¡Esposa de Cristo! ¡Es lo que soy! Y yo creo que es el «título» más grande que se me ha dado. ¡¡Esposa de Jesucristo!! Todo esto… ¡cuánto significa! Todo cuanto esto hacer presentir de amor, de entrega, de fidelidad… Santa Isabel de la Trinidad dice una cosa preciosa que, para mí, es plena de sentido. Ya me cautivó la primera vez que lo leí. Cuanto más lo digo y lo repito y más lo saboreo… más me llena y más mío lo hago. Dice ella: “Oh mi Cristo amado, crucificado por amor, quisiera ser una esposa, para vuestro Corazón”.
Y en otro texto dice también: “Ser esposa es tener plenos derechos sobre su Corazón”. Por un lado ser esposa para ese Corazón que está crucificado por amor. Y por otro lado saber que, siendo esposa para ese Corazón, tengo plenos derechos sobre su Corazón. De alguna manera… el ser esposa me hace participar de su inmensidad, de su omnipotencia, de su grandeza… Porque… ¡todo lo de mi Esposo, es mío! Y si Él lo puede todo, de alguna manera, me hace participar a mí. Yo lo puedo todo pidiéndoselo a Él. Y sé que de Él lo voy a obtener todo. Ser esposa es “tener plenos derechos sobre su Corazón”.
Hay un signo, que es el nuestro, el que nos marca como esposas y que nos lo dan en la profesión temporal ya, que es… ¡el Crucifijo! Y que todas, las que somos profesas, de votos temporales o de votos solemnes, tenemos y hemos recibido. Yo lo llevo siempre con amor, devoción y orgullo del bueno, ¡no me lo quito nunca! Y me acuerdo mucho de que Sor Isabel hace referencia a ese hecho. Dice: “Cuando Nuestra Madre puso el Crucifijo, como un sello, sobre mi corazón, después de la profesión, comprendí por experiencia, sentí, supe, que aquel corazón había dejado de ser mío. Ya le pertenece a Él”. Eso es lo que significa el Crucifijo en el pecho. Es la señal de pertenencia, por la consagración, por los votos.
La Profesión en sí es, después del bautismo, lo más grande. Porque nos hace una pura en pertenencia de Dios. ¡Nos convierte de verdad en las esposas del Rey! ¡Del primogénito del Padre! Y además, la profesión tiene algo precioso: y es que, al mismo tiempo, nos consagra como hijas de la Iglesia Católica. Lo son todos los bautizados, hijos de la Iglesia, hijas de la Iglesia, pero una monja, al desposarse con el Hijo, ¡¡pasa a ser hija de la Madre Iglesia!! De la Iglesia -del Cuerpo Místico- ¿Por qué? Porque la profesión es un acto público. Se realiza durante la Misa. Preside un sacerdote o un obispo, por lo menos un sacerdote como mínimo. Y es la Iglesia la que nos dirige el himno: “¡Ven esposa de Cristo! Recibe la corona eterna, que el Señor te tiene preparada”.¡La Iglesia nos recibe! La Iglesia nos dirige el ¡¡Veni Sponsa Christi!! ¡Nos recibe en su seno como esposas del Rey! ¡Como esposas del Esposo! -porque la Iglesia también es esposa- ¡somos los miembros del Cuerpo, que nos hemos desposado con el Esposo! Y ¡¡¡es, precioso!!!
Sor Isabel -Santa Isabel- escribe páginas bellísimas en torno a la fecha de su profesión, en su diario espiritual, en varias reflexiones, en las cartas… Y luego hay un detalle del Crucifijo de Sor Isabel ¡que es enorme! ¡muy grande! Es mucho más grande que el que yo llevo ahora, que el que llevamos, de tamaño grandote. Ella lo llevó puesto en el pecho siempre. Y en su lecho de muerte lo tenía con ella y ya muy al final –en los últimos días- cuentan las testigos que se quedó mirando al Crucifijo largo tiempo… ¡contemplándolo! y simplemente dijo: “¡¡¡Nos hemos amado tanto!!!” No dijo nada más. Y a mí esta expresión me parece ¡de una belleza…! ¡de una hondura…! ¡¡¡¡Nos hemos amado tanto!!!!
