y vienen sin saber qué hacer.

Es importante aclarar que memoria lo mismo en Santa Teresa que en San Juan de la Cruz, equivalen a la imaginación. Es la potencia que más participa de la parte somática del hombre y por eso es la menos cautivable, la que más cuesta recoger por la mayor fluctuación de su actividad. La imaginación que, en determinado momento la Santa llama “la loca de la casa”, es la que resulta más difícil de recoger, fluctúa, va, viene. Y, en esta oración de quietud, se acerca a la voluntad, a ver si goza de algo de aquello que la voluntad está gozando. Pero como no acaba de gozarlo, como lo está gozando la voluntad que está cautiva, pues va a buscar por otro lado y luego regresa siempre, la memoria, la imaginación va  un poco picando de flor en flor.

Y  el entendimiento suele ir junto con la memoria aunque no es tan fluctuante como la memoria, pero también fluctúa.

Nos dice la Santa que todo esto es normal, que tengamos calma y que no gastemos excesivas energías en querer recoger al entendimiento y a la memoria porque no lo vamos a lograr y entonces nos vamos a descentrar, nos vamos a salir del estado de quietud a que nos ha conducido el Espíritu Santo.  Es mejor quedarse tranquila la voluntad en su quietud, que está cautiva de ella, que está cautiva de Dios, que está cautiva del amor, la voluntad es la cautiva y quedarse tranquila en esa quietud y olvidarse del entendimiento y de la memoria, que irán yendo y viniendo pero que al final volverán.

La memoria y el entendimiento van y vienen porque, de alguna manera, quieren ver si la voluntad os hace partícipes de lo que ella está gozando.

Pues todo esto que pasa aquí es con grandísimo consuelo y con tan poco trabajo, que no cansa la oración, aunque dure mucho rato; porque el entendimiento obra aquí muy paso a paso y saca muy mucha más agua que no sacaba del pozo. Las lágrimas que Dios aquí da, ya van con gozo; aunque se sienten, no se procuran.

Este agua de grandes bienes y mercedes que el Señor da aquí, hacen crecer las virtudes muy más sin comparación que en la oración pasada, porque se va ya esta alma subiendo de su miseria y dásele ya un poco de noticia de los gustos de la gloria. Esto creo las hace más crecer y también llegar más cerca de la verdadera virtud, de donde todas las virtudes vienen, que es Dios; porque comienza Su Majestad a comunicarse a esta alma y quiere que sienta ella cómo se le comunica.

 Comiénzase luego, en llegando aquí, a perder la codicia de lo de acá, ¡y pocas gracias! Porque ve claro que un momento de aquel gusto no se puede haber acá, ni hay riquezas ni señoríos ni honras ni deleites que basten a dar un cierra ojo y abre de este contentamiento, porque es verdadero y contento que se ve que nos contenta. Porque los de acá, por maravilla me parece entendemos adónde está este contento, porque nunca falta un «sí-no». Aquí todo es «sí» en aquel tiempo; el «no» viene después, por ver que se acabó y que no lo puede tornar a cobrar ni sabe cómo; porque si se hace pedazos a penitencias y oración y todas las demás cosas, si el Señor no le quiere dar, aprovecha poco. Quiere Dios por su grandeza que entienda esta alma que está Su Majestad tan cerca de ella que ya no ha menester enviarle mensajeros, sino hablar ella misma con El, y no a voces, porque está ya tan cerca que en meneando los labios la entiende.

Parece impertinente decir esto, pues sabemos que siempre nos entiende Dios y está con nosotros. En esto no hay que dudar que es así, mas quiere este Emperador y Señor nuestro que entendamos aquí que nos entiende, y lo que hace su presencia, y que quiere particularmente comenzar a obrar en el alma, en la gran satisfacción interior y exterior que la da, y en la diferencia que, como he dicho, hay de este deleite y contento a los de acá, que parece hinche el vacío que por nuestros pecados teníamos hecho en el alma…

img-20160103-wa0108.jpgHay un momento en este pasaje que acabamos de leer, que es inevitable que el pensamiento y el corazón  se nos vayan a San Juan de la Cruz porque ya habla de que ya no es necesario que le envíen mensajeros, que susurrando, apenas moviendo los labios, Dios y el alma se entienden. Nos acordamos de esas palabras del Cántico Espiritual en que San Juan de la Cruz dice: “No quieras enviarme de hoy más ya mensajero, acaba de entregarte ya de vero”.

Eso es lo que hay que pedir: que nos muestre Su Presencia, que se descubra, que no nos envíe más ya mensajero que queremos hablar con Él susurrando, como dice la Santa, a penas moviendo los labios, ella nos entiende.

