LA VIRTUD MAS EMINENTE

“No hay virtud más eminente / que el hacer sencillamente / lo que tenemos que hacer”. Estos versos de José María Pemán en “El Divino Impaciente”, siempre han llamado poderosamente mi atención. Sobre todo si tenemos en cuenta que, como monja… estoy “llamada” a ser virtuosa. Al menos… es lo que se presupone en una monja ¿no? Aunque yo creo que cualquier ser humano está llamado a ser buena persona, a cultivar virtudes.

Pero esto de la virtud… ¿en qué consiste? ¿no suena a sacristía antigua y ñoña? Pues no: el diccionario de la RAE la define como “integridad de ánimo y bondad de vida”. Reconozco que me parece una definición preciosa que, además, deja claro que la virtud no es algo exclusivamente cristiano y que todo ser humano ha de ser virtuoso. La virtud cristiana o evangélica es una cosa de la que los no creyentes pueden considerarse excluídos, pero hay otra virtud esencialmente humana, moral, que inclina a la persona “a obrar de acuerdo con determinados proyectos ideales, como el bien, la verdad, la justicia y la belleza.”

Así que… ¡se aIMG-20180715-WA0010.jpgcabó escurrir el bulto y mirar para otra parte! Es ya la hora de coger el toro por los cuernos y ponerse a ello. Y por eso he empezado con los versos de Pemán, porque definen muy bien lo que es la virtud en la práctica. Nos resuelve la duda de qué hay que hacer y de cómo hacerlo.

¡Sí! Resulta que la virtud más eminente, la óptima y la más destacable, es la de hacer en cada momento lo que hay que hacer, cumplir con el propio deber y ser fieles a los compromisos adquiridos -de la índole que sean- a la palabra dada, a los propios principios. Esto no es nada sencillo: requiere una constancia y una libertad muy grandes, requiere una absoluta integridad y una conciencia insobornable, que no sea llevada y traída por cualquier idea u opinión. Esto último es lo más difícil: la libertad y la rectitud de hacer lo que consideramos justo en cada momento, sin dejarnos influenciar por los de alrededor, el ser capaces de ir muchas veces contra corriente, pagando el precio de sentirse solos o “raros”, por no plegarse a lo políticamente correcto, o a lo que hace y dice la mayoría.

Y también ese “hacer sencillamente lo que tenemos que hacer”, yo lo comprendo desde la grandeza de hacer en cada momento lo que toca con buena cara y con alegría, sin esperar a grandes gestas o discursos grandilocuentes y acciones espectaculares. A veces queremos hacer IMG-20180603-WA0416.jpggrandes cosas por los demás y no hacemos lo que toca hacer en ese momento, y dejamos pasar un montón de pequeños detalles y de ocasiones de servir y hacer el bien. Simplemente dar lo mejor de ti mismo en cada momento esperando el autobús, bajando al supermercado, poniendo una lavadora… esas cosas tan sencillas y simples, pero tan valiosas si somos capaces de vivirlas desde la donación de nosotros mismos y de convertirlas en actos de virtud. Por eso las palabras de Pemán me tocan tan hondo: cualquier cosilla aparentemente sin importancia, puede ser transformada en un acto de “virtud eminente”.

2 comentarios en “LA VIRTUD MAS EMINENTE

  1. Me viene a la cabeza, lo que les comentaba a los niños de la catequesis,cuando no sabían cómo actuar en determinados momentos,tenían dudas ,lo hago,no lo hago,lo digo,me callo.Entonces yo les decía:Lo que es bueno para ti, para los demás también.Me sacaban una sonrisa,cuando antes de decir o hacer algo,si tenían una duda,se quedaban “pensando”No tenemos que actuar como niños? Pués apliquemos el cuento.❤️❤️❤️❤️

  2. Buen día madre Olga. Comienzo este día con esta reflexión. En mi esta el hacer el bien para ser feliz y como deber . gracias por escribir madre. Que tenga buen día.Saludos.
    El vier., 20 de julio de 2018 04:23 AM, Grita al mundo escribió:
    > Madre Olga María posted: ““No hay virtud más eminente / que el hacer > sencillamente / lo que tenemos que hacer”. Estos versos de José María Pemán > en “El Divino Impaciente”, siempre han llamado poderosamente mi atención. > Sobre todo si tenemos en cuenta que, como monja… estoy “llamad” >

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