VICTIMAS DEL AMOR MISERICORDIOSO

Después de un largo itinerario hemos llegado -¡por fin!- a la Ofrenda al Amor misericordioso, que es el núcleo, el corazón, de toda la espiritualidad de Teresita, de todo lo que ella vivió, intuyó, deseó, y enseñó. Todo quedó plasmado ahí, en este acto de ofrenda.

A continuación vamos a ver en qué consiste, en sí, la ofrenda. La ofrenda es una oración bellísima de un profundo contendido teológico, donde se plasman -de alguna manera- todas las intuiciones únicas que el Espíritu Santo le dio a Teresita. Todo lo que le hizo ver y comprender que, IMG_20171005_070156_832.jpghoy día, como lo tenemos ya todo muy masticado, muy trillado… pues no nos sorprende apenas. Pero tenemos que intentar leer el Acto de Ofrenda en la mentalidad de la Francia de finales del siglo XIX, con el jansenismo siempre como música de fondo. Entonces, esa oración que ella compone, el Acto de Ofrenda, en ese contexto, tuvo un valor inmenso.

Ofrenda de mí misma, como víctima de holocausto, al amor misericordioso de Dios.

¡Oh, Dios mío, Trinidad Bienaventurada!, deseo amaros y haceros amar, trabajar por la glorificación de la Santa Iglesia, salvando las almas que están en la tierra y librar a las que sufren en el purgatorio. Deseo cumplir perfectamente vuestra voluntad y alcanzar el puesto de gloria que me habéis preparado en vuestro reino. En una palabra, deseo ser santa, pero comprendo mi impotencia y os pido, ¡oh, Dios mío!, que seáis vos mismo mi santidad.

Puesto que me habéis amado, hasta darme a vuestro único Hijo como Salvador y como Esposo, los tesoros infinitos de sus méritos son míos; os los ofrezco con alegría, suplicándoos que no me miréis sino a través de la Faz de Jesús y en su Corazón ardiendo de Amor.

Os ofrezco también todos los méritos de los santos (los que están en el cielo y en la tierra), sus actos de amor y los de los Santos Ángeles; en fin, os ofrezco, ¡oh Trinidad Bienaventurada!, el amor y los méritos de la Santísima Virgen, mi Madre querida; en sus manos pongo mi ofrenda, rogándola que os la presente. Su divino hijo, mi Amado esposo, en los días de su vida mortal, nos dijo: «Todo lo que pidáis al Padre en mi nombre os será concedido». Estoy, pues, segura que escucharéis mis deseos; lo sé, ¡oh, Dios mío!, cuanto más queréis dar, más hacéis desear. Siento en mi corazón deseos inmensos y os pido con confianza que vengáis a tomar posesión de mi alma. ¡Ah!, puedo recibir la sagrada comunión con tanta frecuencia como lo desee; pero, Señor, ¿no sois vos Todopoderoso?… Permaneced en mí, como en el sagrario, no os apartéis jamás de vuestra pequeña hostia…

Quisiera consolaros de la ingratitud de los malos y os suplico que me quitéis la libertad de ofenderos; si por debilidad, caigo alguna vez, que inmediatamente vuestra divina mirada purifique mi alma, consumiendo todas mis imperfecciones, como el fuego, que transforma todas las cosas en si mismo…

Os doy gracias, ¡Dios mío!, por todos los favores que me habéis concedido, en particular por haberme hecho pasar por el crisol del sufrimiento. Os contemplaré con gozo el último día, cuando llevéis el cetro de la cruz. Y ya que os habéis dignado hacerme participar de esta preciosa cruz, espero parecerme a vos en el cielo y ver brillar sobre mi cuerpo glorificado las sagradas llagas de vuestra Pasión…

Después del exilio de la tierra, espero ir a gozar de vos en la Patria, pero no quiero amontonar méritos para el cielo, sólo quiero trabajar por vuestro amor, con el único fin de agradaros, de consolar vuestro Sagrado Corazón y salvar almas que os amen eternamente.