Ahora tornemos a nuestra huerta o vergel, y veamos cómo comienzan estos árboles a empreñarse para florecer y dar después fruto, y las flores y claveles lo mismo para dar olor. Regálame esta comparación, porque muchas veces en mis principios (y plega al Señor haya yo ahora comenzado a servir a Su Majestad; digo «principio» de lo que diré de aquí adelante de mi vida) me era gran deleite considerar ser mi alma un huerto y al Señor que se paseaba en él. Suplicábale aumentase el olor de las florecitas de virtudes que comenzaban, a lo que parecía, a querer salir y que fuese para su gloria y las sustentase, pues yo no quería nada para mí, y cortase las que quisiese, que ya sabía habían de salir mejores. Digo «cortar», porque vienen tiempos en el alma que no hay memoria de este huerto: todo parece está seco y que no ha de haber agua para sustentarle, ni parece hubo jamás en el alma cosa de virtud. Pásase mucho trabajo, porque quiere el Señor que le parezca al pobre hortelano que todo el que ha tenido en sustentarle y regarle va perdido. Entonces es el verdadero escardar y quitar de raíz las hierbecillas -aunque sean pequeñas- que han quedado malas. Con conocer no hay diligencia que baste si el agua de la gracia nos quita Dios, y tener en poco nuestra nada, y aun menos que nada, gánase aquí mucha humildad; tornan de nuevo a crecer las flores.

Santa Teresa vuelve a la imagen bellísima del huerto, el huerto del alma, el huerto de nuestra alma. Ella habla de volver al huerto y contemplar a los árboles a llenarse de flor para después dar fruto.

Pensamos que, cuando ella habla del huerto en este capítulo 14 del Libro de la Vida, tiene en su mente el huerto del Monasterio, donde junto con los árboles frutales -manzanos, nísperos, higueras y limoneros- hay ahí también arriates de claveles, geranio, rosales, madreselvas, jazmines aunque la floración principal, la que a ella más le llama la atención, es la de los árboles frutales porque, después de la flor, dan fruto.

Dice ella que le gusta mucho esta comparación del huerto porque al principio de su vida de oración gozaba mucho imaginando que su alma era un huerto y que el Señor paseaba por Él. Esto nos recuerda claramente la imagen del Génesis en que nos dice que oyeron los pasos de Yaveh, Yaveh Dios que se paseaba por el jardín, entre los árboles del jardín.

Continuamente tenemos el trasfondo de la Escritura en esta comparación bellísima que Santa Teresa utiliza para explicarnos la oración. También recordamos la frase de Cantares 2, 16: “Mi amado apacienta sus rebaños entre los lirios”. O también en  Cantares 4, 16: “Entre mi amado en su vergel y coma sus frutos exquisitos”. “Mi amado ha bajado a su jardín” (Cantares 6, 2).

Hay muchos matices sensoriales en esta comparación del huerto. En concreto, Santa Teresa nos habla del aroma, del olor, el olor de las virtudes, el olor de las flores. Sin querer nos acordamos del aroma de nardo con que María en Betania ungió a Jesús. Ella quiere que su huerto florezca, se llene de flores para que el Amado aspire ese aroma, disfrute ese aroma, el aroma de sus flores como disfrutó el aroma de María de Betania, el aroma que ella le regaló, el aroma con que ella le ungió. Ella quiere crear en su alma un ambiente precioso, un lugar donde Jesús descanse, donde respire un aroma agradabilísimo, el aroma de su  entrega, el aroma de sus virtudes.

Volvemos a recordar, además de recordar a María en Betania, en Cantares 1, 12 la frase preciosa: “Mi nardo exhala su perfume”. Mi nardo exhala todo su perfume para Él, para el Señor. “Como el cinamomo y el aromático aspálato, he dado  mi aroma; y como mirra escogida, expandí suave olor” (Sirácida 24, 15). “Echa la higuera las yemas de sus higos, las viñas en flor exhalan su perfume” (Cantares 2, 13).

“Exhalar perfume”, “emanar aroma” tiene claramente un significado de entrega, de donación en el amor, es un derramarse, es un darse, es convertir mi vida, mi alma en un perfume para Dios. En Sirácida 39, 14 nos dice: “Floreced como lirio, exhalad suave olor y entonad un cántico de alabanza.  Bendecid al Señor por todas  sus obras”.

También nos dice que ella invitaba al Señor a que cortara todas las flores que  quisiese, a que podase libremente el huerto de su alma. La poda es un ejercicio en la vida espiritual, aplicándolo a la vida espiritual, un ejercicio ascético: cortar, quitar, cercenar para que después brote con mayor fuerza y de lugar a unas flores más hermosas, más fragantes, más aromáticas.

La poda es una manera clara de hacer alusión al tiempo de la sequedad y de la aridez tan necesarias para que se realice la obra divina una vez superada la obra humana. Nos está hablando de la noche pasiva de los sentidos que el Señor cura con tentaciones, con sequedades, con caídas. Nos dice que en esos momentos, al pobre hortelano, le parece que ha estado perdiendo el tiempo y que todo lo que ha trabajado en el huerto no ha servido para nada, que todo se ha perdido. ¡Esa es la verdadera noche oscura!

