TEXTO: Lc 2, 7-11
Y dio a luz a su hijo primogénito, y lo envolvió en pañales, y lo acostó en un pesebre, porque no había lugar para ellos en el mesón. En esa misma región había unos pastores que pasaban la noche en el campo, turnándose para cuidar sus rebaños. Sucedió que un ángel del Señor se les apareció. La gloria del Señor los envolvió en su luz, y se llenaron de temor. Pero el ángel les dijo: «No tengáis miedo. Mirad que os traigo buenas noticias que serán motivo de mucha alegría para todo el pueblo. Hoy os ha nacido en la ciudad de David un Salvador, que es Cristo el Señor.
REFLEXION:
La bondad de Dios y su amor al hombre se han hecho visibles, se han hecho tangibles, se han hecho evidentes en la Eucaristía y en la imagen del Niño Jesús. Ahí estamos contemplando la bondad de Dios y el exceso de su amor al hombre. Porque Dios, en cuanto Dios que es, es Bondad, es Amor; y esa Bondad y ese Amor no permanecen inactivos, sino que están en un continuo presente amándonos. Y esa Bondad y ese Amor, que son Dios mismo, son los que le han llevado a hacerse hombre y a querer tener un Corazón semejante en todo al nuestro menos en el pecado.
La imagen del Niño Jesús que tenemos ahí, junto al altar, es hermosa, es muy bella. Pero, cuando la contemplo, soy consciente de que dista mucho de la realidad de lo que sucedió en Belén. Para empezar, el Niño que nació en Belén era bastante más pequeño que ese Niño Jesús, bastante más frágil y bastante más indefenso. Y, por supuesto, no estaba colocado en un lecho blanco, suave, limpio.
No podemos olvidar nunca -esto lo hacen constar en el Evangelio y en el Evangelio no hay ninguna palabra de más, todas las palabras del Evangelio tienen un significado y un sentido en que hay que ahondar- que su Madre lo envolvió en pañales, nada más nacer, y lo depositó en un pesebre.
En ese gesto de la Virgen, hemos de contemplar a Jesús ya -desde el mismo momento de su nacimiento- como Pan que se parte, como Alimento que se entrega. Belén significa eso: “Tierra del pan”. Belén es la Tierra del Pan, la tierra donde nació el Pan de Vida, el Pan de Vida que estamos contemplando y adorando. Nació en una cueva donde se recogían animales, donde se cobijaban animales, una especie de establo, de cuadra. Recreemos esa escena, miremos esa escena… contemplad, contemplad a ese recién nacido ¡tan pequeño, tan sumamente frágil e indefenso…! envuelto en un pañal, en unas simples telas y colocado en un pesebre.
El pesebre de aquel establo tampoco sería como los lindos pesebres de los nacimientos, que tienen hasta su toque bucólico, idílico. ¡No! Era un lugar donde se depositaba el alimento de los animales y los animales comían ahí; y de lo que comían muchas veces se desprendía de su boca una vez masticado, rumiado y volvía a caer en el pesebre. Luego… no era aquello un lugar muy limpio, ni muy cuidado. Era algo muy lejano y diferente a lo que cualquiera de nosotros prepararía para un recién nacido; era un lugar bastante inhóspito, para bestias, para animales.
Y su madre lo envuelve en unos pañales -que tampoco serían precisamente delicados ni suaves, sino toscos y burdos, de gente humilde, de gente sencilla- aquel cuerpecito recién nacido, suave, delicado. Lo envuelve y… cualquier madre, en un momento así, lo hubiera retenido para sí; lo hubiera estrechado, le hubiera abrazado, le hubiera contemplado, mimado… Cualquier madre hubiera hecho eso y hubiera hecho lo normal, pero María no hace eso. María sabe que es su Hijo, porque ella le ha llevado en su seno y le ha dado su carne y su sangre y lo ha dado a luz, ha sido el medio para que ese Niño esté ahí. Sabe muy bien que es su Hijo, pero que no es para ella, no es para ella sola; sabe que es el Hijo de Dios, no solo es el Hijo de ella sino que -principalmente- es el Hijo de Dios y sabe que no lo ha traído al mundo para quedárselo ella, sino para entregarlo. Y por eso lo deposita en el pesebre como el sacerdote deposita la Hostia Consagrada sobre el altar.
