El Corazón de Jesús vence en la prueba

TEXTO: Mt 4, 1-11

Jesús, lleno del Espíritu Santo, dejó el Jordán, y fue conducido por el Espíritu al desierto; donde permaneció cuarenta días, y fue tentado por el diablo. No comió nada en aquellos días; y cuando hubieron transcurrido, tuvo hambre. Entonces el diablo le dijo: «Si Tú eres el Hijo de Dios, di a esta piedra que se vuelva pan». Jesús le replicó: «Escrito está: «No sólo de pan vivirá el hombre». Después le transportó (el diablo) a una altura, le mostró todos los reinos del mundo, en un instante, y le dijo: «Yo te daré todo este poder y la gloria de ellos, porque a mí me ha sido entregada, y la doy a quien quiero. Si pues te prosternas delante de mí, Tú la tendrás toda entera». Jesús le replicó y dijo: «Escrito está: «Adorarás al IMG-20190704-WA0020.jpgSeñor tu Dios, y a Él solo servirás». Lo condujo entonces a Jerusalén, lo puso sobre el pináculo del Templo, y le dijo: «Si tú eres el Hijo de Dios, échate de aquí abajo, porque está escrito: «Él mandará en tu favor a sus ángeles que te guarden»; y «ellos te llevarán en palmas, para que no lastimes tu pie contra alguna piedra»

REFLEXION:

Es muy significativo que el evangelista sitúe inmediatamente después del Bautismo en el Jordán este episodio de las tentaciones de Jesús. En el Bautismo el Padre dice que Jesús es el Hijo amado en el que se complace, que le escuchemos. Y, a continuación, inmediatamente, viene este relato de las tentaciones de Jesús. Es significativo porque algunas veces, cuando tenemos o sentimos tentaciones, nos parece que eso sucede porque el Señor no nos quiere, porque el Señor nos deja, porque el Señor nos olvida… Y su Hijo, de Quien acabamos de oír que es amado y es en quien se complace el Padre, es llevado al desierto por el Espíritu. El Espíritu Santo es quien guía Jesús al desierto para ser tentado. Y esto significa que, cuando haya en nuestra vida pruebas, luchas o tentaciones, no hay que pensar que el Señor las permite porque no nos quiere. Al contrario: más bien las permite porque quiere algo grande de nosotros. De hecho, las permitió en su Hijo Amado, en su Predilecto.

También estas tentaciones son indicadoras de que Jesús es verdadero hombre; volvemos a encontrarnos con la Humanidad de Cristo como camino y como espejo en el que mirarnos: ¡siempre Jesús en Su Humanidad! Y el hecho de que haya sido tentado indica que es verdadero hombre, como nosotros. Dice San Pablo que “fue igual a nosotros en todo menos en el pecado.”

Y viendo despacio este relato, llegamos a la conclusión de que las tentaciones son necesarias para preparar a Jesús para su misión. Son el crisol por el que Él pasa, en el que una vez más vence y proclama al Padre como Padre y como Señor de su vida, la Voluntad del Padre como su ideal, su meta, su fin… y hay que pensar que si Jesús, para su misión, necesitó pasar por ese desierto y por esas tentaciones, también nosotros, necesitaremos de ese crisol que es el desierto, ¿no?magazine-unlock-05-2.3.850-_997d915974934f0482113c649c46620a.jpg

“Jesús fue llevado al desierto por el Espíritu.” Fue llevado por el Espíritu, lo dice así en pasiva el evangelista “fue llevado”, no fue por iniciativa suya. El desierto es un estado de vida, es un momento en la vida, es una situación interior que no la escogemos nosotros.

Y el desierto es árido, es seco, es soledad… pero el desierto es –lo dice le profeta Oseas- el lugar donde Dios lleva a sus almas escogidas “para hablarles al corazón” (Cfr. Os 2, 16). En este caso, a Jesús para ser tentado. Las tentaciones, en contra de lo que pensamos, no son malas. Lo malo no es la tentación, lo malo es caer en ella, porque la consecuencia de la caída en la tentación es el pecado y eso sí es malo. Pero la tentación de suyo, es una cosa estupenda, porque nos permite volver a elegir a Dios: cada tentación es una elección. Entonces si somos tentados muchas veces, siempre tenemos la opción de elegir a Dios y vencer.

Lo mismo que cada día, cuando amanecemos y empezamos nuestro quehacer cotidiano, tenemos que volver a elegir a Jesús y decir: “hoy nuevamente te entrego mi vida y Te elijo a Ti por encima de todo”; pues… la tentación -o las tentaciones- en el correr de nuestras horas, nos dan la opción de estar continuamente eligiendo al Señor.  A veces habrá tentaciones grandes, de volumen, gordas, y otras veces son tentaciones chiquititas, muy sutiles, que casi no percibimos.

