Ayer escuche algo en un medio de comunicación público que me indignó y me entristeció al mismo tiempo. Una vez más la mentira, la manipulación, la utilización de los seres humanos… ¡que injusto! Sentí una gran tristeza e impotencia y lo comparto, porque creo que esta pequeña columna semanal tiene que prestar ese servicio de sacudir, desinstalar y hacernos pensar un poco. No podemos tragarnos ciertas cosas como si todo diera lo mismo: no es lo mismo tragar leche que tragar whisky. Es obvio que la sensación es diferente y las repercusiones en nuestro estómago y en el organismo también…
¿Qué pasa ahora? Que tragamos de todo y ya no nos inmutamos; están consiguiendo que todo nos parezca bien, o al menos normal, que no reaccionemos ante nada… un poco lo de la rana que os decía la semana pasada. No me canso de alertar sobre lo mismo porque me da pavor este borreguismo galopante en que nos están sumergiendo.
Lo que escuché ayer fue lo siguiente: en plena campaña electoral una determinada formación política (no escuché cuál, pero me da igual) se comprometía a mejorar las prestaciones sociales de las familias numerosas considerando familia numerosa a aquella que estuviera esperando su tercer hijo, aunque este no hubiera nacido todavía. Me quedé ojiplática: pero… ¡qué caradura! ¿Cómo se puede ser tan desvergonzado? ¿No están peleando para dejar claro que un no nacido no es español, y no tiene ningún derecho, y se le puede matar inpunemente y no pasa nada? Han decidido que todavía no es un ser humano y no es español, porque no ha nacido, e intentan convencernos de que no es ningún crimen matarlo porque todavía no es un ser humano y están logrando -pasito a pasito- que la ley proteja a los asesinos… ¿y ahora de pronto es un miembro de una familia numerosa? ¿en qué quedamos?
Me indigna y me repugna toda esta manipulación y -sobre todo- la falta de reacción. No comprendo que nos quedemos impávidos ante estas mentiras y las asumamos como normales. No puede ser normal que usemos a nadie para ningún fin. El ser humano tiene una dignidad y no puede ser moneda de cambio, ni objeto de negociación… y menos aún decidir sobre su vida y su muerte tan a la ligera. ¡No nos engañemos y no nos dejemos engañar! Permanezcamos alerta y no nos dobleguemos ante esta dictadura de la tibieza y el relativismo.
Esta sociedad es mortífera casi al cien por cien, y si no logra matar a nuestros pequeños antes de nacer, intenta seguir matándolos y usándolos como si fueran ganado. Poco a poco van adormeciendo nuestras conciencias, matándonos por dentro de la manera más deshumanizante: robándonos la sensibilidad y la belleza de la libertad interior, la capacidad de pensar y de decidir y -sobre todo- cerrándonos las puertas del corazón a la bondad, la compasión, la misericordia y la verdadera justicia.
Lamentablemente es una barbaridad a la cual nos están llevando y no entendemos, ojala abramos los ojos.