Como-distribuir-las-rosas-en-el-jardinHabla también de quitar de raíz las hierbas, descardar las hierbas aunque sean hierbecillas, no solo grandes cosas, también las pequeñas hay que arrancarlas, hay que purificar el huerto de hierbecillas. Este “quitar de raíz” está definiendo la eficacia de la gracia que sana, de la gracia sanante por la que, un vicio que se ha arrancado de raíz, ya no puede volver a retoñar. No se trata por tanto de podar de cualquier manera y de quitar una rama u otra que pueda estorbar, se trata de sacar de cuajo el origen del mal.

 Nos dice que el alma en ese momento de oscuridad, de sufrimiento, gana muchísima humildad y que después vuelven a brotar las flores con más fuerza, mucho mejor porque el alma en este momento experimenta y toma conciencia clara de su impotencia, de que sin Dios no puede nada. Experimentar no es lo mismo que conocer teóricamente, experimenta su impotencia. Todos sabemos que no podemos nada y lo decimos y lo repetimos pero no lo sabemos de verdad hasta que no lo hemos palpado, hasta que no lo hemos experimentado esa impotencia, esa pobreza.

Esta experiencia es muy positiva en cuanto que humilla y nos hace ganar muchísima humildad porque la humildad solamente se aprende y se adquiere en las humillaciones. No podemos pretender ser humildes sin ser humillados, es imposible, es absurdo. La humildad se adquiere en las humillaciones.

Y luego viene un tiempo de gozo, de esperanza renovada porque cuando todo parecía perdido se encuentra el alma con una vida renovada en Cristo en la que empieza a brotar con toda la fuerza y toda la pujanza, las flores nuevamente y flores mucho más hermosas y más fuertes, que van a dar frutos mucho más sabrosos.

¡Oh Señor mío y bien mío! ¡Que no puedo decir esto sin lágrimas y gran regalo de mi alma! ¡Que queráis Vos, Señor, estar así con nosotros, y estáis en el Sacramento (que con toda verdad se puede creer, pues lo es, y con gran verdad podemos hacer esta comparación), y si no es por nuestra culpa nos podemos gozar con Vos, y que Vos os holgáis con nosotros, pues decís ser vuestro deleite estar con los hijos de los hombres! ¡Oh Señor mío! ¿Qué es esto? Siempre que oigo esta palabra me es gran consuelo, aun cuando era muy perdida. ¿Es posible, Señor, que haya alma que llegue a que Vos la hagáis mercedes semejantes y regalos, y a entender que Vos os holgáis con ella, que os torne a ofender después de tantos favores y tan grandes muestras del amor que la tenéis, que no se puede dudar, pues se ve clara la obra?

 Sí hay, por cierto, y no una vez sino muchas, que soy yo. Y plega a vuestra bondad, Señor, que sea yo sola la ingrata y la que haya hecho tan gran maldad y tenido tan excesiva ingratitud: porque aun ya de ella algún bien ha sacado vuestra infinita bondad; y mientras mayor mal, más resplandece el gran bien de vuestras misericordias. ¡Y con cuánta razón las puedo yo para siempre cantar!. 

Susketchguru_20150928064256.jpgplícoos yo, Dios mío, sea así y las cante yo sin fin, ya que habéis tenido por bien de hacerlas tan grandísimas conmigo, que espantan los que las ven y a mí me saca de mí muchas veces, para poderos mejor alabar a Vos. Que estando en mí, sin Vos, no podría, Señor mío, nada, sino tornar a ser cortadas estas flores de este huerto, de suerte que esta miserable tierra tornase a servir de muladar como antes. No lo permitáis, Señor, ni queráis se pierda alma que con tantos trabajos comprasteis y tantas veces de nuevo la habéis tornado a rescatar y quitar de los dientes del espantoso dragón.

3 comentarios en “Segundo grado de oración: regar con noria

  1. Preciosa reflexión! !! Éste es el grado en que nos vamos enamorando del Señor como lo hacen esas parejas en las que solo desean estar todo el tiempo juntos,en conocerse más,en quererse más, donde el pensamiento está siempre en la otra persona….
    Es una fase muy bella!!! Conocerle y que Él te conozca!

  2. Muchas gracias Madre Olga por sus reflexiones, acabo de encontrarlas y están siendo una fuente desde donde puede beber mi alma…estas palabras de Santa Teresa han sido, en particular para mi vida, un apoyo y fuente de consolación para las etapas donde «el Amado Jardinero» no hace llover sobre mi huerto o para recordar cuando, por su gracia y por su infinita misericordia, hace llover sobre mi jardín haciendo que aparezcan los frutos y las flores que Él desea en mí…
    ¡Dios bendiga su camino! Desde México, cuente con mi humilde oración!!

  3. Es una fase hermosísima de la oración,como bien dice Sandrita en su comentario. Es como encontrar al «Amor de mi Alma»; comienza a seducirnos de una forma ¡maravillosa! Bendito sea Dios!

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