Y yo creo que es importante que seamos conscientes de que nuestra vida no es una vida pasiva, en la que ya está todo hecho. La vida la tenemos que vivir nosotros, no ser vividos por la vida, ser arrastrados por la vida. ¡Tenemos que vivir la vida con intensidad! Y ser muy conscientes de que la vida interior no es una vida pasiva, sino de continua actividad, de continua dinámica, de continua lucha. ¿Por qué? Porque hay que estar continuamente eligiendo a Jesús y elegir a Jesús muchas veces supone lucha: luchar contra nuestras propias tendencias, nuestra propia naturaleza, nuestro propio egoísmo, nuestro propio pecado original.

Vemos a Jesús que dice que “después de ayunar durante cuarenta días con cuarenta noches, Jesús sintió hambre”. Suponemos, por supuesto, que sintió hambre física, apetito, ganas de comer. Pero también tuvo que sentir hambre, después de cuarenta días, de afecto, de compañía, de descansar, de solaz… Es un hambre psicológica momentos en que es más patente nuestra fragilidad humana, porque el ayuno nos demuestra lo frágiles que somos. Tenemos que ser muy conscientes, sin agobios, sin amargura, pero con un gran realismo, de que la condición humana es muy frágil, muy pobre, muy vulnerable. Y el que lo sabe muy bien es el tentador.

El tentador aprovecha ese momento ideal en que sentimos hambre para tentar, nos busca en los momentos de debilidad, nos busca en los momentos de dificultad. “Él nos rodea buscando a quien devorar.” Y efectivamente él nos ronda, él está por ahí, atisbando nuestra debilidad para tentarnos y hacernos caer. Por eso, tenemos que estar siempre vigilantes y muy conscientes de nuestra fragilidad y -al mismo tiempo- muy confiados en la bondad del Señor que nos va a dejar.

Entonces Jesús, como verdadero hombre, siente esa fragilidad, siente esa debilidad y el demonio le hace la siguiente propuesta: “Si eres el Hijo de Dios convierte esas piedras en pan”. Y podemos pensar: “es el Hijo de Dios, puede hacerlo, ¿pues qué tiene de malo que convierta unas piedras en pan si tiene hambre, si Él puede hacerlo?” De igual manera el demonio nos tienta a nosotros: “¿qué tiene eso de malo? ¡Hazlo! ¡Eres poderoso! ¡Puedes hacerlo! Tienes capacidad para resolverte tú solo el problema. ¿Para qué vas a estar dependiendo de nadie?…”

¿Cuál es la tentación grave aquí en este caso concreto? Pues la tentación grave es la de vivir al margen de Dios, como si Él no existiera; vivir al margen de su Providencia, caer en la autosuficiencia, en decir: “¡yo puedo!, ¡yo sé bien lo que quiero!, ¡yo sé lo que tengo que hacer!,IMG-20180924-WA0004.jpg ¡yo puedo hacerlo!, ¡yo no voy hacer!, ¡yo no necesito nada!, ¡yo soy capaz de organizar mi vida!, ¡yo puedo resolverme las cosas!…” Caer en esa autosuficiencia, prescindir de Dios, dejar a un lado la Providencia… “la Providencia no guía nuestras vidas, soy yo con mis propias fuerzas, con mi energía de carácter, con mi capacidad, la que guío mi vida y la que sé lo que quiero hacer y lo hago”.

Esa fue la primeras hacer milagros… ¡Soluciónate el problema!” Y la contestación de Jesús es contundente: “No solo de pan vive el hombre sino de toda palabra que sale de la boca de Dios. Mi alimento es hacer la Voluntad del Padre”. Y añadió: “Y si su Voluntad es que ahora yo pase hambre, pues ese es mi alimento. La Voluntad de mi Padre, no mi criterio, mis ideas, mi energía de carácter, mi capacidad… ¡La Voluntad de Dios! ¡La Voluntad de mi Padre!”

¿Qué hace entonces el tentador? Como ve que por ahí no hay entrada, dice: “Bien, pues si tanto confía en Dios y tanto quiere su Voluntad, ahora se va a enterar.” Le lleva a un sitio, le sube al alero del Templo y luego le muestra el mundo, y entonces le dice: “lánzate al abismo y Dios te recogerá. Tanto confías en Dios, pues deja de usar el sentido común y vive a lo loco.”

