TEXTO: Mt 11, 28-30
Venid a Mí todos los que estais cansados y agobiados, y Yo los aliviaré. Cargad con mi yugo y aprended de Mí, que soy manso y humilde de corazón, y hallareis descanso para vuestras almas. Porque mi yugo es suave y mi carga ligera.
REFLEXION:
Él está ahí, en la imagen del Corazón de Jesús, en la que Le podemos contemplar con los brazos abiertos y el Corazón por delante, expuesto a todo. Diciendo: “Venid a Mí”.
“¡Venid a Mí!” Nos está llamando:“¡Venid a Mí todos los que estáis cansados y agobiados y Yo os aliviaré!” Porque muchas veces, tantas veces, somos tan necios que vamos a buscar el alivio y el descanso fuera de Él.
“Todo lo que no es Jesús, no es nada”, decía Teresita. También decía ella: “todo lo que no es Jesús, es mentira.” Todo lo que busquemos fuera de Él, fuera de su Corazón, es vano y más cuando estamos cansados y agobiados, porque Él nos está esperando. Y muchas veces somos tan tontos que, en vez de dirigirnos a Él, descansar en Él, desahogar nuestro corazón en Él, dejarnos consolar por Él… nos vamos por ahí, bebiendo de charcos, de aguas cenagosas, de aguas no limpias, de aguas que no son de Él, que no han brotado de su Corazón. Podemos ir a beber del Manantial, del Surtidor que salta hasta la vida eterna y nos contentamos con beber cualquier agua que no nos sacia la sed… Nos conformamos con cualquier regazo que no es el de Él y que al final no es verdadero y no consuela, que al final deja un hastío mayor, un vacío mayor, un malestar mayor…
Ahí está, miradle: Él es el descanso, Él es el verdadero descanso, Él es el que cura y el que sana, el que alivia, el que consuela, el que reconforta; el que no nos engaña con lenitivos, con falsos consuelos que no son de Él, porque Él es la Verdad. No va a poner una careta a nuestro error, no va Él a negar nunca la existencia de nuestras heridas, pero las va a curar de verdad; no va a dejar que cierren en falso, nos va a curar de raíz.
Y solo Él puede hacerlo, ¡nadie más! ¡No seamos tontos! ¡No busquemos el consuelo fuera del verdadero Consuelo! ¡No busquemos la salud fuera de la verdadera Salud del Verdadero Salvador! ¡No busquemos el descanso fuera de Cristo, porque es mentira! Os repito lo del principio que decía mi Teresita: “todo lo que no es Jesús, no es nada. Todo lo que no es Jesús, es mentira.”
“Cargad con mi yugo y aprended de Mí que soy manso y humilde de Corazón y hallaréis descanso para vuestras almas, porque mi yugo es llevadero y mi carga es ligera.”
El yugo del Señor es suave, es llevadero; no es pesado, no es oprimente, porque es de Él. Yo no sé si viviendo en esta sociedad, tan tecnificada, habréis visto alguna vez un yugo. No sé si sabeis cómo es, para qué sirve, en qué consiste… Yo lo he visto muchas veces cuando era pequeña, porque en mi tierra, la gente del campo todavía lo usaba con los animales. El yugo es un instrumento que se pone en el cuello de las bestias, sean mulos o sean bueyes, para mantenerlos unidos, para impedir que se separen, para mantenerlos con la cabeza baja. Es un instrumento rígido, generalmente de madera, que no se puede usar nunca con un solo animal: hay que utilizarlo con dos, si no… no sirve. El yugo nunca es para uno solo, el yugo es siempre para dos: para que los dos vayan juntos, para que los dos vayan siempre a la par, para que ninguno se adelante al otro o vaya en dirección opuesta. El yugo les une y les obliga a hacer lo mismo: a caminar en la misma dirección. Nunca es para uno solo.
Cuando Jesús dice “cargad con mi yugo”, nos está diciendo entre líneas que Él va a estar siempre con nosotros, que Él va a estar siempre conmigo, en concreto. Su yugo es para mí pero con Él. El yugo no lo voy a llevar yo sola: no puedo llevarlo sola, no sirve para nada sola, como tampoco Jesús lo lleva solo. El yugo es para aquel que quiera ponerse bajo el yugo sabiendo que al otro lado del yugo está Jesús y para caminar con Él, para estar con Él, para ir al unísono con Él, para moverme en la misma dirección que Él, para no poderme separar nunca de Él… ¡Ese es el yugo de Amor del Corazón de Cristo! ¡Es un yugo suave, dulce, llevadero…! Es un yugo que sirve para creer, para orientar, no para oprimir.
“Cargad con mi yugo” es una invitación más que un mandato. “Cargad con mi yugo” quiere decir: “Ven, Conmigo a la mitad en todo”. Y esto es impresionante porque no solamente nos está ofreciendo la oportunidad de compartir nuestra vida con Él al cincuenta por ciento en todo y siempre –que ya es bastante regalo- es que, al mismo tiempo, Él se está abajando: está abajando su Cerviz, su Cabeza, para permanecer a nuestra altura, adaptándose a nuestra capacidad. Y para permanecer así siempre, sin desuncirse del yugo, sin querer escaparse, sin abandonar. Y esto, como todo lo del Señor, no es una imposición, es una invitación.
