“Aparta de mi pecado tu vista, borra en mi toda culpa. Oh Dios, crea en mí un corazón puro…” ¿Y qué es un corazón puro? Un corazón puro no es el corazón impecable, que no tiene nunca nada que reprocharse… ¡eso no es un corazón puro! El corazón puro es un corazón sencillo, humilde… que mira a Dios, mira la propia pobreza, ve la distancia infinita y no se aturde, sino que, en su sencillez, descansa y se goza de que Dios sea Dios, de que Dios sea el que es… ¡y se goza!, ¡y se admira!, ¡y lo alaba!… Eso es un corazón puro: el que deja Dios ser Dios y se goza de que lo sea, con transparencia, con limpieza, con sencillez. “
“Renuévame por dentro con espíritu firme, no me arrojes lejos de tu Rosto…” ¡Déjame contemplarte! ¡Déjame gozarte! ¡Déjame, con este corazón puro, saborearte!… “No me quites tu Santo Espíritu”…
“Devuélveme la alegría de tu salvación…” Esa alegría que perdemos cuando nos «enrrocamos» en nosotros mismos y en nuestro egoísmo… Lo primero que perdemos es la alegría de saber que estamos salvados, porque se nos borra. El egoísmo es más fuerte y lo primero que hacemos -sutilmente- es distorsionar la realidad, deformarla.
El egoísmo nos centra de tal manera en nosotros mismos que no vemos un palmo delante de nuestras narices y perdemos la alegría, porque nuestro universo es muy resumidito, o sea: ¡yo, mí, me, conmigo…! Lo que he dicho muchas veces, que es una caricatura un poco, pero es verdad: yo, mí, me, conmigo y el universo de lo que me pasa en la punta de la nariz que es un tanto pobre.
Si me dedico a mirar la punta de mi nariz… nunca voy a conseguir ver la punta de mi nariz, porque no se ve, y voy acabar bizca. Y entonces, ¿qué pasa? Que, cuando uno intenta mirar la punta de la nariz, automáticamente bizquea y, lo que hay alrededor, lo real… ¡lo ve deformado, no lo ve como es, y el horizonte se achica! Entonces, en ese empeño, pierdes la alegría, pierdes la perspectiva real de las cosas y crees que el mundo se reduce a ti; y haces trágicos problemas de tonterías… ¡Y se pierde la alegría!
El egoísmo es así de sutil, y esto es real, ¿eh?… ¡esto sucede muchísimas veces! Frente a tantos sufrimientos profundísimos que existen en el mundo, tantos problemas gravísimos…; en el orden sobrenatural, tantas almas están distraidísimas de Dios y que pueden perderse… yo me quedo acariciando mi pobre problema y lo desgraciadita que soy y lo grave que es esto que me sucede. Y las cosas que nos preocupan son tan ridículas la mayoría de las veces que, si las sacáramos a la palestra en público… ¡yo creo que nos daría hasta vergüenza la sarta de tonterías que podríamos enumerar!… Pero el demonio nos las fija ahí, en la punta de la nariz, y se convierten en el centro del universo.
¡¡La punta de la nariz!!! Entretanto, no sé cuantas miles de almas se juegan la eternidad cada día, pero yo… ya tengo bastante con lo mío… ¡cada cual se salve por donde pueda! Yo no estoy para salvar almas, ni para… ¡Que no! Que yo ahora no.
“Devuélveme la alegría de tu salvación” – que la pierdo por esas idioteces…
“Afiánzame con espíritu generoso; enseñaré a los malvados tus caminos…” Les mostraré lo que has hecho conmigo, como hizo la mujer samaritana que fue a buscarles a los de aquel pueblo, porque había allí un hombre que la había hecho caer en la cuenta de la verdad de sus pecados… ¡Qué bonito! Esa no se escondió y lo tapó, sino que viendo el regalo que era tener allí a Jesús, fue corriendo a buscarles.