Siguiente tentación: vivir como si mi libertad no existiera y como si todo dependiera de Dios y no dependiera de mí. El lado opuesto o todo lo anterior: “yo aquí no pinto nada, que Dios nos resuelva la vida”. Y tan peligroso es lo uno como lo otro, porque no es así.

La realidad es que hay que compaginar las dos cosas: la Voluntad de Dios y su gracia con mi libertad. Ni puedo hacer de mi libertad el todo, ni puedo hacer de la Providencia, la Voluntad de Dios el todo, tiene que haber un equilibrio. Y de hecho, en el plan de la salvación, Dios pide nuestra colaboración. Luego mi voluntad también tiene que aportar, yo tengo que querer.

El problema de la libertad es que es un don y un riesgo. La libertad implica -esto lo decía un sacerdote con mucha gracia- una enfermedad que padecemos todos”, que él denominaba con mucha chispa “esqueísmo” porque… pase lo que pase, siempre hay un “es que”. “No, es que…”, “sí, es que…”, “bueno, es que…”

El “es que”, “es que”… Y ¿cuál es el problema…? Pues que nos falta en el fondo reconocer que, no he hecho tal cosa o no he ido a tal sitio, no he cumplido con mi deber, con mi obligación… ¡No! Nos cuesta mucho reconocer que no somos responsables en el uso de nuestra libertad y entonces inventamos veinte mil excusas. Y éste lo decía con mucha gracia: “el esqueísmo es una enfermedad que padecemos todos, con la cual nos disculpamos de nuestra irresponsabilidad.”

Queremos disimular la libertad, que lleva consigo una responsabilidad. La libertad es un don preciosísimo, que nos hace hijos de Dios, porque no somos hijos de Dios a la fuerza. Pero ser libre significa ser responsable y eso ya no nos gusta tanto. Tenemos que ser valientes y asumir los riesgos que nuestra libertad implica, que nuestra libertad conlleva.

Y en nuestro entorno tenemos que ser muy misericordiosos, muy comprensivos, no asustarnos de las fragilidades que nos encontremos, porque muchas veces corremos el riesgo de sentirnos un poco como el fariseo de la parábola: “Te doy gracias, Señor, porque no soy como esas. ¡No, no! Nadie es mejor que nadie, porque todos tenemos la misma fragilidad y todos estamos hechos del mismo barro. Y no es cuestión de mejor ni de peor, es cuestión de amor ¡Es Jesús quien me pide! Y yo soy libre de decir “sí” o de decir “no”, de dejarme arrastrar por mi egoísmo y caer en la tentación o de vencer esa tentación, de elegirle a Él y de decir que sí. La libertad es un don que pesa porque tiene unas consecuencias. Somos libres, pero no somos omnipotentes: somos dependientes de nuestro Padre, tenemos que vivir de su Voluntad, de la escucha de su Palabra.

¿En qué consiste, pues, la libertad? La libertad es la capacidad que tenemos de acoger y seguir la Voluntad de Dios o de no acogerla y no seguirla. Y ahí está todo, la raíz de todas las cuestiones. Todo está en eso: que libremente acojo a Dios y su Voluntad o libremente le rechazo.

Y como el tentador ve que no hay manera de hacer que Jesús caiga en la tentación y ya está un poco desesperado, porque no consigue nada, entonces recurre a un último intento y le muestra la gloria y le dice: “Todo eso que ves te entregaré -toda esa gloria, toda esa magnificencia, todo ese poder- si te postras y me adoras.” San Ireneo de Lyon lo interpretó de la siguiente manera: dice que el colmo de la tentación aquí está en ofrecerle a Jesús toda esa gloria sin la cruz, es decir, “adórame y no vas a necesitar pasar por el Calvario para tener toda la gloria” ¿Qué está haciendo el demonio? Presentarle un ídolo. Y nuevamente intentar desviarle de la Voluntad del Padre, intentar desviarle de su misión.

¿Qué intenta hacer el demonio? Yo te voy a dar lo mismo pero en fácil: sin tener que pasar por la cruz. Y esa es una tentación que, a lo largo del día, se nos presenta tantas veces -al menos yo lo veo así- a mí me pasa al cabo del día tantas veces… Y además vivimos en una sociedad y en una cultura de lo de “sin esfuerzo”. Los slogans de hoy son “consiga esto, lo otro y lo de más allá sin esfuerzo”. ¡Sin esfuerzo, sin cansarse! Es el mundo de los atajos. Vamos a buscarnos un atajo: ¡Vamos a facilitarnos las cosas! ¡Vamos a simplificar las cosas! ¡Vamos a buscar un atajo! Todo es intentar facilitar, buscar atajos y evitar la cruz.  Y en nuestra vida espiritual también pasa lo mismo y el demonio es lo que hace: “Si me admites a mí, si me dejas a mí, yo te lo ofrezco todo lo que te ofrece Dios, pero sin complicarte la vida”. Y esto es una tentación tan sutil… “si te postras y me adoras, ¡yo te lo doy todo!” Y a Jesús se lo presenta así: “si te postras y me adoras, tú vas a ser el rey del universo pero sin la cruz.” ¡Muy seductor!

