Una vez más Valdediós es escuela para mí… al fin y al cabo… un reflejo pálido de lo que sucede en “el mundanal ruido” cuando subimos las laderas de nuestro valle.
Por aquí llega gente con la que tenemos que comunicarnos en diversos idiomas y muchas veces chapurreando como podemos, porque nuestro dominio del coreano o del croata… deja mucho que desear, como podéis imaginar. Pero es bonito y enriquecedor… y a ese respecto podríamos narrar muchas anécdotas divertidas.
Hace unas semanas una señora se me acercó con cierto aire desafiante, diciéndome que si pensaba ser multilingüe siempre en la vida, que no valía la pena el esfuerzo, que me mantuviera en mi sitio y en mi identidad de española y que el que quisiera hablar conmigo… espabilase y aprendiera español. Me quedé perpleja, más que nada por el tono en que se dirigió a mí, pero luego me sonreí y le dije que las lenguas son para comunicarse, no para definir identidades, y menos para marcar un territorio. Yo no las concibo así, ni pienso pasar por esos conceptos arcaicos y de estrechez mental.
Creo que comunicarse con otras personas y transmitirles lo que para mí es importante, bien merece un esfuerzo que muchas veces no tiene por qué ser verbal -aunque no dejemos de intentarlo- pues hay muchos idiomas, como el de la sonrisa y el apretón de manos, la caricia y la mirada afable y cariñosa, que trascienden fronteras y culturas y son universales. A esa escuela de idiomas deberíamos apuntarnos todos.
No entiendo que algo que debería estar al servicio de la unidad y la comunicación, como es un idioma, lo utilicemos como arma arrojadiza y para humillar al otro, o para provocar y generar malestar, como sucedió con la señora que me interpeló aquel día. En ese caso… hablábamos la misma lengua, pues nuestra conversación tuvo lugar en español, mi lengua materna, y entendí perfectamente todas sus palabras, pero… ¿de qué me sirvió? Sólo dejó en mi corazón malestar y un sentimiento agridulce de incomprensión. Está claro que manejábamos el mismo idioma, pero diferentes lenguajes, y sirvió para dejar claro que no nos entendíamos, que no había concordia, a pesar de comprender perfectamente cada una de sus palabras.
Las lenguas son para comunicarse, pero solamente nos ayudan a comunicarnos: nada más, como no tengamos voluntad de compartir nuestro existir y lo que somos con los demás… no habrá comunicación de ningún tipo aunque sepamos muchísimos idiomas. No nos sirve de nada dominar perfectamente una lengua si no tenemos el corazón abierto. Las lenguas nos ayudan, pero lo que permite la comunicación de verdad es la apertura del corazón, de lo contrario… por mucho que se domine una lengua, no nos sirve para nada. Y lo más triste de todo es llegar a utilizarla como si fuera un arma arrojadiza, para ofender y abrir zanjas de separación.
Es normal que a cada uno nos tire nuestra lengua materna, pero… ¿cuál es mi lengua materna? En mi caso el español, en el que estoy escribiendo estas líneas, pero mi verdadera lengua materna, el primer lenguaje que me enseñó mi madre, y que es universal, se articula con el respeto, el cariño, la servicialidad, la delicadeza, la amabilidad, la buena cara… Ojalá este fuera el primer idioma de todos los seres humanos; creo que comunicarse sería mucho más fácil.
Totalmente de acuerdo contigo,cómo me gustan todas las publicaciones que haces!!!.Valoro y agradezco muchísimo todo el esfuerzo que haces cada día con éstos escritos que publicas.
Muchas gracias,
Un saludo
Carmela.
Buenas tardes Madre Olga,espero se encuentre bien. Que verdadero es el querer que toda la gente que pasa en nuestra vida este en la misma sintonía ,pero desafortunadamente no es asi y esto ebido a que peremitimos que todo lo del mundo influya mas.Dios debe reinar en nuestro corazones y si a algunos les molestan nuestras palabras de humildad pues hay que pedir por ellas en oración .Comenzando con nuestra propia familia.El dia de antier tube la dicha de asistir a una platica que nos dieron unos seminaristas me quede sorprendida pues me enseñaron mucho en lo personal, hablaron de los sacramentos y el que mas me marco fue el de matrimonio, pues desde casa hay que evangelizar primero no es facil pero acepto mi cruz con gusto y humildad, pues Dios sabe que lo amo y que estoy aprendiendo mas de el y quiero seguirlo conociendo.Gracias Madre por darte un tiempo y compartir lo que te sucede pues aveces uno pensaria que los que sirven a Dios no tienen problemas , y como comentaba el seminarista Fernando no es asi ya que también ustedes al igual que nosostros sufren más cosas en silencio.Hasta pronto madre que tengas un exelente dia.
Qué complicadinos somos.Con lo fácil que son :Una buena sonrisa ,o un apretón de manos,o una mirada afectuosa,pero no,lo hacemos todo superdificil.Como nos queramos comunicar,no nos lo va a impedir,ni el idioma,ni la cultura,ni siquiera se lo impide a gente que tienen algún problema con el habla,la vista o el oído.Solo hace falta “Querer”❤️❤️❤️❤️❤️❤️❤️❤️❤️.
pero mira que os complicáis la vida. Aparte de todo eso de la comunicación, que está muy bonito y fuera de toda sospecha, hoy día hay que saber idiomas, ale a estudiar…..
¡Qué necesidad tenía esa mujer de ser escuchada! No me extraña que su falta de comunicación le llevara a pensar que son los demás los que tienen que adaptarse a ella y no al revés. Lo estamos viendo con algún idioma, donde los que lo hablan se sienten dueños de su única expresión y los que los vemos, nos damos cuenta de la carencia que tienen de historia y en definitiva de cultura.
Es difícil relacionarse en estas condiciones. Quien más se esfuerza por atender a los demás y aprender más idiomas, más universal y comprensivo se hace. Sabiendo que el lenguaje más amplio es el del cariño que ya mencionaba la M. Olga.
El Espíritu sopla y como en el día de Pentecostés, facilita que todas las personas se entiendan en su idioma a través de la cercanía y la colaboración de unos con otros.
Siempre me ha llamado la atención, cómo personas sencillas, sin formación ninguna, cuando se han encontrado en un lugar, enseguida se entienden y lo pasan fenomenal. Porque hablan de la vida y con el corazón. ¡La acogida al peregrino! Ante el servicio y la entrega, no se necesitan palabras, son los actos los que actúan y eso lo entendemos todos.
¡Gracias por sus reflexiones, Madre Olga!