A la tarde de esta vida, me presentaré delante de vos con las manos vacías, pues no os pido, Señor, que tengáis en cuenta mis obras. Todas nuestras justicias tienen manchas ante vuestros ojos. Quiero, por tanto, revestirme de vuestra propia Justicia, y recibir de vuestro amor la posesión eterna de vos mismo. No quiero otro trono y otra corona que a Vos, ¡oh Amado mío!

A vuestros ojos el tiempo no es nada, un solo día es como mil años; vos podéis, pues, prepararme en un instante, para presentarme ante vos…

Para vivir en un acto de perfecto amor, ME OFREZCO COMO VÍCTIMA DE HOLOCAUSTO A VUESTRO AMOR MISERICORDIOSO, suplicándoos que me consumáis sin cesar, dejando desbordar, en mi alma, las olas de ternura infinita que tenéis encerradas en vos y que, de ese modo, me convierta en mártir de vuestro amor, ¡oh, Dios mío!

Que este martirio, después de prepararme para presentarme ante vos, me haga finalmente morir y que mi alma se lance sin tardanza en el abrazo eterno de vuestro amor misericordioso…

Quiero, ¡oh, Amado mío!, a cada latido de mi corazón, renovar esta ofrenda un número infinito de veces, hasta que las sombras se hayan desvanecido y pueda repetiros mi amor en un cara a cara eterno…

MARÍA, FRANCISCA, TERESA DEL NIÑO JESÚS Y DE LA SANTA FAZ

Fiesta de la Santísima Trinidad, 9 de junio del año de gracia de 1895

Tenemos que pensar que cuando ella escribió esta bellísima oración -y la escribió no solamente para sí, sino que se la daba a determinadas personas- era una osadía fuera de lo común. Ofrecerse, por ejemplo, como ella dice: “En la tarde de esta vida compareceré delante de vIMG_20171008_133220_707.jpgos con las manos vacías”.

Decir eso era un atrevimiento mayúsculo, porque vivía en una sociedad religiosa que vivía de una espiritualidad en la que lo que imperaba era ganarse el Cielo a base de obras, a base de prácticas. Había que merecer el Cielo, había que hacer méritos para ganar el Cielo. Esa mentalidad era lo normal, lo que vivía todo el mundo y Teresita se nos descuelga diciendo: “En la tarde de esta vida espero comparecer delante de vos con las manos vacías, y recibir de vuestro amor la posesión eterna de vos mismo”. Simplemente recibirlo por amor, no por méritos, no por mí, sino que ella concibe la bienaventuranza eterna como un don, como un regalo.

Digo esto… -y bueno, como estas hay muchas otras frases de la ofrenda que son impresionantes- porque comprenderlo y vivirlo así en el momento en que ella lo escribió era algo inaudito, era un atrevimiento fuera de lo normal.

Y entonces llegamos a un punto en que la gran pregunta es:

– Bueno, todo esto bien, pero en definitiva… ¿qué es la ofrenda al amor y qué es entregarse al amor?

Porque yo os estoy invitando a que leáis esa oración preciosa, bellísima, que ella escribió, que ella redactó, y la hagáis vuestra. Y la pregunta siguiente es: Bueno, entonces con leer esa oración ¿ya es suficiente? ¿Ya está todo hecho? Pues no, evidentemente no.

Se trata de una oración bellísima y hay que hacerla despacio, saboreando cada palabra y muy desde el corazón, pero –evidentemente- ahí no está todo. Una cosa es el acto de ofrenda en sí, y otra cosa es que -como nos dice Teresita- no bastan las palabras.

Para ser verdaderamente víctimas del amor, que es el fin que se consigue cuando se hace esa ofrenda, hay que entregarse totalmente. No se consume por el amor, sino aquello que se entrega al amor. Si yo leo esta oración pero de verdad no tengo voluntad de entregarme al amor… pues evidentemente la oración puede ser muy bonita, pero no pasaremos de ahí.

 

Un comentario en “VICTIMAS DEL AMOR MISERICORDIOSO

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *