¡¡Tengo sed!! ¡Dame de beber!

Del Evangelio según San Juan (Jn 4, 5-30)

“Llega Jesús a una ciudad de Samaria llamada Sicar, cerca de la heredad que Jacob dio a su hijo José, allí estaba el pozo de Jacob. Jesús, como se había fatigado del camino, estaba sentado junto al pozo. Era alrededor de la hora sexta.

 Llega una mujer de Samaria a sacar agua y Jesús le dice: “¡Dame de beber!”, pues sus discípulos se habían ido a la ciudad a comprar comida.

Le dice la mujer samaritana: “¿Cómo tú, siendo judío, me pides de beber a mí que soy una mujer samaritana?”-  porque los judíos no se tratan con los samaritanos.

Jesus y la samaritanaJesús le respondió: “¡Si conocieras el don de Dios y quién es el que te pide ‘dame de beber’, tú le habrías pedido a Él y Él te habría dado agua viva!”

Le dice la mujer: “Señor, no tienes con que sacarla y el pozo es hondo. ¿De dónde pues tienes esa agua viva? Es que, ¿eres tú más que nuestro padre Jacob que nos dio el pozo y bebieron de él y sus hijos y sus ganados?”

Jesús le respondió: “Todo el que beba de esta agua volverá a tener sed. Pero el que beba del agua que yo le daré, no tendrá sed jamás, sino que el agua que yo le de se convertirá en él en fuente de agua que brota para la vida eterna”.

Le dice la mujer: “Señor, ¡dame de esa agua para que no tenga más sed y no tenga que venir aquí a sacarla!”

Él le dice: “Vete, llama a tu marido y vuelve acá”.

Respondió la mujer: “No tengo marido.”

Jesús le dije: “Has dicho bien que ‘no tienes marido’ porque has tenido cinco maridos y, el que ahora tienes, no es tu marido. En esto has dicho la verdad.”

Le dice la mujer: “Señor, veo que eres un profeta. Nuestros padres adoraron en este monte y vosotros decís que en Jerusalén es el lugar donde se debe adorar.”

Jesús le dice: “Creedme, mujer, que llega la hora en que ni en este monte, ni en Jerusalén adoraréis al Padre. Vosotros adoráis lo que no conocéis, nosotros adoramos lo que conocemos porque la salvación viene de los judíos. Pero llega la hora y estamos ya en ella, en que los adoradores verdaderos adorarán al Padre en espíritu y verdad, porque así quiere el Padre que sea los que le adoren. Dios es espíritu y los que adoran deben adorar en espíritu y verdad.”

Le dice la mujer: “Sé que va a venir el Mesías, el llamado Cristo. Cuando venga, nos lo explicará todo”.

Jesús le dice: “¡Yo soy, el que te está hablando!”

En esto, llegaron sus discípulos y se sorprendían de que hablara con una mujer. Pero nadie le dijo ‘¿qué quieres?’ o ‘¿qué hablas con ella?’

La mujer, dejando su cántaro, corrió a la ciudad y dijo a la gente: “Venid a ver un hombre que me ha dicho todo lo que he hecho. ¿No será el Cristo?” Salieron de la ciudad e iban donde Él.


859361“¡Dame de beber!” Es la petición que Jesús le hace a la mujer Samaritana y que nos hace a cada uno de nosotros. Y el mismo Jesús que habló a la mujer Samaritana y le dijo: “Yo soy el Cristo, el que te está hablando”, exactamente ese mismo Jesús es el que nos habla a nosotros cada día, el que permanece en cada sagrario esperando nuestras confidencias.

Dice el pasaje evangélico que acabamos de leer que Jesús estaba sentado junto al pozo porque estaba fatigado, porque estaba cansado. Jesús está sentado muchas veces fatigado en el brocal de mi pozo, deseando ahondar en mi pozo, deseando y buscando entrar en mi corazón, en mis entrañas, en mi intimidad; deseando y anhelando sacar mi agua, el agua de mi alma, el agua de mi interior porque ¡tiene sed de ella!

¡Jesús tiene sed! ¡Tiene sed de mí! ¡Tiene sed de mi entrega, de mi amor, de estar conmigo! ¡Tiene sed de mi intimidad, de mi interioridad! ¡Jesús tiene sed, verdadera sed!  Y no tiene ningún inconveniente en mendigar, en pedir: “Mujer, ¡¡tengo sed!! ¡¡Dame de beber!!” ¡Es un grito! ¡Es una llamada, es una súplica!: “¡¡Dame de beber!! ¡¡No me dejes con esa sed!! ¡¡Dame de beber!!” Y se sienta fatigado, cansado, a la espera de que yo le de.

Él no toma el cubo y roba el agua de mi pozo. ¡No, Jesús no hace eso! Me pide y ¡espera! Se sienta en mi brocal, en mi borde, en el límite de mi interioridad, de mi intimidad, pero ¡nunca la fuerza!, ¡nunca avasalla!, ¡nunca me roba!… Espera que yo le de. Se sienta y espera porque tiene sed de mí y, sobre todo – y esto es lo más grande, lo más importante – Él tiene sed de que yo tenga sed de Él. ¡Él tiene sed de mi sed!

Es un poco como una locura, como un trabalenguas, como para perder la cabeza, pero es realidad: ¡Él tiene sed de mi sed! ¡Él quiere que yo comparta Su sed y que sienta en mí la sed que a Él le abrasa, la sed que Él siente! ¡Tiene sed de que yo tenga sed!

¿Para qué? ¿Para qué tiene sed de mi sed? Para que, sintiendo esa sed, yo le pida a Él de beber y Él me pueda dar el Agua Viva que salta hasta la vida eterna: el Agua que mana de Su Corazón, el Agua que brota de Su Costado.

“Si conocieras el Don de Dios y quién es el que te está pidiendo de beber, le pedirías tú a Él. ¡Si conocieras el Don de Dios…!”

Si muchas veces no le pedimos que deposite, que derrame en nosotras Su Don, es porque no conocemos ese Don. Él tiene sed de que tengamos esa sed y de que le pidamos. ¡Jesús tiene sed! ¡¡Tiene sed!!

Y entonces surge el interrogante: ¿Qué podemos hacer? ¿Cómo puedo yo saciar esa sed de Jesús?

Puedo hacerme agua para la sed de Dios, convertir mi vida en agua para ser agua para Él, agua para Su sed. Y con convencimiento, con entrega, ¡con pasión!, ¡con arrojo! ¡¡con fuerza!! ¡¡con ganas!!, gritar y decir: “Dios mío, ¡aquí estoy! ¡Toda mi agua para ti! ¡Toda mi agua para tu sed! Quiero hacerme agua y ser torrente para saciar Tu sed. Y si no puedo como torrente porque soy débil, porque soy muy pobre, porque no soy nada, abro mi pequeñez gotita a gotita pero ¡toda mi agua tiene que ser para Tu sed!

199319579-remolino-agua-transparente-burbuja-de-aire-chorro-de-aguaPensando esto, yo muchas veces me he detenido a contemplar el agua. Siempre me ha parecido precioso contemplar, a observar ese elemento: el agua. Contemplarlo en el mar como una masa inmensa, como un océano, donde palpas y sientes la infinitud y el poder ilimitado de la Providencia. Y sientes ¡paz!, ¡plenitud!… ¡palpas tu pequeñez! Y, muchas otras veces, simplemente contemplar el agua fluyendo en el chorro de un caño, en un grifo… ¡El agua! ¡Cuánta belleza en el agua! Y ¡cuántas cosas al contemplar el agua para aplicar a mi vida!

Hablamos de hacer agua de mi vida, de hacerme toda yo agua para saciar la sed de Dios, la sed que abrasa a Jesucristo. Y contemplando el agua, veo en ella características, propiedades a imitar. Tengo que hacerme agua.

“¿Cómo es el agua?” ¡Vamos a verlo!

¡El agua es trasparente! El agua es trasparente y yo tengo que ser así de trasparente, así de sencilla, así de sincera, así de simple, así tan sin doblez. ¡Transparente!

El agua, si la observamos despacio, es por esencia humilde. Porque el agua de suyo por su misma naturaleza cae, baja, tiende a bajarse, a deslizarse siempre hacia abajo.