El cuerpo de Jesús recién nacido es depositado en aquel lugar donde comen los animales, prefigurando que va a ser Pan, que va a ser Alimento… y no alimento de gente selecta, sino alimento de pobres, porque Jesús en la Eucaristía principalmente busca a los que somos más pobres, más débiles, a los que más necesitamos de su fortaleza para poder caminar, para poder seguir adelante, para poder vivir… porque Él sabe que -sin el Alimento de su Cuerpo y su Sangre- morimos, morimos de inanición, no tenemos vida. Y María realiza ese gesto profético: por primera vez el Cuerpo de Cristo es entregado, es ofrecido en un altar de pobres y para pobres. Lo deposita ahí y a partir de ahí, el Evangelio no nos dice nada más de lo que ella hizo. Pero no es difícil adivinar lo que ella hizo.
Lo deposita ahí pero no se desentiende de Él, es su Hijo, se queda junto a Él, lo contempla, lo acaricia, lo besa… lo adora porque sabe que es Dios, se admira, se deja sorprender y anonadar por el Misterio porque ella sabe quién es ese Niño y sabe lo que el Ángel ha prometido: “…será grande, será llamado Hijo del Altísimo, heredará el trono de David, su padre…”. Ella tiene presente en su corazón todo eso, ella conoce como ha sido concebido ese Niño, sabe que no es un Niño cualquiera, sabe quién es su Hijo. Y adora el Misterio mientras contempla la realidad de un Niño frágil, pequeñito, indefenso, un recién nacido igual que todos los recién nacidos: un recién nacido que tiene frío, que tiene hambre, que llora, recién nacido que depende de ella para todo como cualquier otro recién nacido. Y ella adora el Misterio, contempla el Misterio.
En ningún momento duda, en ningún momento se queja, en ningún momento murmura interiormente contra aquellos que no les han acogido, que no les han recibido, que viendo su estado y la inminencia del nacimiento de su Hijo no se han compadecido de la situación, no han tenido un mínimo de sensibilidad… Ella no murmura, no se queja, no se cuestiona, no protesta… tiene una única ocupación, una única obsesión: su Hijo. Y teniéndole a Él, contemplándole a Él… todo lo demás desaparece, no le interesa. Ella vive sólo para Jesús. Esa es, esa debe ser nuestra Navidad y toda nuestra vida: que todo lo que vivimos exteriormente no nos distraiga de Jesús, no nos haga perder la perspectiva de quién es Jesús y de que en ese Recién Nacido late ya un Corazón enamorado de mí.
Y hablando de ese Corazón que late enamorado de mí… os invito a hacer algo que yo he hecho -y sigo haciendo- muchas veces y me encanta: trasladaos en espíritu a ese momento en que el Corazón de Jesús, impulsado por el Corazón de su Madre, late por primera vez. ¡¡Es un momento único en la historia!! Y os invito a contemplar ese instante y a adorar a Dios.