Así que tenemos tres tentaciones claras, ¿no? La primera: vivir como si Dios no existiera y todo dependiera de nosotras; la segunda: vivir como si mi libertad no existiera y todo de dependiera de Dios; y la tercera: buscar atajos, ir a nuestra bola, por el camino fácil, sin seguir el camino que nos marca Dios, la Voluntad de Dios.

El relato evangélico termina diciendo que “los ángeles vinieron y le servían”. Los ángeles vienen y nos sirven y nos consuelan, son los enviados de Dios. Y Dios consuela y conforta siempre a todos los que le eligen y a los que le reeligen, continuamente renunciando a las tentaciones y viviendo de su Voluntad.

El demonio es mentiroso. Él vive deformando la verdad, odia la verdad, porque la verdad es algo tan grande y tan sublime que se identifica con Dios mismo. Y la Verdad Encarnada, Jesús, nos trajo la salvación, lo venció. Por eso odia la verdad, odia la veracidad y se esconde detrás de mil mentiras, mil medias verdades… Qué bonito el momento en que tú hagas un acto de humildad y digas: “me está pasando esto”. Dejas al demonio al descubierto, porque además la humildad y la verdad van ligadas, porque la humildad es que somos pobres, que somos pequeños. ¡Esta es la verdad, eso es la humildad! Y ambas cosas alejan al demonio.

Cuando una persona que es sencilla, transparente, va con la verdad, esa persona vive llena de paz, porque no está todo el día tapando lo que ha hecho mal: “que no se entere nadie, que se van a enterar, que me van a decir que…” Cuando se vive en la verdad y se vive en la humildad, el fruto inmediato es la paz, porque el demonio no tiene nada que hacer con esa persona. Pero la que se empeña en tergiversar, tapar, ocultar, disimular, decir medias verdades… vive en una turbación continua, porque el demonio zarandea esa persona a todas horas y las tentaciones se multiplican por miles. Es campo abonado para el demonio, que lo tiene facilísimo. Por eso es muy importante ser muy veraces y muy sinceros, porque siendo muy veraces y muy sinceros el demonio huye, se mantiene lejos.

Y dentro de esa veracidad, hay otra cosa importante, que es llamar a las cosas por su nombre. A la tentación hay que llamarla tentación, porque no es otra cosa que una invitación a no cumplir la Voluntad de Dios en un aspecto concreto. La tentación siempre va a eso: a alejarnos de la Voluntad de Dios.

Y una de las cosas importantes en ese ambiente de la veracidad, es darnos cuenta de que la vida no es fácil, de que la vida -si es vida verdadera y la estamos viviendo de verdad y no en un espejismo- no está exenta de cruz nunca. La vida de todo ser humano, de una manera o de otra, está marcada por la cruz. Otra cosa es que seamos conscientes o no de que ese sufrimiento que nos rodea es la Cruz de Cristo o le llamemos como queramos, o digamos que es “mala suerte” o que es “fatalidad del destino”, como dicen otros. Podemos llamarlo como queramos: nosotros, desde de la fe, lo llamamos la cruz de Cristo. Pero sea como fuere, crean o no crean en Dios, el sufrimiento es una realidad de esa vida. Y es importante convencernos de que la vida no puede ser vivida sin sufrimiento, pero que ese sufrimiento no es impedimento para la felicidad. Y ahí es cuando ya tocamos el punto álgido, lo que más escandaliza de nuestro mensaje cristiano: que, sufriendo, con el sufrimiento de cada día, se pueda ser feliz.

Lo importante de todo eso es que nos tiene que quedar claro que no podemos quitarle sustancia a la vida; no podemos quitarle sabor a la vida y la vida hay que abrazarla tal y como es y como viene, sabiendo que supone lucha. No podemos hacer de nuestra vida una vida descafeinada, diluida, light, para hacerla así más fácil, más cómoda. A veces tendemos a eso, queremos autoengañarnos y hacer ver que la vida es fácil y todo va a ser ideal… ¡La vida es como es, y la tenemos que asumir como es, como el Señor nos la da!

