LA VUELTA AL COLE

Estos días es bonito ver a los niños y a sus padres totalmente inmersos en los preparativos de la vuelta al cole. A mí me trae recuerdos entrañables de marcar el baby, forrar los libros nuevos, poner nombre a los cuadernos… y aquel sentimiento mezcla de nervios, admiración y curiosidad ante lo que el nuevo curso nos iba a deparar.

No recuerdo haber empezado nunca el curso con pereza y sin ganas… Otra cosa es que después, más adelante, me fuera cansando o ya no me resultara tan ffffsimpático aquel libro que al principio me resultaba tan fascinante. Pero comenzar el curso… siempre significaba para mí algo grande y apasionante: se presentaban ante mí un montón de cosas nuevas para aprender y experimentar… En definitiva: ganas de crecer y de vivir.

Hace bastantes años que ya no tengo vuelta al cole, ni libros de texto nuevos, ni mochila, ni uniforme, pero -aunque sea de maneras diversas- todos tenemos en estos momentos una vuelta a la rutina de la vida ordinaria después del verano. Es “la vuelta al cole de los adultos”. ¿Cómo lo enfocamos? ¿Con qué espíritu nos lo planteamos?

Yo he decidido prepararme una mochila para llenarla de lo mejor para el nuevo curso, porque tengo el convencimiento profundo de que me falta muchísimo por aprender aún. Los meses próximos, las personas con las que comparto mi vida y las que vaya conociendo, imagesdddvan a ser piezas fundamentales y maestros de vida que siempre tendrán algo que enseñarme. En mi mochila voy a ir guardando todo lo mejor de cada conversación, de cada acontecimiento vivido, y voy a tratar de aprender cómo se ama y se entrega uno a los demás para poder ser feliz. Creo que esa es la asignatura que todos tenemos pendiente y en la que no nos vamos a graduar nunca el todo, porque es un pozo inagotable del que no se acaba nunca de aprender.

Ser niño y ser adulto al mismo tiempo: esa es la gran asignatura que me he propuesto aprender a fondo para el próximo curso. No es un contrasentido, ni un imposible. Estoy convencida de que necesitamos ser niños, regresar a nuedwdwdstro corazón de niño, con su capacidad de sorpresa, de no guardar rencor, de ilusionarse y de volver a comenzar una y mil veces. Y todo esto sin dejar de ser adultos en cuanto a la madurez y la capacidad de relativizar y entregarse a uno mismo. Ser adultos para ser dueños de nosotros mismos y vencer el egoísmo natural del ser humano que siempre tiende a adueñarse de nuestra vida.

Creo que en nuestra vuelta al cole tenemos que proponernos conseguir una buena calificación en la asignatura más necesaria y a la que menos atención le prestamos: la de compaginar en nosotros mismos, al mismo tiempo, lo mejor y más hermoso de un niño y lo más grande y noble de un adulto. Es difícil, más difícil de lo que parece -no infravaloremos esta tarea ni el esfuerzo que  hay que dedicarle- pero merece la pena esforzarnos por repoblar el mundo de adultos con corazón de niño, o de niños grandotes con madurez de adultos.

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