Y ya por fin vamos comprendiendo en qué consiste la libertad de espíritu, y el siguiente paso es abrazar sin temor el renunciamiento.
Repito por enésima vez: el renunciamiento no es ningún mal rollo. Es una cosa buenísima que nos ayuda muchísimo a avanzar. “¿Podría pretender amar de verdad a Dios el corazón que aún alimenta mil apetitos y apegos inmortificados, mil deseos vanos? ¿Puede pretender de verdad amar a Dios ese corazón? Indudablemente que no. Y si para dejar lugar al Señor no hay que estrechar el alma, no es menos necesario negarle satisfacciones naturales y nutrirla de pequeños sacrificios de amor”.
Mirad que habla de nutrir, de alimentar, de fortalecer. Se trata de que el alma esté fuerte para que Dios pueda actuar en ella.
Por eso, paralelamente a la libertad interior, y como garantía de que esa libertad no es: “Yo hago lo que me da la gana”, al mismo tiempo que se trabaja la libertad interior, Teresa pide y vigila, el renunciamiento, el negarnos a nosotros mismos. Porque esto es Jesús el que lo dice: “El que quiera venirse conmigo -es un requisito indispensable y nosotros queremos verdaderamente ir con Jesús, queremos estar con Él- que se niegue a sí mismo, que cargue con su cruz, y me siga”. No podemos pretender ir con Jesús de rositas:
– Ah. Yo es que voy con Jesús cogiendo flores.
– No. Tienes que ir con Jesús cargando con tu propia cruz. Cada uno tiene la suya.
Pero cargar con la cruz no significa necesariamente sufrimiento, tristeza, algo negro, algo triste, algo falto de alegría y de entusiasmo. La cruz es fuente de vida, de consuelo, -dice santa Teresa de Jesús, nuestra Madre- y es el único camino para ir al Cielo. Al Cielo no va nadie sin cruz. No nos engañemos.
Llámala cruz o llámala cómo te guste. Pero la cruz nuestra de cada día no hay que pedírsela al Señor como el pan, -en el Padre nuestro pedimos el pan nuestro de cada día-; la cruz vienen dada gratis, aunque no la pidas. Por eso no hay que pedirla. Hay que pedir la capacidad de acogerla con alegría y con amor. No hay que pedir la cruz, hay que saber acogerla con buena cara.
Y cargando con ella, porque hay que llevarla sí o sí, vamos con Jesús. Y si te niegas a llevar la cruz vas a hacer el tonto, porque la cruz la vas a tener la quieras o no la quieras. Así que, a la cruz que te viene no la patees, acaríciala, bésala, ámala… carga con ella con buena cara -porque la vas a tener que llevar igualmente- y vete con el Señor. Pero ser cristiano sin cruz… ¡eso no se ha inventado! Y hay gente tan ilusa que huye de la cruz como de la peste.
No querer reconocer a Jesús, nuestro Dios, en la Cruz es ser mentiroso, es ser hereje, y san Pablo lo dice: “No podemos vivir como enemigos de la Cruz de Cristo”. Pues hay montones de personas que se llaman cristianas que no se les puede hablar de la Cruz porque se ponen de los nervios…
Yo, desde que tengo uso de razón he viso Crucifijos, desde muy pequeñita, y he entendido que ese era mi Dios, y nuestra Ciencia es esta, nuestra Redención es esta, nuestra Salvación es esta, nuestra Felicidad es esta… ¡bendita Cruz! Y Teresita sabe esto perfectamente, y para que nuestra libertad de espíritu no sea libertinaje, ni dejadez, ni me convierta poco a poco en un caradura que lo que hago es “escaquearme” de todo… mi libertad tiene que estar presidida por la Cruz. Y si no es mentira.
Todo lo que no es Jesús -recordémoslo- no es nada. Y a Jesús no se le puede separar de la Cruz. Creo en Jesucristo, el Hijo de Dios, que murió crucificado por mí y resucitó al tercer día -¡sí!- y ascendió a los Cielos -¡sí!- pero, vino a esto, y Jesús lo dice: “Para eso he venido”.
Y desde la Cruz nos atrae y nos llama. “Cuando sea elevado sobre la tierra atraeré a todos hacia mí”. La máxima exaltación del Hijo de Dios no fue el Tabor, no fue la ascensión al Cielo. La máxima exaltación del amor de Dios es la Cruz.
Pretender vivir una vida cristiana sin renunciamiento es una locura, es un absurdo, es una demencia. Aclarar esto es muy importante porque la cruz nos asusta mucho. De hecho, una de las cosas que la estamos viendo continuamente es el afán desmedido de borrar la cruz de la sociedad, quitarla de todos los sitios, que no haya ya cruces en ningún sitio.
Cuanto más se empeñen en quitarla, más tenemos nosotros que sembrar el mundo de cruces. Porque la quieren ocultar, y esa es la gran mentira: está ahí, con Cristo o sin El, pero todos llevamos una cruz.
El P. Cué lo decía muy bien: no es de quita y pon. Me voy a la charla de Teresita y dejo la cruz en casa colgada detrás del armario, como el abrigo. No. Ni me la quito por la noche cuando me voy a la cama ni me la pongo por la mañana cuando me visto. La cruz está indefectiblemente unida a mí. Y tengo yo que llevar la mía. Por mucho que quiera yo llevar esta de aquí al lado, que parece que es más… no sé por qué pero me parece que es mucho mejor la cruz de la vecina que la mía, la mía es la peor. ¡No! La tuya es la tuya y es la que tú puedes llevar y es la mejor.
Y por mucho que nos la quieran borrar de la sociedad… cada hombre, cada mujer, cada ser humano que nos cruzamos por la calle, lleva la suya. Y la tristeza es tener que llevarla, y llevarla renegados, rebotados, amargados y sin amor. La vas a llevar toda la vida: ¡Ámala! Porque con esa cruz estás caminando hacia el Señor y estás caminando hacia la felicidad. Y puedes ser feliz ahora.
Yo tengo mi cruz, como todo hijo de vecino, y con mi cruz a cuestas soy muy feliz. Y conozco muchas personas con su cruz a cuestas que viven muy felices. Y algunas… con cruces muy pesadas. Porque al fín y al cabo… yo tengo una “crucecilla” que para mí es liviana, es suave, no es difícil. Pero hay personas que cargan con una gran cruz y desbordan una alegría que te impresiona. Y otras que… como están todo el santo día protestando, refunfuñando y dando de coces a la cruz que les ha tocado, pues… viven amargadas y renegadas.
Teresita dice: ¡no! El renunciamiento, el abrazarme a la cruz -que no es otra cosa el renunciamiento- es necesario para llegar a esa unión perfecta con Jesús; pero a Jesús le tengo que abrazar en su Cruz y con su Cruz, entero. Todo el pack. No vale decir: yo quiero a Jesús con cruz, yo quiero a Jesús sin cruz… yo quiero a Jesús con cruz lunes, miércoles, y viernes y el domingo descansar… No, mira: esto es entero, el paquete completo.
Es como el que dice:
– Yo, del Evangelio… ¡este es mi trozo!
– No… oiga: el Evangelio es entero.
– Esta es mi página, mi párrafo.
– ¡Que no!
– ¡Ay! Es que a mí me encanta cuando dice el Señor: “Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados.”
– Ah…
– Pero claro: cuando dice eso de poner la otra mejilla… eso lo dice para otros, no creo que vaya para mí…
– ¡Eso no vale! No vale decir: este es mi párrafo del Evangelio. ¿No será que eres un vago y te encanta lo del descanso? ¡No vale seleccionar!
Teresita lo dice también en otro contexto, pero nos sirve ahora: “Yo lo escojo todo”. Todo entero: el pack completo. Y si no, no vale, es mentira. O coges todo, o no coges nada. No vale decir: “yo cojo de aquí lo que me gusta”. Evangelio a la carta, no. Evangelio sí o Evangelio no. Y el renunciamiento va implícito. “El que quiera venirse conmigo, que cargue con su cruz, que se niegue a sí mismo, -y para postre-, que cargue con su cruz y me siga”. El plato fuerte es negarse uno a sí mismo. Y el postre es cargar con la cruz. Menú completo.
Teresita no tiene intención de quebrantar estos principios, tampoco de anular la personalidad de las monjas, de las que le han sido confiadas; cuando las exhorta al renunciamiento, cuando las empuja y las anima al renunciamiento, sólo desea que abran mejor los ojos a Dios y que permitan al deseo de Dios que hay en ellas, que crezca sin medida, sin límites. El fin del renunciamiento es esa libertad para hacer espacio a Dios.
Teresa es ciertamente muy severa; esto es muy curioso: sus novicias la juzgaban severa, decían que era un hueso de taba, porque era muy exigente. Ella no se andaba con chiquitas, ni intentaba ser simpática, ni caer bien a nadie. Y llamaba al pan, pan -y eso que no era castellana, era normanda- no era castellana pero al pan le llamaba pan y al vino le llamaba vino. A las cosas por su nombre, esto es lo que hay. En el dicho castellano: “esto son lentejas, si quieres las coges, y si no las dejas”.
Ella no maquilla la realidad. Era exigente, y la juzgaban severa en la exigencia del sacrificio. Trata de formar en él sólidamente a sus hermanas, porque las quiere muertas a todo lo que no es Dios, a todo lo que es mentira.
No las quiere en la ambigüedad, no las quiere en una vida descafeinada y sin ideales, contemporizando, intentando acoplar lo imposible. ¡No! Ella quiere que sean sólo para Dios. Quiere reducirlas a un puro deseo de Dios. Y sabe que para eso hay que podar muchas cosas. Por eso mismo reprende y corrige al momento las deficiencias que advierte.
En esto hay que aclarar que lo hace porque tenía obligación de hacerlo. Ayudaba a la maestra de novicias y era su obligación. No quiere esto decir que tengamos que ir poniendo la ceniza en la frente a todo el que nos encontremos. Que también hay gente que lo entiende así. Sobre todo hay quien tiene una habilidad especial para corregir al de al lado… En esto hay que tener mucho cuidado.
Pero ella, como sabía que era su deber y su obligación, no dejaba pasar una, porque quería el mayor bien de ellas. Aunque muchas veces ellas no lo comprendieran.
Teresita lo hace apelando a motivos puramente sobrenaturales, y mostrando el lado más positivo de las cosas. No busca el renunciamiento por el renunciamiento. Para ella cada acto de renunciamiento es un acto de amor: se trata de renunciar a lo que no es Jesús y escoger a Jesús. Prescindo de esto para amar más a Jesús. Estoy renunciamiento a esto para escogerle a Él. Y cada vez que ella renuncia a algo, le vuelve a escoger. Y le escoge cada vez con más fuerza. Eso da una enorme libertad al alma, y le abre unos horizontes infinitos.
Madre Olga María del Redendtor, la felicito por su explicacion sobre el Renunciamiento”. Ciertamente sus palabras son muy claras y certeras como buena hija de Santa Teresa.
Pido al Espíritu Santo le siga iluminando y así usted pueda seguir con sus reflexiones que tanto bien nos hacen a quienes las leemos. Un gran abrazo desde Santiago de Chile, en unión de oraciones
Regina Miranda Ayala
Madre Olga María del Redendtor, la felicito por su explicacion sobre el Renunciamiento”. Ciertamente sus palabras son muy claras y certeras como buena hija de Santa Teresa.
Pido al Espíritu Santo le siga iluminando y así usted pueda seguir con sus reflexiones que tanto bien nos hacen a quienes las leemos. Un gran abrazo desde Santiago de Chile, en unión de oraciones
Regina Miranda Ayala