No olvidemos que El es verdadero hombre y fue igual a nosotros en todo, menos en el pecado. Su concepción fue “por obra del Espíritu Santo”, pero su gestación fue igual que la de todos nosotros. Cuando un ser humano es concebido, en los primeros días no hay corazón ni latido cardíaco; como a los veintiún días de la concepción, impulsado y sostenido por el corazón materno, el corazón de ese embrión comienza a latir para no detenerse ya nunca más hasta la muerte de ese ser humano. Pensemos en ese momento precioso y único en la historia en que el Corazón de Jesús, que apenas está empezando a formarse en el seno de su Madre, empieza a latir, impulsado por el Corazón de María… ¡¡Es precioso!! El Corazón de Jesús no existía. Existía el Verbo increado, pero no era hombre y no tenía corazón… Empezó a tener Corazón cuando éste empezó a existir y a latir en el seno de su Madre. ¡La Virgen nos lo ha dado! ¡Ella lo ha modelado y le ha dado forma! A Ella le tenemos que agradecer que “lo pusiera en marcha” con su amor, con su carne y su sangre, a impulsos de sus propios latidos. Durante los meses siguientes, hasta su nacimiento, el Corazón de la Virgen fue como el motor que sostuvo el Corazón de Jesús, quien lo mantuvo latiendo y con vida para que después El nos devolviera la Vida verdadera a todos… Ella nos lo ha regalado… Ella lo ha cuidado, protegido, formado, custodiado… y nos lo ha regalado. Contemplemos ese momento único y gocemos y agradezcamos a la Virgen su Sí, su amor a Jesús y el que nos lo haya dado…
Jesús está ahí en la Hostia igual que estuvo en el pesebre: silencioso, callado, a merced de lo que queramos hacer con Él, indefenso, bajo la apariencia fragilísima de un pedazo de oblea. Cada sagrario es un belén, cada sagrario es la Tierra del Pan. El amor, y nada más que el amor, le llevo a Él a “despojarse de su rango y tomar la condición de esclavo”, nos dice San Pablo. El amor le llevó a hacerse Niño, a nacer en Belén, el amor le llevó al abajamiento y al anonadamiento más grande y sorprendente en la Eucaristía.
ORACION:
Madre del Señor y Madre mía: enséñame a llevar a Jesús dentro de mí como le llevabas tú; a vivir “atenta a mi interior” como tú, a amar a Jesús como tú, a existir sólo para El, como tú… Enséñame a quererle, a adorarle, a acariciarle, a besarle… Enséñame, Madre. Amén
♥️
Me impactó mucho, escuchar la que Dios nos ama con un corazón de hombre ❤️
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LOS CINCO
MINUTOS
DEL
ESPÍRITU SANTO
Con Contemplación
vi., 12 de junio
*”ESPÍRITU SANTO*, fuente inagotable de todo lo que existe, hoy quiero darte gracias.
Gracias ante todo por la vida, porque respiro, me muevo, siento cosas, mi cuerpo funciona, mi corazón late.
Hay vida en mí.
Gracias porque a través de mi piel y mis sentidos puedo tomar contacto con los seres que has creado.
Porque el aire roza mi piel, siento el calor y el frío, percibo el contacto con las cosas que toco.
Gracias porque mi pequeño mundo está repleto de pequeñas maravillas que no alcanzo a descubrir.
Gracias porque tu amor me llega cada día.
Me rodeas y me envuelves con tu luz.
Gracias porque estás conmigo en todo lo que me pasa, para que pueda aprender algo de cada cosa que me suceda.
Gracias porque quieres transformar todo mi ser con tu vida divina.
Gracias porque cada día es una novedad, porque siempre hay nuevos signos de tu amor, porque siempre me invitas a algo más, y siempre me llamas a volver a empezar.