¡Ojala! ¡Ojalá! ¡Yo se lo pido al Señor! ¡Se lo pido a la Virgen! Que me conceda esa gracia de vivir mi desposorio con Jesucristo, mi esponsalidad con Él y con la Iglesia, con esa sencillez, pero con esa hondura. Porque lo que sí es cierto que a la hora de la muerte -Sor Isabel se estaba muriendo- y ella lo sabía, no se dicen frases bonitas. Ni se improvisan tonterías. Sale lo que se lleva dentro ¡Qué precioso que ella viviera así! y que la vista de su Crucifijo le sugiriese sólo eso ¡¡El Amor!! ¡¡¡El enamoramiento!!!
Besemos mucho nuestro Crucifijo. He aprendido a no hablar mucho. Antes… decía muchas jaculatorias, hacía actos fervorosos, cosas que me salían de dentro… Ahora va pasando el tiempo, y puedo decir que todo se me va simplificando en la vida. En la medida que mi vida exterior se complica y a veces es muy complicada y me toca correr de acá para allá… ¡y multiplicarme! Conforme mi vida exterior se complica, el Señor me concede la gracia de que la interior se simplifique, se unifique. ¡Dios es tan bueno que me “descomplica”! Y todo eso que yo antes hacía, que es bueno hacerlo y debemos hacerlo. ¡Debemos hacerlo! De actos de amor, palabras cariñosas al Señor, de decirle: “¡Va por ti! ¡Te lo ofrezco!” Jaculatorias, mimos a El… Yo todo eso a veces, -como a mí, me toca correr tanto- no puedo y no llego. El Señor me dio un día una luz. Y me lo simplificó mucho. Y ya muchas veces… ¡Basta una mirada! ¡Basta pensar un instante en Él! ¡Aunque no le diga nada!
Y sobre todo una de las cosas que más me ayuda es, en medio de devenir de las cosas y del correr, pararme un instante, ponerme la mano sobre el pecho, y sentir el Crucifijo que llevo ahí, y apretarlo un instante contra el pecho. Y eso es… ¡La jaculatoria! ¡La oración! ¡La súplica! ¡El beso!… El decirle: “¡Te quiero! ¡No me olvido de ti aunque voy corriendo!” ¡Es hacerle presente! Es recordarle y recordarme -sobre todo a mí misma- que le pertenezco, que tengo Dueño. ¡Que Él es mi Señor! ¡Mi Esposo! ¡Mi amor! ¡Mi vida! ¡Mi Todo, mi único Todo! ¡Mi Tesoro! ¡Mi Riqueza! ¡¡¡Mi amado!!! ¡¡¡¡Es Jesús!!!!
Y muchas veces, cuando no me puedo parar a más, el darle ese apretón, ese como achuchón, encierra todo eso. Parece una simpleza -yo sé que es una simpleza- pero sé también por experiencia lo que eso ayuda, el bien que hace. A veces, cuando tengo que hacer una cosa que me cuesta mucho, o decir algo que me cuesta mucho, o solucionar un asunto que me fastidia bastante, el modo de sacar fuerzas y afrontarlo es, simplemente, ese… De ahí saco fuerzas para sonreir, para poner buena cara… ¡Para hacerlo por Él, en definitiva! Y porque Él quiere que lo haga, porque yo no tengo ganas, porque muchas veces tengo que hacer lo que no me apetece. Pero eso importa muy poco. Lo que importa es renovar mi ofrenda a Él, mi pertenencia a Él. Y ofrecerle eso de ese momento y amarle ahí, en esa circunstancia concreta que se me ofrece en ese momento. Eso es sencillo, es fácil, todas podemos hacerlo. Y no cuesta tanto. Y al mismo tiempo ¡cuánto bien nos hace! Nos ayuda a elevarnos de lo natural a lo sobrenatural.
