De los que comienzan a tener oración…

 

 

De los que comienzan a tener oración podemos decir son los que sacan el agua del pozo, que es muy a su trabajo, como tengo dicho, que han de cansarse en recoger los sentidos, que, como están acostumbrados a andar derramados, es harto trabajo. Han menester irse acostumbrando a no se les dar nada de ver ni oír, y aun ponerlo por obra las horas de la oración, sino estar en soledad y, apartados, pensar su vida pasada. Aunque esto primeros y postreros todos lo han de hacer muchas veces, hay más y menos de pensar en esto, como después diré…”

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Santa Teresa nos dice que la oración, por muy subida que sea, al final siempre acabamos con el propio conocimiento, adquiriendo el  propio conocimiento, siendo concientes de nuestra pobreza, de nuestra pequeñez, de nuestra miseria.

“…Hasta aquí podemos adquirir nosotros, entiéndese con el favor de Dios, que sin éste ya se sabe no podemos tener un buen pensamiento. Esto es comenzar a sacar el agua del pozo, y aun plega a Dios lo quiera tener. Mas al menos no queda por nosotros, que ya vamos a sacarla y hacemos lo que podemos para regar estas flores. Y es Dios tan bueno que, cuando por lo que Su Majestad sabe -por ventura para gran provecho nuestro- quiere que esté seco el pozo, haciendo lo que es en nosotros como buenos hortelanos, sin agua sustenta las flores y hace crecer las virtudes. Llamo «agua» aquí las lágrimas y, aunque no las haya, la ternura y sentimiento interior de devoción.

Pues ¿qué hará aquí el que ve que en muchos días no hay sino sequedad y disgusto y dessabor y tan mala gana para venir a sacar el agua, que si no se le acordase que hace placer y servicio al Señor de la huerta y mirase a no perder todo lo servido y aun lo que espera ganar del gran trabajo que es echar muchas veces el caldero en el pozo y sacarle sin agua, lo dejaría todo? Y muchas veces le acaecerá aun para esto no se le alzar los brazos, ni podrá tener un buen pensamiento: que este obrar con el entendimiento, entendido va que es el sacar agua del pozo.

Pues, como digo, ¿qué hará aquí el hortelano? Alegrarse y consolarse y tener por grandísima merced de trabajar en huerto de tan gran Emperador. Y pues sabe le contenta en aquello y su intento no ha de ser contentarse a sí sino a El, alábele mucho, que hace de él confianza, pues ve que sin pagarle nada tiene tan gran cuidado de lo que le ha encomendado. Y ayúdele a llevar la cruz y piense que toda la vida vivió en ella y no quiera acá su reino ni deje jamás la oración. Y así se determine, aunque para toda la vida le dure esta sequedad, no dejar a Cristo caer con la cruz. Tiempo vendrá que se lo pague por junto. No haya miedo que se pierda el trabajo. A buen amo sirve. Mirándole está.” descarga

Comience a no asustarse de la cruz, nos dice Santa Teresa. ¡No tengamos miedo de la cruz! La cruz es parte de la vida, la cruz es una bendición; la cruz es inevitable, antes o después, todos nos la vamos a encontrar. Y, si somos cristianos, si somos seguidores de Cristo, no podemos serlo sin cargar con nuestra cruz, nos lo dice el Señor y nos lo dice San Pablo, que no podemos vivir como enemigos de la cruz de Cristo. Hemos de tener cuidado porque actualmente nos movemos en un ambiente que repele la cruz, que condena la cruz, que huye de la cruz, que se avergüenza de la cruz y del Evangelio. ¡No, no hemos de asustarnos de la cruz! Nos lo dice también Santa Teresa en el Camino de Perfección en el capítulo 21 número 2:

“No os espantéis, hijas…que es camino real para el cielo. Gánase yendo por él gran tesoro, no es mucho que cueste mucho a nuestro parecer. Ahora, pues volviendo a los que quieren ir por él y no parar hasta el fin, que es llegar a beber de esta agua de vida, cómo han de comenzar, digo que importa mucho, y el todo, una grande y muy determinada determinación de no parar hasta llegar a ella, venga lo que viniere, suceda lo que sucediere, trabájese lo que se trabajare, murmure quien murmurare, siquiera llegue allá, siquiera se muera en el camino o no tenga corazón para los trabajos que hay en él, siquiera se hunda el mundo…”

 “…Tengo para mí que quiere el Señor dar muchas veces al principio, y otras a la postre, estos tormentos y otras muchas tentaciones que se ofrecen, para probar a sus amadores y saber si podrán beber el cáliz y ayudarle a llevar la cruz, antes que ponga en ellos grandes tesoros.”

“¿Qué hacéis Vos, Señor mío, que no sea para mayor bien del alma que entendéis que es ya vuestra y que se pone en vuestro poder para seguiros por donde fuereis hasta muerte de cruz y que está determinada a ayudárosla a llevar y a no dejaros solo con ella?

…Tapaos los ojos de pensar por qué da a aquél de tan pocos días devoción, y a mí no en tantos años. Creamos es todo para más bien nuestro. Guíe Su Majestad por donde quisiere. Ya no somos nuestros, sino suyos. Harta merced nos hace en querer que queramos cavar en su huerto y estarnos cabe el Señor de él, que cierto está con nosotros. Si El quiere que crezcan estas plantas y flores a unos con dar agua que saquen de este pozo, a otros sin ella, ¿qué se me da mí? Haced vos, Señor, lo que quisiereis. No os ofenda yo. No se pierdan las virtudes, si alguna me habéis ya dado por sola vuestra bondad. Padecer quiero, Señor, pues Vos padecisteis. Cúmplase en mí de todas maneras vuestra voluntad. Y no plega a Vuestra Majestad que cosa de tanto precio como vuestro amor se dé a gente que os sirve sólo por gustos.”

Hase de notar mucho -y dígolo porque lo sé por experienciaque el alma que en este camino de oración mental comienza caminar con determinación y puede acabar consigo de no hacer mucho caso ni consolarse ni desconsolarse mucho porque falten estos gustos y ternura o la dé el Señor, que tiene andado gran parte del camino. Y no haya miedo de tornar atrás, aunque más tropiece, porque va comenzado el edificio en firme fundamento. Sí, que no está el amor de Dios en tener lágrimas ni estos gustos y ternura, que por la mayor parte los deseamos y consolamos con ellos, sino en servir con justicia y fortaleza de ánima y humildad. Recibir, más me parece a mí eso, que no dar nosotros nada.

Para mujercitas como yo, flacas y con poca fortaleza, me parece a mí conviene, como Dios ahora lo hace, llevarme con regalos, porque 67b5b11e3e403f5e417570f8257d1ac3pueda sufrir algunos trabajos que ha querido Su Majestad tenga; mas para siervos de Dios, hombres de tomo, de letras, de entendimiento, que veo hacer tanto caso de que Dios no los da devoción, que me hace disgusto oírlo. No digo yo que no la tomen, si Dios se la da, y la tengan en mucho, porque entonces verá Su Majestad que conviene; mas que cuando no la tuvieren, que no se fatiguen y que entiendan que no es menester, pues Su Majestad no la da, y anden señores de sí mismos. Crean que es falta. Yo lo he probado y visto. Crean que es imperfección y no andar con libertad de espíritu, sino flacos para acometer.

Nos dice Santa Teresa importa mucho que nadie se torture y se aflija por las sequedades. No estamos aquí para buscar los gustos de Dios, los consuelos de Dios, no para eso emprendemos el camino de la oración; sino para de verdad encontrarnos del Dios de los consuelos, para de verdad llegar a empaparnos de agua viva, ir regando el huerto de nuestra alma y que sea Él el que disfrute, el que descanse, el que se deleite.

Nos dice Santa Teresa que nunca el esfuerzo quedará sin recompensa. Nuestro Dios es espléndido, nunca se deja vencer ni ganar en generosidad. Dice en Vida 18, 9: “Ni un alzar los ojos acordándonos de Él, deja sin premio”. Y ¿qué premio? ¿Qué premio es que colma, que desborda, que paga en sobreabundancia cualquier esfuerzo que hagamos por acercarnos a Él? Nos dice también en Vida 18, 9: “Y ¿qué premio que basta un momento para que queden pagados todos los trabajos?”

Dejemos que sea Dios quien lleve las riendas, quien nos guíe, quien nos de lo que quiera darnos, lo que vea que es mejor para nosotros y que nos prive de aquello que también es mejor seamos privados. Fiémonos de Él, nos lo dice la Santa. Y no tengamos miedo, nos lo dice en las Moradas Sextas en el capítulo 6: “Dénos Él lo que quisiere: si quiere, que haya agua; si quiere, sequedad”. Fiémonos de él y alabemos a Dios y como nos dice Santa Teresa, vivamos fiándonos de su bondad porque nunca Él faltó a sus amigos. San Pablo nos dice lo mismo en la Carta a los Corintios: “Fiel es Dios que no permitirá seáis tentados sobre vuestra fuerzas.”

Efectivamente, si empezamos a hacer el esfuerzo de sacar agua del pozo, para poder regar el huerto y que Él esté complacido; para que florezca en nuestro huerto las virtudes, Él no nos va a negar el agua viva, ni tampoco va a permitir que ese esfuerzo quede baldío y mucho menos que seamos tentados por encima de nuestras fuerzas. Y lo más importante: ¡¡Determinarnos!! Determinarnos, aunque nos dure toda la vida la sequedad, a no dejar a Cristo caer con la cruz, dice la Santa, pase lo que pase, yo acompañando a Cristo con la cruz.

Washington Tulips from Down Under

Dije «con discreción», porque alguna vez el demonio lo hará; y así es bien ni siempre dejar la oración cuando hay gran distraimiento y turbación en el entendimiento, ni siempre atormentar el alma a lo que no puede. Otras cosas hay exteriores de obras de caridad y de lección, aunque a veces aun no estará para esto. Sirva entonces al cuerpo por amor de Dios, porque otras veces muchas sirva él al alma, y tome algunos pasatiempos santos de conversaciones que lo sean, o irse al campo, como aconsejare el confesor. Y en todo es gran cosa la experiencia, que da a entender lo que nos conviene. Y en todo se sirve Dios. Suave es su yugo, y es gran negocio no traer el alma arrastrada, como dicen, sino llevarla con suavidad para su mayor aprovechamiento.

 Así que torno a avisar -y aunque lo diga muchas veces no va nada- que importa mucho que de sequedades ni de inquietud y distraimiento en los pensamientos nadie se apriete ni aflija. Si quiere ganar libertad de espíritu y no andar siempre atribulado, comience a no se espantar de la cruz, y verá cómo se la ayuda también a llevar el Señor y con el contento que anda y el provecho que saca de todo. Porque ya se ve que, si el pozo no mana, que nosotros no podemos poner el agua. Verdad es que no hemos de estar descuidados para que, cuando la haya, sacarla; porque entonces ya quiere Dios por este medio multiplicar las virtudes.

 

 

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