¡Gracias *ESPÍRITU SANTO!*
Amén”
Mons Don Víctor Manuel Fernández
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ORACIÓN ANTE EL *SAGRARIO* viernes 12-6-2020
Cuentan de un general inglés que tenía una cajita misteriosa en su cuarto de mando, y cuando había una dificultad grande, fuera tempestad, o gran batalla, se encerraba allí y abría la cajita. Después afrontaba los problemas de la navegación con un sabio discernimiento. Alguien, que tuvo curiosidad por descubrir ese misterio que parecía solucionar todos los problemas, acabó abriendo la cajita. Había en ella un solo papel que decía: babor es a la izquierda, estribor a la derecha; proa: la parte delantera del barco, popa: la parte trasera. De qué cosas se entera uno. Me ha venido fenomenal recordarlo. Dios mío, gracias por estas bocanadas de sentido común para no perder el rumbo. Mira que puede parecer una tontería de las grandes, pero no, no. Es de las cosas definitivas. Ir a lo esencial. La claridad en lo esencial. Si alguien se empeña en que no llueve cuando está calándose hasta los tuétanos porque no lleva paraguas… trata tú de explicarle que sí, que está lloviendo: si se empeña en que no es no, y te terquea, quedarás agotado con explicaciones de todo tipo y no conseguirás nada. No hay más ciego que el que no quiere ver, ni más sordo que el que no quiere oír. A solas con el Señor, le pregunto: ¿verdad que este es uno de nuestros problemas más grandes? Nos perdemos en florituras y tanta hojarasca nos impide ver las flores y el fruto. Es la gran estafa: mantenernos entretenidos en cosas triviales para acabar dándoles tanta importancia que evitamos las esenciales, porque exigen apostar más fuerte, tener una visión más humana y más sobrenatural, y… no terminamos de estar dispuestos. Mientras tanto lo vaporoso gana la partida y las cosas que merecen la pena se quedan sin hacer. Dios mío, mete en mí y en este mundo despistado, sentido común. Tú eres el esencial, el que nos da las claves para afrontar lo que se presente. Nos muestras lo que conviene, lo que merece la pena: cuestiones que hacen que nos enteremos y no andemos perdidos. La Verdad, el Bien, el Mal, el Pecado, la Culpa, el Perdón, el Cielo, la Salvación de las almas, la Santidad, el Amor Amor verdadero, la Misericordia… Quizá se podría seguir con la lista… ¿Y? Pues que estas cosas de nuestra Iglesia son las que le duelen el Papa. Porque son semillas de infidelidad. Que no me empeñe en marear la perdiz. Dios mío, mis energías para Ti. Con alegría, con paz. Que tenga claras las cosas esenciales, sacando partido de ellas para mí y los demás. Y sentido del humor, para no perder el tiempo y reírme un poco de lo vano.
Rvdo Don Alfonso Sánchez-Rey
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Sólo un amor llenaba tu Corazón: el Padre. Sólo un deseo ardiente impulsaba cada uno de los latidos de tu ser: la voluntad del Padre. Y sólo una fuente, un motor que lo movía todo, el Espíritu Santo aleteando dentro de ti, ungiendo sin cesar cada uno de los rincones de esa carne continuamente ofrecida y consagrada al Padre. Toda tu virgínea pureza no podía sino ser expresión, en lo humano, de esa divinidad, que se ocultaba en aquel cuerpo virginal y en aquel corazón tan puro y transparente. Toda la plenitud de ese amor al Padre, al que no negaste ni una gota de entrega y de correspondencia, llenaba hasta saciar los más recónditos deseos y anhelos de aquel corazón que, sin dejar de ser humano, estaba sólo centrado en lo eterno. Y de esa plenitud quedaban todos impregnados cuando te trataban y se reconocían amados singularmente, de forma única e irrepetible, con ese amor solícito y concreto que siempre va por delante.
Sólo el amor a Dios purifica y universaliza los afectos, sin que pierdan, por ello, una brizna de su más hermosa humanidad y concreción. Mis afectos, mis amores, mis cariños, sólo serán auténticos y verdaderos cuando dejen de centrarse en mi soberbio «yo» y vuelen ligeros sólo hacia Dios. Deja que su gracia te llene a rebosar, purifique tus afectos y tus amores, y verás que amarás a todos, con la limpieza y libertad con que el mismo Corazón de Cristo amó singularmente a cada hombre. En ese Corazón virginal has de encontrar la fuerza para colmar tus soledades afectivas, tus limitaciones en el amor, tus imperfecciones en la caridad. Ama a Dios, por encima de todo, y podrás amarlo todo en Él. No temas la esclavitud de otros amores, si la intimidad con Dios, su gracia, la belleza incomparable de su amor llena todos los rincones de tu alma.