Los que no tienen Crucifijo en el pechopueden tener uno pequeñito en el bolsillo y sirve igual. Y es una manera de renovar esa consagración, la entrega, de sacar fuerzas… ¡Y que al final de mi vida le pueda coger! ¡Le pueda acariciar! ¡Le pueda contemplar! y decir eso: ¡¡Nos hemos amado tanto…!! ¡¡¡Tanto…!!! ¡¡Ser esposa de Cristo!! ¿Puede haber algo más grande? ¿Algo más hermoso?
A propósito de ser esposa de Cristo son muchas las cosas que se me ocurren, las reflexiones que me vienen, pero tampoco se trata de cansaros. Voy a compartir algunas, de cosas que he ido anotando a lo largo del tiempo, masticando, rumiando, viviendo… No por nada, sino porque creo que puede ayudarnos. A mí misma me ayuda a releer muchas veces, las cosas que he escrito hace tres años, cuatro años… porque si en ese momento fueron verdad, ¡son verdad siempre!
Y creo que hay que dejar de lado el pudor y no tener miedo a hablar del Señor y de lo que tenemos dentro. Que luego ven en mí mil incoherencias… ¡Que las van a ver! Que las están viendo, y las han visto, y las seguirán viendo. Pues bueno… ese es mi barro, mi pobreza, mi arcilla, mi pecado, que es parte de mí. Pero junto con toda esta pobreza, está el don de Dios, el regalo, lo que Él me da, que también es parte de mí. Y por esos misterios de Dios, muchas veces en una misma persona, en un mismo ser, se dan todos estos contrarios ¿no?
Ser esposa de Cristo es darse, entregarse, donarse… ¡Otorgarse total y plenamente al Esposo! Conlleva dos actitudes: una pasiva y otra dinámica, no pasiva. Ser esposa es al mismo tiempo, disponerse para ser tomada y poseída. Esa es la actitud pasiva. Y lanzarse y arrojarse a sus pies. Y descansar, como Juan sobre su pecho. Y escuchar atentamente los latidos de ese Corazón que sabemos que está enamorado, y que palpita desde toda la eternidad amándome, deseándome… ¡Buscándome! Tenemos que tener claro que somos “preciosas a sus ojos” -lo dice por medio del profeta Isaías- y sentirnos, o por lo menos sabernos infinitamente amadas, infinitamente deseadas, infinitamente buscadas… Y desde toda la eternidad ¡esperadas y anheladas! Desde toda la eternidad Jesús ha esperado el momento de crearme en el tiempo y de hacerme su esposa. Porque desde toda la eternidad estamos en la mente del Padre. Pero hasta que no llegó el momento en el tiempo, no hemos sido creadas y no hemos podido ser sus esposas. Aunque en su mente ya estábamos y nos deseaba. Y eso es impresionante esto y es como de vértigo, porque ahí te pierdes. Pero es la verdad. ¡Desde toda la eternidad Jesús me ha deseado para hacerme su esposa! Y en un momento dado me ha creado en el tiempo, me ha hecho nacer, me ha dado la vida y me ha llamado. Y yo he respondido. Pero desde toda la eternidad estaba deseando todo eso y esperando el momento de mi respuesta. Si lo pensamos despacio, ¡es para volvernos, locas! ¡Para sacarnos de nosotras mismas y morir de gratitud! ¡y de gozo! ¡Y quemarnos hasta las cejas por decirle que SI y colmar ese anhelo y saciar ese deseo!
Ser esposa es besarle, buscarle, anhelarle. Es buscar ardientemente y con pasión de verdadera enamorada, espacios para su amor, para su intimidad para estar con Él. Ser esposa es anhelar ante todo, y sobre todo, y por encima de todo la intimidad, la entrega absoluta en aras del amor. El máximo anhelo de la esposa tiene que ser es estar con el Esposo, estar con Jesús. Dedicarle espacios para el amor, para la intimidad. A veces sin decir nada. A veces sin hacer nada. ¡Solo estar con Él! ¡Recostar la cabeza en su pecho y estar con Él! Escuchar los latidos de ese Corazón ¡¡que tanto me ama!! Y que desde toda la eternidad me ha deseado. Y no me ha deseado para ser su apóstol, ni para ser su predicador, ni para ser su amigo, ni para ser su hermano, ni… Me ha deseado para ser su esposa ¡Y por pura gratuidad! Porque yo no soy más guapa, ni mejor que nadie. Ese es otro misterio. ¿Por qué me ha escogido a mí? ¡Por pura gracia! ¡Por puro don! ¡Por puro regalo! Porque a poco que mire por ahí a fuera -yo me doy cuenta- hay mujeres con muchas más cualidades humanas y espirituales que yo. ¡Pero me ha escogido a mí! Y ese es un misterio que escapa a nuestra comprensión. Es un regalo gratuito. ¡La vocación es un regalo precioso! una dignación por parte de Él, que yo no he merecido ni de lejos, pero me lo ha dado.
