Gustar y amar el bien

Hemos nacido de la benevolencia eterna de Dios. Somos fruto de la Redención de Cristo y consecuencia del amor infinito de Dios y es innato en nosotros «gustar y amar el bien».

¿Que nos entristece? Simplemente que no nos amen y no nos estimen, cuando debería entristecernos que -siendo consecuencia de la Benevolencia (bene-volo) de Alguien- no seamos benévolos, no queramos el bien por encima de todo. Deberíamos entristecernos sólo cuando encontramos en nuestro corazón algo no bueno, algo que expulse el bien de nuestro corazón y no nos lleve a amarlo y gustarlo.

Eso significa que el Espíritu Santo, que es Quien nos hace «gustar y amar el bien», no reina en nuestro corazón y ha tenido entrada el espíritu malo… y, por lo tanto, arrinconamos a Dios en nuestro corazón y no le dejamos que sea el Dueño completo y absoluto de nuestra vida.

Esa debería ser nuestra única tristeza, pues es las tristeza verdadera: expulsar a Dios de nuestra vida y permitir que en nuestro corazón entren otros «señores».

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