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A la fiesta de Pentecostés le pasa lo que al Espíritu Santo: esperando que llegue y, pasa sin darse cuenta uno. Bueno, si tienes cerca a algún equipo de liturgia, de animación de celebraciones o de decoración de capilla o templo, esa gente si lo siente y resiente. Y siempre dicen lo mismo: ay qué pena, que esto nos dura un día sólo. También puedes pertenecer o formar parte de un equipo de romería, que entonces no vives Pentecostés un día: lo vives una semana, o dos, o tres: de ida y vuelta, rodeado siempre del calor de la fe, hecha camino.
Pues eso, que Pentecostés no es un día, ni una romería. Pentecostés es el tiempo de la Iglesia. La liturgia, ya en el lunes de Pentecostés, en que ponemos delante a María, como Madre de la Iglesia, retoma el tiempo ordinario (que abandonamos al iniciar la cuaresma). Es el tiempo del Espíritu. Y eso es lo mismo que decir: el tiempo de los sacramentos de la vida, de los milagros en lo cotidiano y de las lecciones leídas y escuchadas que nos especializan en el sentido de todo lo que vivimos.
El tiempo del Espíritu es el tiempo del amor, que ni cansa ni se cansa, pero que a veces se resiente y hay que volverlo a poner al fuego lento de la aceptación del otro: en sus aciertos y en sus errores; en sus virtudes y en sus defectos. El tiempo del Espíritu es el tiempo del despertador, que nos reclama para llegar puntuales al trabajo, a la responsabilidad adquirida, a la cita de las obligaciones, convertidas en oportunidades para crecer más y mejor en todo lo bueno.
El tiempo del Espíritu es el tiempo de las horas y los días en que sonríes, trabajas, ayudas, colaboras, perdonas, acompañas, metes la pata, visitas, escribes, paseas, rezas, sueñas, celebras, sufres, te cansas, disfrutas…amas.
Y en ese tiempo, aflora el misterio: porque misterio es todo lo que nos viene dado, graciosamente, sin elaboración ni añadidos superfluo.
Vivamos el misterio de la compañía: no estamos solos. Formamos familia, comunidad, equipo. Y en eso nos parecemos a Dios: Padre, Hijo y Espíritu.
Vivamos el misterio de la mesa: siempre hay algo que comer. Y no solo comemos para vivir, comemos para gozar y disfrutar del compartir. Así la comida, el pan, el vino, se convierten en un referente de vida: sé alimento para el otro. Y en eso nos parecemos a Dios: desgástate, que te saboreen todos, como al pan y al vino, mientras sirves, derrochando optimismo.
Y vivamos el misterio desde el corazón. Es decir, vivamos intensamente todo, sin hacer demasiadas preguntas. Y tú mira en ambas direcciones: si miras al Corazón de Jesús, te sorprenderás cómo sin dejar de reconocer tu debilidad, encontrarás la energía de un Dios que se hace el encontradizo en tu vida y te comunica su fuerza. Y si miras al Corazón de María, te quedarás ahí para siempre, al constatar que ahí…cabemos todos.
Vive cada día como si fuera único. Y no olvides que lo que conviertes en especial y único… te durará toda la vida.
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EN POLÍTICA Y EN TODO: JUSTICIA Y VERDAD
La crisis sanitaria está provocando una crisis económica. Muchas personas han perdido sus medios de subsistencia. Cierto, el Gobierno de España ha tomado alguna medida destinada a paliar esta crisis económica, como ha sido la implantación de un ingreso mínimo vital. Hay que dar la bienvenida a estas medidas, pero sin olvidar que no pueden ser permanentes, porque entonces convertirían a muchas personas en “dependientes permanentes”, y estas dependencias suelen favorecer la aparición de gobiernos totalitarios. Lo que hay que hacer es crear puestos de trabajo. El trabajo es un derecho, que dignifica a la persona y procura estabilidad social.