“…enseñaré a los malvados tus caminos, los pecadores volverán a Ti. Líbrame de la sangre, oh Dios, Dios salvador mío, y cantará mi lengua tu justicia. Señor, me abrirás los labios y mi boca proclamará tu alabanza…”
Esto también es precioso: “Los sacrificios no te satisfacen; si te ofreciera un holocausto, no lo querrías. Mi sacrificio es un espíritu quebrantado, un corazón quebrantado y humilladlo, Tú no lo desprecias.”
“Mi sacrificio es un espíritu quebrantado…” Ya sabemos lo que es un holocausto, lo que era un holocausto en el Antiguo Testamento, ¿no? El holocausto era una de las dos maneras que tenían los levitas de ofrecer sacrificios a Dios.
Ellos ofrecían sacrificio, pues, porque tenían esa convicción de que tenían que reparar los pecados con que desagradaban a Yahvé. Entonces la manera de preparar eso era ofrecerle los mejores dones que tenían, como para aplacar su ira, para aplacar su enfado, para que se le olvidara que habían sido muy malos chicos…
Había dos maneras de ofrecer dones, una más perfecta y otra más imperfecta. El holocausto era la manera más perfecta de ofrecer dones. ¿Por qué? Porque en el sacrificio, cuando inmolaban una víctima -que casi siempre era una res, un ternero cebado- ellos tenían la costumbre –lo dice muy bien el libro del Levítico, que cuenta todas esas cosas- pues, extraían las entrañas, la grasa y todo lo demás lo ponían en un altar y lo quemaban. Y la carne de la res la aprovechaban y la comían los sacerdotes, los levitas, los que estaban a servicio del culto.
En el holocausto, el sacrificio era absoluto, porque se quemaba toda la res, no se aprovechaba nada del animal. Y esa inutilidad total, ese no emplear nada, era una manera de dejar patente la supremacía de Dios, que es tan grande que merece que se le dediquen los mejores dones, sin utilizar nada.
Y aquí el salmista nos dice: “si te ofreciera un holocausto…”, o sea, si pidieras lo mejor que tengo en holocausto, el don más precioso, el regalo mejor, lo que más aprecio yo, te lo ofrecía en holocausto… “no lo querrías”, no te interesa.
“Mi sacrificio es un espíritu quebrantado, un corazón quebrantado y humilladlo, Tú no lo desprecias.” ¡Qué bonito! O sea, si te ofrezco lo mejor que tengo y te lo entrego del todo, pero yo me quedo con mi corazón, no te interesa. Tú lo que quieres es mi corazón contrito, quebrado, roto, humilde, como la mujer, como María de Betania, que quebró su propio frasco, que se rompió entera. Eso es lo que a Jesús le agrada: sobre todo, mi corazón, mis entrañas, mi interioridad quebrantada y humillada, fuera de mi amor propio, libre de mi soberbia…
“Señor, por tu bondad favorece a Sión; reconstruye las murallas de Jerusalén. Entonces, aceptarás los sacrificios rituales, ofrendas y holocaustos, sobre tu altar se inmolarán novillos.”
“…por tu bondad favorece a Sión; reconstruye las murallas de Jerusalén…” ¿Quién es Jerusalén? ¿Qué es Jerusalén en el lenguaje bíblico? Jerusalén es la Ciudad Santa, la predilecta del Señor, la que ama… ¡Es la esposa en cierto modo! Jerusalén era predilectísima del Señor, amadísima por Él, es la hermosa, la bella… ¡y está rota por su pecado! Jesús lloró sobre Jerusalén, viendo la ruina de Jerusalén. Jerusalén significa la amada, la esposa, la que ha sido distinguida con un montón de privilegios y de regalos, de dones. El Señor está prendado de Jerusalén, enamorado de ella, pero es una ciudad que le es infiel una y otra vez, y está en ruinas.
Y aquí el salmista dice: “… por tu bondad favorece a Sión; reconstruye las murallas de Jerusalén…” ¡¡Por tu bondad!! Aquí hemos topado con lo más bonito: ¡con la gratuidad del don de Dios! Porque Tú eres bueno, no porque nosotras lo merezcamos, no por nada, porque no merecemos absolutamente nada. Pero como Tú eres bueno, porque Tú eres bueno, porque el importante eres Tú… ¡reconstruye las murallas de Jerusalén, anda! ¡No las dejes así!