20190810_095319.jpgA mí me parece que sería bastante trágico haber sido escogidas por todo un Dios para compartir con Él sus secretos y su Intimidad y que, en vez de corresponder a eso con entusiasmo, con ardor, con alegría, con ganas… poniendo toda la carne en el asador… nos buscáramos un atajo, nos instaláramos y… pecar no pecamos, porque tenemos cuidado de no pecar y menos en cosas graves. Pero tampoco nos matamos por Cristo, tampoco hay que exagerar… vamos a ir pasando la vida, no sé si viviendo la vida o dejando que la vida nos viva a nosotros y nos arrastre… Entonces se nos pasa el tiempo y al final nos encontraremos con el Señor cara a cara y nos mirará, diciendo: “¿y qué hago yo con esta persona tibia? ¿Qué hago yo contigo?”

¡No, por Dios! El día que nos presentemos delante del Señor, tenemos que llevar el corazón y el alma llena de cicatrices y de callos por todo lo que hemos peleado y luchado y trabajado por Él, porque si lo llevamos intacto y sin estrenar… el Señor no nos ha amado en bromas. De hecho, el Corazón del Señor quedó traspasado, quedó rasgado y roto; y se supone que estamos aquí intentando imitar eso ¿no? En esos momentos tenemos la ocasión de decirle al Señor que es bonito vivir cada día peleando por Él, combatiendo para elegirle tantas veces al día cuantas veces seamos tentados. Y tenemos que vivir con esa vigilancia.

Santa Teresita era una mujer -dentro de su apariencia frágil- de una reciedumbre, de una valentía, de una lucidez… impresionantes. Ella decía que “deseaba no dejar pasar ocasión de probarle a Jesús sul amor.” Y esas ocasiones son las pequeñas tentaciones de las que estamos hablando, que son muchas al cabo del día. Y decía que deseaba con avaricia esas ocasiones para decirle a Jesús “te amo”, o sea, “te elijo a Ti” una vez más.

Tenemos que ser conscientes también de que, detrás de cada tentación, hay un riesgo, que es el pecado. Esa es una realidad irrenunciable en nuestra vida. Entonces la cuestión es la siguiente: ¿a quién elijo? ¿Elijo con mis propias fuerzas? ¿Elijo hacer mi voluntad? ¿Elijo no asumir mis responsabilidades? ¿Elijo los caminos fáciles sin esfuerzo? ¿Elijo que el egoísmo domine mi vida?

Vamos al desierto mirar a las tentaciones de frente y a ponerles nombre y vamos a aterrizar. Y al aterrizar quiero decir concretar, porque todo eso que estoy diciendo es un poco como en abstracto; pero cada uno tiene que coger estas ideas y pensarlas

ORACION:

Gracias, Señor, por permitirme elegirte cada día. Gracias por todas esas ocasiones que me brindas para probarte mi amor y que Tú eres lo más importante, mi Todo. Concédeme la gracia de saber aprovechar esas ocasiones y de adivinarte siempre en cada circunstancia. Amén.

6 comentarios en “El Corazón de Jesús vence en la prueba

  1. Mi tentación más permanente es la de protagonizar mis acciones sin dar lugar a observaciones ajenas,aunque si las pongo en manos de DIOS consciente o inconscientemente….quiza Sólo en apariencia…Toda su reflexión da para mucho ahondar en “elegir” a cada momento “El o yo” mejor elegir EL en mi corazón que ilumina cada instante. No ir a la carrera en todo como si no hubiera mañana,serenata mi corazón para que sea capaz de escuchar y elegirlo a El en todo momento…
    No se cuánto le habrá costado escribir este profundo y hermoso texto, pero para mi será un largo examen-meditacion….
    Gracias hermana por ser LUZ para mi y seguro que para otros…

  2. Con humildad: De dónde viene la secularización? “De no hacer la Voluntad del PADRE>>
    *permiTE que ellos al mirarme, no me vean a mi, sino solamente a TI JESÚS….♥️

  3. “Dependo de Ti Señor, a cada paso que doy”.Cómo dice la cancion .Sí no fuera así, seria muy difícil el día a día. Entre las tentaciones y los desiertos,valdría más no levantarnos de la cama .Pero ahí está ELSEÑOR,tirando de nosotros cada día. Un abrazo Madre.❤❤❤

  4. No concibo mi vida sin Dios,procuro vivir y obrar cada día sintiéndome observada por El,que todo lo ve y no se pierde detalle. Pero no siempre, a veces en medio de tanto ruido,de tantas actividades,de tanto ir i venir se me olvida.
    Gracias,Madre por recordarnos que es vivir según la voluntad de Dios,que a menudo no coincide con la nuestra.

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