La palabra de Dios nos recuerda que la justicia y la verdad son la obra de las manos de Dios (salmo 110), de un Dios que actúa y se hace presente a través de aquellos seres humanos que trabajan por la justicia y viven en la verdad. A veces uno tiene la impresión de que los políticos (salvo honrosas excepciones, que en todas partes las hay) no están muy interesados ni en la justicia ni en la verdad, sino que se mueven por otros criterios menos confesables, como la búsqueda de mantenerse en el poder o de alcanzarlo. La política necesita de un cierto poder, un poder controlado y contrapesado por otras instancias de poder (poder ejecutivo, legislativo y judicial), pero el criterio de la política no es el poder. El criterio es la búsqueda de justicia y bienestar para los ciudadanos. Si este fuera el criterio que guiase a nuestros políticos nos evitaríamos espectáculos vergonzosos, en forma de insultos y descalificaciones mutuas.
Es normal que haya distintos modos de gestionar lo económico y lo social. Pero si todos nos guiamos por el criterio superior del bien y de la verdad, entonces estos distintos modos no crean enemigos, sino colaboradores. Y donde no es posible la colaboración, siempre es posible el respeto mutuo. Si el criterio es la búsqueda del poder, entonces aparecen enemigos irreconciliables, porque el poder que tiene uno, impide que lo tenga el otro, que también ambiciona tenerlo.
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Las manifestaciones en Estados Unidos se ceban con Cristobal Colón
Dejan un cártel bajo su estatua: «Colón representa el genocidio»
Las manifestaciones que nacieron del asesinato de George Floyd han derivado, en Estados Unidos, en contra de quien Léon Bloy (quien apoyó su causa de beatificación durante el papado de Pío IX) llamó “El Revelador del Globo”: el Almirante de la Mar Océano, Cristóbal Colón.
Si antes su estatua había sido objeto de constante asedio en Nueva York, por ejemplo; ahora se ha convertido en uno de los objetivos predilectos de los manifestantes antirracistas y de todos aquellos que consideran su presencia como un recordatorio de discriminación o genocidio.
Hasta el día de ayer le habían cortado la cabeza en Boston, los habían echado al fondo de un lago en Richmond, lo tiñeron completamente de rojo en Miami tanto como en Houston, y lo tiraron de su pedestal en la ciudad gemela de Minneapolis, Saint Paul, donde comenzó todo.
Aunque el territorio de Estados Unidos nunca fue tocado en los célebres cuatro viajes de Colón a lo que es ahora el Continente Americano, este país había instituido el segundo lunes de octubre como el día que se recordaba su gesta. Se ha sugerido que esta fecha se cambie y sea el Día de los Pueblos Indígenas de Norteamérica.
Quizá después de los últimos hechos se decida suprimir el “Columbus Day” y las autoridades comiencen, discretamente, a retirar su estatua de los lugares públicos donde todavía permanece.
Hasta la hoz y el martillo
Y es que las manifestaciones antirracistas en Estados Unidos han congregado a quienes se sienten históricamente agraviados por su raza o color de piel. La estatua de Colón en Saint Paul (Minnesota) fue derribada por miembros del American Indian Movement (Movimiento Indio Americano).
Según la versión del canal de televisión Fox 9, con sede en Minneapolis, “después de atar una cuerda a la estatua y arrastrarla hacia abajo, los manifestantes supuestamente bailaron y la escupieron”.
En Boston (Massachusetts), la estatua de Colón –que se encontraba en el parque que lleva el nombre del navegante—fue decapitada aprovechando las sombras de la noche, mientras que en Miami (Florida) la estatua estaba pintada la cabeza y la cara de rojo.
La pinta de Miami, realizada en el Bayfront Park, es emblemática de la mezcla de objetivos de los manifestantes. La estatua de Colón tenía un grafiti con el nombre de George Floyd; las iniciales BLM (Black Lives Matter”) y la hoz y el martillo, símbolos del Partido Comunista de la URSS.
Finalmente, en Richmond (Virginia), los manifestantes derribaron la estatua de Colón que se encontraba en el Byrd Park, la prendieron fuego y luego la arrojaron al lago Fountain. Alguien dejó un cartel en la base de la estatua con la siguiente consigna: «Colón representa el genocidio».