Y entonces ya, cuando Jerusalén sea reconstruida, “aceptarás los sacrificios rituales, las ofrendas, los holocaustos, sobre tu altar se inmolarán novillos.” Recibirás todos los dones, pero primero tienes que reconstruir las murallas de Jerusalén. Las murallas de Jerusalén son: el corazón, la integridad de la esposa que ha sido infiel. Y aparecerá –es una imagen bíblica que se repite- una Jerusalén nueva, bellísima, reconstruida.
¡Señor!… ¡Renuévanos por dentro con espíritu firme! ¡Reconstruye las murallas de Jerusalén! Nuestras murallas… están resquebrajadas, rotas… ¡restáuranos!, ¡renuévanos! Sabiendo que no te merecemos, pero hazlo por tu bondad.
Así empieza el Salmo y así termina. Empieza diciendo “Misericordia, Dios mío, por tu bondad”, y termina diciendo “Por tu bondad favorece a Sión, reconstruye las murallas de Jerusalén…” Todo está ahí: ¡¡en la bondad!!… ¡¡Él es bueno!!… ¡¡El infinitamente bueno!!… ¡¡¡La Bondad en esencia!!!
Y nosotros… ¡¡¡hemos sido elegidos y consagrados para ser una pura pertenencia de esa Suma Bondad!!!…
https://www.youtube.com/watch?v=7eOLQPLZOfw&index=1&list=PLOwVYxb8JZgBgC32rbVetGLWFSfKEF64r
A medida que voy leyendo el salmo, voy comprendiendo más y más la misericordia y la bondad de Dios, el grandísimo Amor de Dios !!, que no se termina nunca, que traspasa todas las fronteras del ser humano.
Dios nos ama, y ¡¡ tanto !!, y los seres humanos le damos tan poco, o lo que nos queda de nuestro tiempo…. nos movemos en un mundo tan materializado, tan ajeno al espíritu, que no nos alcanzamos a dar cuenta de que El nos está mirando, que nos ve como si cada uno fuera un ser único para El.
Quiere lo mejor para nosotros y no le miramos, no le oimos, no le dedicamos tiempo… sin embargo permanece a nuestro lado, día y noche amándonos y reclamando un corazón contrito y humillado, porque su Corazón ES UN CORAZÓN DE HOMBRE: que ama, que siente, que palpita, que espera sin cansarse. no es un ser lejano; tiene un Corazón que late, que se enamora y que enamora.
Al rezar este maravilloso Salmo » encarnándome» en el Salmista, de seguro que mucho ha de cambiar en mí, no puedo volver a ser el mismo ser humano sin haber cogido el gran propósito de ser una criatura nueva, el sólo rezarlo de manera conciente y sincera, de verás que me renueva por dentro.
Ojalá nos inclináramos con mayor devoción y entrega a El, ¡ busquemos no una Presencia lejana, sino busquemos su Corazón, humano como el nuestro.
Que nuestros pecados no sean la causa o falsa justificación para querer alejarnos, fácilmente se puede decir : no me acerco a Dios porque soy un pecador, o no voy a Misa que vayan los que rezan… etc.
Sin embargo es al pecador precisa y exactamente a quien Dios está llamando, invitando a su intimidad, al pecador le está diciendo que lo ama con un corazón de hombre, entonces seamos valientes, ¡ recemos el Salmo y acerquémonos a su Corazón que está latiendo para que podamos oirlo,
Dios se hace sensible a nuestros sentidos, debemos hacer un poco de silencio para poder escucharlo.
Y hoy se ha hecho sensible su invitación a la conversión sincera.
¡ Amemos a nuestro DIOS, pues tiene UN CORAZÓN DE HOMBRE, en el que alcanzamos todos !!!
Un gran abrazo, mi querida Madre Olga María del Redentor
Rezo por cada una de ustedes todos los días.
Su fiel y agradecida
María Eliana
( Chile )