Yo quiero aprovechar la oportunidad -que no siempre la tengo- de compartir lo que el Señor va poniendo en mi corazón y lo que parece que va abriendo ante nuestros ojos, y la verdad es que -como siempre- El no deja de cuidarnos, de guiarnos, pero tampoco de sorprendernos. ¡Dios siempre es sorprendente! Y después de tantos años os puedo decir que cada vez es más sorprendente. Sí que es verdad que, si uno le deja, el Señor hace cada día nuevo y diferente. Renueva la vida de las personas y hace obras grandes y nunca esperadas.
Se va abriendo para el Carmelo Samaritano una senda, un camino cada vez más claro: el de ir al mundo entero y anunciar el Evangelio. Esto sí que no lo pensábamos, sí que no estaba previsto, porque resulta más fácil y parece que es más lógico, y más razonable y sensato, que nosotras nos quedemos en nuestras casas, en el monasterio, y la gente venga a beber ¿no?, pero a veces cuando la gente está caminando y camina muerta de sed no sabe a dónde tiene que ir y hay que salirles al paso en el camino y ofrecerles el agua. Y yo creo que es -al menos ahora mismo- lo que Jesús nos está mostrando.
Hay que aprender a mirar a Dios en los hechos que acontecen y aprender a leer su Voluntad en la vida. No sirve de nada soñar, idealizar y después lamentarse cuando las cosas no discurren como preveíamos… Lo que importa no es que discurran como nosotras preveíamos, sino que discurran como El quiere; lo que importa es que su plan se cumpla, no que las cosas coincidan con nuestros proyectos, con nuestras ideas con nuestros planes. Esto no es fácil ¡para nada! pero es la única manera de vivir de verdad.
Cuando escuchamos a Jesús que habla a la samaritana y le dice: -“Llega un tiempo nuevo y ya está aquí, en que ni en el monte Garizin, ni en el templo de Jerusalén darán culto a Dios sino que los verdaderos adoradores adorarán a mi Padre en espíritu y verdad” se está refiriendo a esto que estamos viviendo, a esa disponibilidad y docilidad. Para quien vive “en espíritu y verdad” cualquier lugar puede ser un pozo y cualquier instrumento un cántaro. No es en el monte Garizín, que era lo que planificaban los samaritanos, no es en el templo de Jerusalén, que planificaban los judíos, sino que el Padre quiere adoradores “en espíritu y verdad”, adoradores que entreguen la vida en el ministerio de la adoración. Porque la adoración es un ministerio y al final, si lo pensáis despacio, es el ministerio que Jesús le confió a la samaritana junto al pozo: adorar a Dios. Pero adorar “en espíritu y verdad”, no de cualquier manera. Y ella salió corriendo a contar lo que había encontrado y por su testimonio se convirtieron muchos. En definitiva ella tampoco les fue a contar a los del pueblo aquel, a los de Siquem, que Dios nos ama con Corazón de hombre, eso no les gritó exactamente, pero les dijo que había encontrado a Alguien que le había dicho todo lo que ella era, todo lo que había hecho, toda su pobreza, todo su pecado… y ella se sintió feliz, redimida, y supo reconocer a Jesús. Supo reconocer al Mesías y recibir el agua viva, fue llamada a adorar en espíritu y verdad y por último se sintió enviada a todos los de aquel pueblo para contarles lo que había encontrado: “He encontrado al Mesías”. Y yo creo que literalmente eso, es lo que nos ha pasado a nosotras.
Cuando hablamos de gritar al mundo que Dios nos ama con corazón de hombre, hay que gritarlo -desde luego, por supuesto- pero hay que gritarlo con formas concretas. Y no cabe duda, (yo no tengo duda) de que nuestro ministerio es ese gritar, pero es también un magisterio: hay que enseñar a la gente, aunque pueda parecer pretencioso lo que voy a decir, tenemos que ser maestras de adoración en espíritu y verdad.
Tenemos que enseñar a adorar en espíritu y verdad. Y a adorar se enseña adorando. Y cuando hablamos de dar testimonio el primer testimonio que tenemos que dar, más que el de las palabras -que también- es el de la adoración. Y allá donde vayamos… adorar, y al lugar que lleguemos… una adoración siempre que sea posible. Porque… “ni en este monte ni en el Templo de Jerusalén”, sino donde haya adoradores “en espíritu y verdad” es dónde está EL, y lo que El espera. Y la única manera real de evangelizar el corazón de los hombres, de que reciban la buena noticia del amor de Jesús es mediante la adoración. A la hora de la verdad es el único ministerio válido y el que es eterno; el que vamos a realizar en el Cielo.
Adorar no consiste en hacer o en decir cosas, en rezar unas oraciones… la forma más natural y normal de la adoración es ante el Santísimo Sacramento, porque está Jesucristo verdaderamente presente con su Cuerpo, su Sangre, su Alma y su Divinidad y ante El nos postramos y le adoramos. Ante la concreción de su Cuerpo en la Eucaristía, ante algo concreto, claro, tangible: es Jesús y a El le adoro. Pero aunque esa sea la forma más normal y natural de adorar, adorar no es un acto concreto, o unos momentos concretos, aunque repito que es normal que haya momentos que eso sea más tangible, más obvio, más claro, más evidente… ADORAR ES UNA MANERA DE VIVIR. Cuando El nos ha llamado a ser adoradores “en espíritu y verdad”, es porque es una vocación. No somos adoradores los jueves de 21.30 a 22:30 y algún día más y algún rato más. Los jueves de 21:30 a 22:30 tenemos una manifestación más clara y tangible de la adoración pero tenemos que ser adoradores en espíritu y verdad 24 horas sobre 24 horas, ¡¡siempre!! Empezar aquí, adelantar aquí, nuestro Cielo. Nuestro Cielo que es esa adoración.
Y la adoración es principalmente -ser adorador- arrojar ante la majestad de Dios, ante su trono de Majestad, nuestra corona; es decir, lo que somos, lo que pretendemos ser, lo que poseemos, lo que hemos hecho de nosotros mismos… Arrojar nuestra corona ante el trono de la majestad de Dios y despojarnos de eso que somos, o de eso que luchamos por ser; despojarnos de manera que sin dudas, sin reticencias, sin resistencias, aceptemos en la presencia de Dios la pobreza radical de quien no tiene nada, de quien no es nada. Santa Teresita habla de reconocerse con amor una pobrecita nada y no más. La adoración implica ese reconocimiento. La adoración significa reconocerse ante el que es como la que no soy; – yo no soy, EL es-. La bienaventuranza de los pobres empieza por la adoración.
Bonito comentario. Hoy precisamente he meditado esa frase del evangelio y se me ha iluminado esta idea, adorar es amar y amar es hacer la voluntad de Dios. Adorar con el espíritu es el deseo del alma de vivir constanteme en su Divina Voluntad y en Verdad es nuestro cuerpo poniendo en la práctica perfecta el deseo del Alma. Es la comunión perfecta del mente corazón y fuerzas. El Shema.