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San Juan de Sahagún
12 de junio
Es el patrón de la ciudad de Salamanca. Cuentan las crónicas que un niño se cayó a un pozo amarillo en la calle donde estaba, el pozo era profundo, pero Juan echó su cíngulo, que se alargó milagrosamente hasta donde el niño pudo tomarlo.
González del Castrillo conocido como San Juan de Sahagún O.S.A. (Sahagún León, 24 de junio de 1430, Salamanca, 11 de junio de 1499), fraile agustino, canonizado en 1690. Es el patrón de la ciudad de Salamanca. Su festividad se conmemora el 12 de junio.
Tras ser paje del obispo de Burgos, Alonso de Cartagena, se hizo sacerdote y en 1449 llegó a Salamanca a estudiar en el Colegio Mayor de San Bartolomé, donde permanecería tres años. A raíz de una enfermedad grave, hace el voto de que si se curaba, tomará los hábitos de agustino, cosa que ocurre; abandona el colegio y se convierte en novicio del Convento de San Agustín, donde tomará los hábitos a los 33 años (hacia 1463) dedicándose por completo a la predicación y a la oratoria; el ayuntamiento lo nombra predicador oficial.
De él se recuerdan en Salamanca dos milagros. Cuentan las crónicas que un niño se cayó a un pozo que se recuerda en la calle donde estaba: Pozo Amarillo. El pozo era profundo, pero Juan echó su cíngulo, que se alargó milagrosamente hasta donde el niño pudo tomarlo. Entonces el santo tirando del cíngulo subió al niño, fuera del pozo.
El otro milagro dice que un toro bravo se había escapado de la feria de ganado celebrada en la orilla del Río Tormes y estaba causando terror por las calles de Salamanca. Cuando iba a acometer a un madre que iba con su hijo pequeño, Juan se interpuso y lo detuvo y amansó diciendo: “Tente, necio”. La calle donde esto ocurrió tiene ahora el nombre de Tentenecio.
Consiguió apaciguar a los bandos de familias nobles que durante cuarenta años disputaron en Salamanca, con muchas muertes por ambas partes, por lo que se ganó el apodo de El Pacificador. El acuerdo se hizo en una casa de la calle de San Pablo (casa de la familia Paz, de la que se conserva el arco de entrada, con la divisa ira odium generat concordia nutrit amoren), que se llamó desde entonces Casa de la Concordia y la plaza frontera también tomo el nombre de Plaza de la Concordia.
Se dice de él que con sus oraciones libró a Salamanca de la peste del tifo negro.
Parece que murió envenenado por una tal Marquesa Isabel, despechada porque había sido abandonada por su amante, convertido y arrepentido por la predicación del Santo.
Sus restos reposan en una urna de plata en la Capilla Mayor de la Catedral Nueva de Salamanca.
El Papa Clemente VIII lo beatificó en 1601 y el 5 de junio de 1602 se le nombró patrono de la ciudad de Salamanca. El 16 de octubre de 1690, Alejandro VIII lo canoniza y en 1868, el Papa Pío IX lo declaró Patrón de toda la Diócesis de Salamanca.
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Oración de los cónyuges
“`Señor, haz de nuestro hogar un lugar de amor:
donde no haya injurias, porque Tú nos das paciencia;
donde no haya rencor, porque Tú nos enseñas el perdón;
donde no haya abandono, porque Tú estás siempre con nosotros.
Haz, Señor, de nuestras vidas, una página llena de Ti.
Que cada mañana amanezca un día más de entrega.
Que cada noche nos encuentres con más amor de esposos.
Que vivamos todo el día en la ayuda y el consuelo mutuos.
Ayúdanos, Señor, para educar a nuestros hijos, según tu imagen y semejanza;
para que vivamos nuestro amor conforme a tú voluntad;
para que veamos en nuestra felicidad un motivo más para amarte;
para que demos a los demás lo mucho que Tú nos has dado.
Te invitamos, Señor, a nuestro hogar.
Ojalá encuentres el bien en él.
Amén.“`
*¡PAZ Y BIEN!*
Difundido por:
_Rafael Cabello_