Ser esposa es buscar esos espacios para la intimidad. Porque lo propio del Esposo y la esposa es la mutua donación, la mutua entrega, el bastarse el uno al otro, el no desear nada más que el amado. Lo propio del matrimonio es que el esposo tome y posea a la esposa y que ella se entregue sin reservas como prenda de amor. En el orden espiritual, Cristo Esposo entra en el alma esposa y la invade, la posee. Y la unión de amor es tan intensa, tan plena, tan verdadera, que lo mismo que en el orden natural, dice la Escritura de la unión conyugal “que serán los dos una sola carne”, en el orden espiritual, este matrimonio hace de Cristo y del alma una sola y única realidad: ¡Amor puro! ¡¡Amor!! ¡Amor que no es otra cosa que una invasión de Gracia! ¡De Espíritu Santo¡ Pues no es otra cosa este amor puro, que el Espíritu Divino que el que engendró al Verbo en el seno de María Santísima. Y así el alma queda divinizada, llena de Dios, introducida en la vida íntima intratrinitaria. Es algo tan sublime, tan profundo, tan inefable…
Querida Madre Olga María Del Redentor :
Gracias por compartirnos la intimidad de su corazón, eso la hace más cercana todavía a la gente que de veras la ve como un referente, como ejemplo a seguir en nuestra vida cristiana católica, y más aún en los que vivimos la espiritualidad carmelita.
Siempre, pero siempre he amado el Carmelo creyendo comprender bien cual es su carisma, siempre estuve inclinada a la regla de ese carmelo » antiguo » de clausura total, alejado de las criaturas; sin embargo debo reconocer que cuando las conocí a vosotras con ese aire renovado, con una nueva y gran espiritualidad que en nada empaña el silencio monacal, me sentí profundamente cautivada. Dios ha sido muy bueno de mostrarnos a nosotros esa tan hermosa y perfecta conjugación de vida contemplativa pero unida a la activa.
Creo sinceramente que el mundo necesita adentrarse más en el conocimiento de que una vida consagrada no está ajena a las relaciones y necesidades humanas.
Nuestra Santa Madre Teresa debe estar orgullosa de sus hijas Carmelitas Samaritanas, que ¡ tanto bien han hecho al mundo entero !.
Madre Olga, permítame decirle, no veo en vuestra excelentísima persona incoherencia alguna, al contrario, son otros los atributos de una esposa de Cristo, y en cuanto a vuestra persona ¡ brillan como perlas preciosas !…. Sólo usted sabe cuánto sacrificio le ha tocado vivir, y tal como nos relata que, debe multiplicarse e ir y venir, y pasar una dificultad tras otra, sin embargo sólo podemos percibir una esposa de Cristo, una Madre Olga María ¡siempre alegre !, ¡¡ siempre radiante !!, nunca apagada ni mostrando desánimo aunque en su interior viva el cansancio que viva, no se le nota, y eso es virtud de santos.
Yo personalmente, cada día recibo como un tesoro, lo que de vuestras manos viene, cada frase, cada palabra que nos escribe las guardo y las atesoro como lo más valioso que Dios me envía.
Si fuera atea, con sólo ver el rostro suyo y el de las hermanas ¡¡ creería en Dios ipsofacta !!, pues no lo sabéis, pero nos lo entregan de una forma tan sublime, que no podemos menos que, creer, y amar, e imitar tan hermosa entrega.
Madre mía, reciba quizás el más grande de mis abrazos.
