Aburrirse

Hay una palabra que hace muchísimo tiempo está borrada de mi diccionario vital: “aburrirse”. Lo digo de corazón: no recuerdo haberme aburrido más de cinco minutos en mi vida, y esto lo considero una bendición.

IMG-20180131-WA0011.jpgFiel a mi “manía” de buscar en el diccionario para comprender y analizar más en profundidad el sentido de cada palabra y así poder reflexionar mejor sobre ello, me he encontrado la siguiente definición: “sufrir un estado de ánimo producido por falta de estímulos, diversiones o distracciones.” Y rápidamente ha surgido en mí el cuestionamiento: ¿falta de estímulos? ¡Si vivimos en un mundo en el que sobran los estímulos y la información! El bombardeo de estímulos, noticias, ruidos, imágenes… según esa definición ¡no debería haber en el mundo un solo ser aburrido! ¿Qué es lo que falla, entonces, cuando te encuentras a cada paso con multitud de personas de todas las edades, desinfladas, sin fuerza, sin entusiasmo por nada, sin… en definitiva: aburridas? ¿Qué es lo que está pasando? Algo no va…

Creo que el quiz de la cuestión está en que ese bombardeo de estímulos no llega al fondo, a lo más íntimo de la persona, se queda en la superficie, en la epidermis de la sensibilidad y no cala dentro… No recibimos estímulos que sean revulsivo para nuestra interioridad y nos conduzcan a la reflexión, alimento espiritual y moral para nuestra alma, que haga brotar lo más noble y bello que tenemos en nuestro interior.

Es una pena, pero si analizamos las doscientas mil cosas que inundan nuestras redes sociales y nuestros móviles… ¿cuántas cosas hay que de verdad nos alimenten como personas y nos hagan crecer como tales? De entrada toda esa información nos puede deslumbrar, nos resulta agradable y atractiva, porque nos “entretiene” y “divierte”, pero -a la larga- nos impide pensar y buscar lo que verdaderamente importa y que nos realizará como personas: la apuesta innegociable por la bondad y el amor, por el servicio y la entrega de la propia vida a los demás.

¡¡Seamos selectivos!! No hay que anatematizar el uso de las redes sociales, pero usémoslas para construir. Con frecuencia vamos picoteando allí y allá, mirando una cosa y otra, navegando sin rumbo por la red, invertimos tiempo en eso en detrimento de otras cosas importantes, y al final… ¿Qué cosechamos? Cansancio psicológico, desencanto, hastío… eso que se llama ABURRIMIENTO vital. Eso sin nombrar los cacaos mentales que se forman algunas personas a base de beber aguas ideológicas no muy sanas… Y lo peor es que empieza a ser una epidemia.

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Frente a esta “enfermedad” ¿de qué remedios disponemos? Creo que es importante gestionar bien nuestro tiempo (que por jóvenes que seamos es limitado y se acaba) y nuestras prioridades. Que orientemos siempre nuestra vida no a la aventura fácil que deslumbra, sino a la bondad, a la entrega, al bien… sin cansarnos y sin desfallecer. Huyamos del pasatiempo fácil y de la curiosidad malsana o irresponsable y apostemos por una curiosidad sana: de la que nos impulsa a crecer y a buscar siempre construir un mundo más humano y tendiendo al bien, huyendo del egoísmo. Que utilicemos las tecnologías para crecer como personas y poder así servir a los demás. Que entendamos que servir es un privilegio y no una esclavitud… Si luchamos por formarnos y enriquecernos interiormente para ponernos al servicio del bien, el desencanto, el hastío y el aburrimiento desaparecerán de nuestra vida.

3 comentarios en “Aburrirse

  1. Creo que más que aburrimiento,yo lo llamaría “rutina”Estamos todo el día liaos con algo,aunque sea la cosa más tonta, pero siempre tenemos algo entre manos, aunque no valga para nada ni para nadie.Servir es un privilegio y no una exclavitud ,lo entiende muy poca gente,vamos por la vida a lo nuestro, lo de los demás no importa,y mientras no cambiemos de forma de pensar, no llegaremos a buen puerto.La verdad es que esas aguas ideológicas que brotan de cualquier sitio, están haciendo mucho daño,sobre todo a los más jóvenes.Educar en valores,eso es lo que nos falta.Un abrazo.

  2. Era algunos lustros más joven cuando estudiaba Historia del arte y cayó en mis manos el libro de ” Las flores del mal” de Baudelaire y más que una lectura rápida para entregar a tiempo mi comentario, la lectura de ese libro, marcó un antes y un después en mi conciencia. El reto de mi profesor era conocer a fondo la vida bohemia cargada de excesos de los llamados “poetas malditos” que marcaron el arte del siglo XIX. Baudelaire, un experto en el tema de conocer el mal, lo deja claro, el peor mal que puede acechar al hombre es el Tedio o el aburrimiento. En mi mente esas palabras sonaron como lo que tanto nos repetían las monjas en clase cuando éramos pequeñas: ” dime a qué dedicas el tiempo libre y te diré en quien te acabarás convirtiendo”. Que gran verdad con el paso de los años….

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