Otra característica del agua es la trasparencia – os lo acabo de decir. La pureza, la sencillez, la simplicidad que van unidas a la veracidad, a la sinceridad, al no tener doblez. ¡El agua es transparente!

Otra característica del agua: es la docilidad. El agua es dócil, se adapta al recipiente que la contiene, el agua se hace al lugar donde la posas, donde la dejas, donde la depositas. Se adapta, es dócil, toma la forma del recipiente que la recibe de modo que toda mi agua, yo hecha agua para saciar la sed de Cristo, me deposito en el recipiente de Su corazón. Allí conformaré mi agua, mi vida, al recipiente: ¡al Corazón de Cristo! Pero para esto es preciso una gran docilidad, una absoluta trasparencia.

Otra característica del agua es que empapa en silencio. Normalmente, el agua se va filtrando y va empapando en absoluto silencio, sin ser notada. El agua si no está en un recipiente bien cerrado, se derrama; no se queda concentrada en si misma, se entrega, se derrama, se da.

rio-de-aguaY por último – y esto es importante – el agua es siempre signo de fecundidad, de vida; de hecho, sin el agua no puede existir la vida. Sin agua no es posible la vida.

Pero nuestra alma en si misma es pobre, es simplemente agua para que sea de Cristo y convertirse en agua viva y desde ahí ser derramada, ser entregada. De lo contrario, simplemente sería agua, sin mayor transcendencia.

“¡Si conocieras el Don de Dios!

¡¡¡Si conocieras el Don de Dios…!!!”

Jesús es el Don de Dios y a Él le pedimos ahora que nos conceda el don de ser transformados de verdad en agua para Él, en agua para Su sed. Y, al mismo tiempo, pedirle, suplicarle el don de que Él nos dé de Su agua, de que Él encienda en nosotras esa sed absoluta y abrasadora de Su sed.

Y quiero hacer una última observación, porque este pasaje evangélico es bellísimo y da de sí para muchísimas consideraciones. Pero no quiero agotarlas ni cargar el tema sino dejar espacio para estar con Él, para contemplarle a Él y para dejarnos enamorar y empapar de Él, de su Presencia, sobre todo dejar que sea Él quien encienda en nosotras su sed. Pero no me resisto a hacer una última observación.

Dice el pasaje evangélico que cuando la mujer samaritana cae en la cuenta de quien es Él, de quien es el que la está hablando, de que va a ser el Mesías, de que probablemente es el Mesías, por último de que es el Mesías y ella se lo dice, Él se manifiesta a ella: “Sí, Yo soy, el que te está hablando”.

En ese momento, ella deja el cántaro y corre. Deja el cántaro porque ya no le interesa el cántaro, porque ya no necesita el cántaro, porque ha encontrado un surtidor que salta hasta la vida eterna y el cántaro resulta un trasto inútil, un cachivache que pesa, que no la deja moverse, un lastre.

Dejar el cántaro es encontrarse con Jesús y salir de uno mismo, salir de este instrumento que es pobre y generalmente está resquebrajado y lleno de grietas y deja escapar el agua y en realidad no nos sirve para nada. El agua nos la da gratis Jesús mismo y sin instrumentos para sacarla porque nos es dada, porque es un Don de Dios, porque es regalo, porque es un don.

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“¡Si conocieras el Don de Dios!”

¡Tenemos que ser valientes! Dejar nuestro cántaro no es fácil, ¡estamos tan apegados a él! ¿Cómo vamos a sacar el agua sin cántaro? ¿Cómo vamos a beber sin cántaro? Y, si no puedo beber, me muero. Entonces, yo llego a la conclusión de que necesito mi cántaro, aunque sirva para poco o aunque me lleve a seguir sacando un agua cenagosa, un agua no pura, un agua no limpia, un agua que no es Jesús, un agua que no es Don de Dios. El cántaro me conduce a eso pero yo, por si acaso, yo no suelto mi cántaro. ¡Es difícil!

Solamente el descubrir a Jesús, el encontrarnos con Él cara a cara, nos da el valor, la fuerza, la gracia de despojarnos del cántaro y correr con las manos libres. Porque el cántaro no nos deja correr y anunciar la Buena Noticia de que hemos encontrado el Mesías, la Buena Noticia tanto tiempo esperada de que somos amados, de que Dios nos ama y nos desea felices y quiere que adoremos al Padre en espíritu y verdad.

Esa gran noticia, esa Buena Nueva, esa alegría no la podemos gritar con el cántaro entre las manos, abulta demasiado, nos quita demasiadas energías, no podemos correr con agilidad llevando las manos ocupadas en sostener el cántaro.

Tenemos que correr con las manos libres y, con esas manos, bendecir, acariciar, tocar en el Nombre de Dios. Manos libres para que Jesús actúe a través de ellas.

¡Le hemos encontrado! ¡¡Hemos encontrado al Mesías!! Y lo que hemos encontrado, no lo podemos callar. Tenemos que gritar, correr, decir: “¡¡He encontrado al Mesías!! ¡¡Lo he encontrado!!”

7184088Pero para poder gritarlo, para poder darlo, para poder correr, repito: ¡hay que desprenderse del cántaro! ¡Hay que arriesgarse a beber de la fuente del Agua Viva sin cántaro, directamente de la fuente, aplicando mis labios a esa fuente!

Pidámosle a Jesús mientras le escuchamos decirnos que tiene sed, que le demos a Él de beber. Vamos a pedirle a Él que nos ayude a salir de nosotras mismas, a ser generosas, a despojarnos de nuestro cántaro y entonces podremos descubrirle sentado en el brocal de nuestro pozo fatigado, cansado y pidiéndonos de beber.

 

 

3 comentarios en “¡¡Tengo sed!! ¡Dame de beber!

  1. Tengo sed! Jesús nos lo ha dicho tantas veces a cada uno….y sin embargo,hemos preferido llenar nuestro cántaro y seguir nuestro camino sin más, sin darnos cuenta que atrás hemos dejado lo más valioso,que es Él, quien nos ha dado la vida,quien quiso salvarnos con su muerte…Pero esas palabras que nos dijo,resuenan a menudo en nuestra vida sin saber muy bien por qué. Cuando vemos el cántaro de nuestra vida lleno de egoísmos, envidias y rencores,llenos de cosas materiales e innecesarias,es entonces cuando pensamos qué ha pasado con el agua limpia y pura y clara que sacamos de aquel pozo donde Jesús con gran humildad nos pedía de beber….
    Cómo saciar tu sed Señor? Y la nuestra? Enseñános a decir sí! !!!sin miedos ni ataduras.

  2. Me, ha llenado el evangelio, de la samaritana, ahora es cuando lo he entendido, que no lo había entendido nuca, y ahora lo entiendo, Gracias NM. Él agua que mana de su corazón, el agua que mana de su costado, la verdad que me da tristeza, porque he tenido mucha sed de Dios, y no he sabido pedírsela, y sigo teniendo sed de Dios, el texto entero me ha llegado al corazón, cuando Dios me da de beber de su agua , siento en mi alma, y mi corazón paz, serenidad. Amor, Dios está a mi lado, sin verlo físicamente, lo noto, lo palpo, siento pureza, transparencia, serenidad, docilidad, sacio mi sed, toco a Dios su corazón late, Dios me empapa en esa, paz, en ese silencio.. Se derrama en mí su felicidad, y vida, en plenitud. Le pido a Dios ser transformada en agua para Él. Necesito estar con Dios, empaparme, de Él, enamorarme de Él, Él se manifiesta todos los Días en mí vida, y yo nada más que quiero seguirle, solo a Él, que sentido tiene estar en el mundo lleno de materialidad, y sin sentido. Quiero seguir a Dios, si no sigo a Dios, me falta el aire, mi vida, no tiene sentido, el encontrarme cara, a cara con Él me resucita, me da vida, me siento amada, y querida, por Él, me quiere con corazón de hombre, he encontrado a Dios en mí vida, y no puedo callarme, las personas que me rodean, necesitan sentirse amados y queridos, cómo yo. Señor te pido que nuca suelte ése cántaro, que yo vaya todos los días!! Al pozo y te pueda encontrar.

    Muchas gracias!!! Madre

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