¡ la quiero mucho !, y gracias, gracias, gracias.
M.Eliana
Reblogueó esto en Apuntes.
Es hermoso! Es tan especial todo lo que explica Madre. Quisiera hablar yo pero me encuentro confundida aunque ya no quiero estarlo. Me gusta tanto leerle! Desde el primer momento.
Necesito orientacion. Si pudieran agregarme en sus oraciones porfavorporfa.
Tengo 42 años no me he casado no tengo hijos y he tenido varios novios. No se que estoy haciendo no se para donde ir.
Dios la llene de bendiciones y de mas amor para el. Dios les de su misericordia lo mejor para toda la comunidad! Un abrazo eterno.
Que dicha!! Que hermoso! Grandioso, como si las palabras se amontonaran en el pensamiento por el sentir, y no se encuentra cual decir pues usted Madre ya le ha dado una interpretacion mejor a todo esa relacion de amor.
Que bonito matrimonio!
Me gusta tanto leerle! Me gusta con lo que me voy encontrando cada vez.
Gracias!! Que Dios siga bendiciendola, a usted y toda la comunidad. Un abrazo de felicidad en el amor de Dios.
Desde que la conozco ,primero por vídeos y luego en persona ,para mí es una experiencia muy enriquecedora.Me abrió una puerta desconocida para mi, cada día con lo que ponen ,fotos, textos ,vídeos, soy como una esponja ,lo absorbo y me hace tanto bien.No tengo un crucifijo en el pecho, tengo a La Virgen.pero a lo largo del día ,voy tarareando alguna de sus canciones: Solo a ti ,Sígueme, me hacen tanto bien, nunca en mis años de católica practicante tuve a Jesús tan cerca , es como si tuviese una persona al lado y le voy contando durante el día mis cosas,es un descanso y una paz que tengo gracias Las Carmelitas Samaritanas.Gracias, muchísimas gracias Dios las cuide y las guarde por siempre.Un abrazo.
Ave María, Madre Olga, ¿Cree que ser llamada a ser esposa de Cristo es solo para los consagrados? Yo estoy casada, tengo 4 hijos uno de ellos en el cielo, siento y comprendo todo lo que dice, y ser esposa de Cristo verdaderamente es pura gracia, gracia que todos los bautizados pueden vivir, pues todos constituimos la Iglesia esposa de Cristo, esto es una llamada a la santidad, que Jesús está haciendo, porque hoy es necesario ser consciente del dolor del Esposo que no es amado, que se le es infiel, porque no es lo mismo ser traicionado por un amigo que por tu esposa. No es lo mismo ser amigo que ser esposa, y esto quiere nuestro Divino Esposo Jesús ponerlo al descubierto. Está llamada se llama “ Espos@s de Jesús Sacramentado”. Un desposorio espiritual pero real, pues Jesús es realmente El, Dios y Hombre, en la Sagrada Hostia, y que toda alma bautizada y en gracia lo recibe en cada comunión, haciéndose Jesús uno con el alma, falta que el alma sea consciente y se entregué de la misma manera. ¿Que piensa de esto madre Olga?
Qué bonito Mª del Carmen! comparto su comentario. Yo me convertí hace 10 años, a partir de una experiencia del amor de Dios .Fué una conversión fulminante. Creo que las llaman tumbativas. Desde entonces vivo para Dios. No le siento como amigo ni tampoco como hermano, le amo con amor de esposa. Creo yo que no he sido yo quien ha elegido amarle así, creo que ese amor es infuso, no sé…
El último párrafo del post …es algo que viví. Fue un segundo, un soplo, una fusión instantanea, ni sé cómo explicarlo.Un diluirse. No sé si mi alma quedó divinizada, como dice el post. Estoy tan lejos de eso…pero sí quedó enamorada. Con amor de esposa. Y estoy casada también, tengo marido y con hijos. Pero este amor es tan penetrante…no fuí yo quien lo eligió. Creo que fué Él, quien amándome así me hizo suya para siempre.
Un abrazo a todos y si Dios nos ha hecho en el corazón de Cristo , alegrémonos! porque no hay lugar mejor para aprender a amar.