El yugo significa también -dicen algunos exegetas- la Ley; es imagen de la Ley. El yugo de Jesús es -en sí- la Ley, porque Jesús nos la ha venido a traer, y es suave, es ligera. La Ley de Dios, vivida en las entrañas de Cristo Jesús, es pacificadora, ligera, liberadora… Pero este yugo es suave y es ligero si se comparte con Él, sólo con Él. Lo que hace la vida suave y llevadera es compartirla al cincuenta por ciento con Él, mitad y mitad, todo a medias con Él. Eso hace la vida suave, fácil, llevadera… Se trata de un yugo ligero y su Ley, sus preceptos, sus mandamientos, uncidos a su yugo de amor son suaves: no son pesados, no son oprimentes.
Pero el yugo se torna oprimente si al otro lado ponemos alguien que no sea Jesús. Si sustituimos a Jesús por cualquier otra criatura, el yugo puede ser insoportable, aborrecible… y podemos acabar despreciando a Dios, a la Ley, a todo… porque sin Jesús nada tiene valor, nada tiene sentido y nada es soportable.
Miradle en la Eucaristía y decidme si puede haber una mansedumbre mayor y una humildad mayor. Mirad quién es Él: todo el contenido de la palabra Dios está ahí, toda la Omnipotencia y la Infinitud de Dios están ahí, bajo la apariencia más humilde: un pedazo de oblea. Pocas cosas hay en ese mundo más frágiles, más vulnerables, más quebradizas, que un pedazo de oblea. Hasta ahí le ha llevado el abajamiento, el amor.
Y la mansedumbre… pues lo mismo: toda la fuerza de Dios, toda la Omnipotencia de Dios en un pedazo de oblea, sin oponer jamás la menor resistencia ni proferir la menor queja, hagamos lo que hagamos con Él: si le amamos, le amamos; si le adoramos, le adoramos; si le comemos, le comemos; si le pisoteamos, le pisoteamos; si le tratamos sacrílegamente, se deja; si comulgamos sin las debidas disposiciones, se deja… Si nos acercamos y le hablamos y estamos con Él, es feliz y nos acoge; si le ignoramos tranquilamente y no venimos nunca, si pasamos de largo, no se queja. Permanece humilde, silencioso, dolorido pero callado, no se rebela, no se inquieta, no se encabrita, no amenaza, no se queja, no protesta, no murmura de lo mal que le tratamos… ¡Sufre y espera! Sufre, ora a su Padre y espera a que caigamos en la cuenta de nuestro error y volvamos a Él y regresemos a Él.
Eso es la mansedumbre de Dios. No se cansa de esperarnos, como dice San Pablo. “el amor espera siempre, el amor disculpa siempre, no murmura, no es jactancioso, no es engreído, no lleva cuentas del mal”. El amor, que es Dios, es la mansedumbre de Dios mismo. ¡Esa es la mansedumbre que está encerrada en el Corazón de Jesús! ¡Esa es la humildad que está encerrada en el Corazón de Jesús! ¡Y eso es lo que Él nos pide aprendamos: no todas las demás cosas que hizo, sino la mansedumbre y la humildad!
Y como es tan bueno, nos pide que aprendamos de El, porque haciéndolo así: aprendiendo la mansedumbre y la humildad, hallaremos el descanso para nuestras almas. Él no quiere que aprendamos la mansedumbre y la humildad porque a Él le va a ir mejor. ¡No! Jesús es incapaz de hacer nada en provecho propio. Si nos invita a que aprendamos de Él la mansedumbre y la humildad y a que carguemos con su yugo, es porque sabe que es lo mejor para nosotros, que ahí encontraremos el descanso en nuestros agobios en nuestras turbaciones. Por eso quiere que carguemos con su yugo y que aprendemos de Él mansedumbre y humildad: para que encontremos el descanso, el sosiego y la paz.
¡Así de bueno es Dios! ¡Así de bueno es el Corazón de nuestro Dios!
ORACION:
Corazón de Jesús: Unceme Contigo a tu yugo. No quiero otro yugo sino tu amor y no quiero caer en la tentación de buscar ningún descanso fuera de Tí. No permitas que me aleje en busca de la felicidad por caminos equivocados: tu Corazón es mi Patria, tu Yugo mi libertad y Regazo mi único descanso. Amén.
Cuanta belleza y cuanta verdad hay en sus palabras,Madre Olga.Yo también he hecho experiencia de ello.A veces nos distraen tantas cosas,nos entretenemos en tantas nimiedades que nos podrían dar un premio a la necedad.Y es cierto solo Jesús puede colmar definitivamente nuestros anhelos.Por eso trato de esconderme en su Sagrado Corazón,solo en El encuentro la paz y el descanso.descanso. Sólo su amor cura mis heridas.Solo El.
LA EUCARISTÍA* JESÚS VIVO EN LA EUCARISTÍA**
Que se caigan las escamas de los ojos para VERLO con claridad VIVO EN LA EUCARISTÍA y que no se maltrate, que no SUFRA MAS!!
“….Inunda mi alma con TU ESPÍRITU y VIDA; Penetra y Posee todo mi ser tan completamente..”
Muchas gracias M. Olga ♥️