Las relaciones fraternas en Santa Teresa

Veamos cómo era Doña Teresa de Ahumada en su vida de comunidad, con sus hermanas, allí en la Encarnación en el maremagnum ese que hemos visto. Pues mirad: en la convivencia con las hermanas de esa numerosa y compleja comunidad es donde Doña Teresa de Ahumada despliega la riqueza de su virtud y sus dotes para la relación humana. Tenía una capacidad de relacionarse impresionante… Era capaz de empatizar con todo el mundo y hasta el punto de que con quien no la podía ver ni pintada en la pared -porque había gente que no la soportaba- ella era muy graciosa, era de las que cogían el toro por los cuernos y… ¡Me estoy acordando del caso del fray Bartolomé de Medina!

tempFileForShare_20191018-075824.jpgOs lo cuento: era un fraile dominico de Medina de Rioseco –era Fray Bartolomé de Medina de Rioseco, era riosecano– y éste confesaba en Salamanca en el Convento de San Esteban de los dominicos. Y le dijeron que la ponía… ¡verde! que decía cosas tremendas contra ella. Y ella, que se enteró, dijo: “Ah, ¿sí? ¡Allá que voy!” y se fue directa al confesionario del hombre éste y se confesó. Claro, que el otro no podía escapar. Le llevó una trucha –en ese día le habían regalado a la Comunidad una trucha enorme, una trucha en el siglo XVI en Salamanca para una comunidad era un plato de lujo- ¡una trucha impresionante! Agarró la trucha… ¿Os imaginais que alguien venga a confesarse con la trucha debajo del brazo? En fin, mejor no… Pero vamos, que agarró la trucha y allá que se fue a San Esteban al confesionario de fray Bartolomé de Medina y se confesó. Se la regaló, le regaló la trucha a Fray Bartolomé.

Ella le llevó lo mejor que tenía, quitándoselo a las monjas, claro. Y se fue directa a Fray Bartolomé de Medina, porque ella dice que les cobraba especial afecto a los que la ponían perdida. Los que hablaban mal de ella le caían muy bien. ¡Cosas de los santos! Y entonces allá que fue. Se confesó y se lo metió en el bolsillo. De la confesión no sabemos nada porque no podemos saber, pero sí que es cierto que el hombre aquel salió del confesionario diciendo que le habían engañado. Que a Él le habían dicho que la Madre Teresa de Jesús era una monja carmelita, una mujer. “Y ¡es mentira! A fe que es varón y de los muy barbados.” ¿Qué le dijo? Si se confesó o le sacudió –que no sé como sería aquello– o qué… Pero ¡él se quedó con un concepto de ella…! para siempre fue su devoto servidor.

¿Que alguien no la podía ver? ¡Allá iba de cabeza! Y tenía tal don y tal capacidad de relacionarse que se metía todo el mundo en el bolsillo. Pero a mí lo que me impresiona es que cuando tú sabes que alguien no te puede ni ver y te está poniendo perdida, lo que te sale en el mejor de los casos, si no le pones perdido tú a él, es desaparecer de escena. IMG_20171207_230625_108.jpg¡Pues ella no! Ella allí llegaba y decía: “A ver, ¿qué tal? ¿Cómo estamos?” Y el otro acababa… porque lo hizo muchas veces, muchísimas veces. Conquistaba a la gente y tenía un don de gentes especialísimo, sabía meter la gente en el bolsillo.

Bien… pues, ¡imaginaros esta persona conviviendo en una comunidad! Se traía a todo el mundo de calle, conquistaba. Había quien la quería muchísimo y había quien la envidiaba y entonces… esa envidia se proyectaba también en muchas cosas. Pero en general, era muy querida porque además sabemos que desde muy joven, depositaron mucha confianza en ella. Lo cual por un lado significaba que las Prioras y las monjas más graves y más mayores valoraban quién era, pero había que ver las envidias de alrededor también, o sea… Ella nos lo dice en el Libro de la Vida capítulo 7 en el número 2: “como me veían tan moza y en tantas ocasiones y apartarme muchas veces a soledad a rezar y leer, mucho hablar de Dios,… y no decir mal de nadie… -esto la caracterizó siempre- …con esto me daban tanta y más libertad que a las muy antiguas y tenían gran seguridad en mí.”

Era considerada como una verdadera monja buena y cabal que rezaba, que no hablaba mal de nadie y dicen que jamás murmuraba de nadie, que todas sabían en la Encarnación que estando ella en cualquier conversación tenían las espaldas bien guardadas porque delante de ella nadie se atrevía a hablar mal de nadie: lo cortaba de raíz. Tenía un montón de buenas cualidades que hacían que fuera una monja querida y apreciada en su convento de la Encarnación.

En el cultivo de la relación fraterna brilla con luz propia la honradez y la sinceridad de su caridad. Ella hacía de verdad vida y realidad las palabras del apóstol: “que vuestra caridad no sea una farsa”. Era incapaz de fingir, de decir una cosa y hacer otra, ni poner una cara por delante y otra por detrás… ¡no podía! Era contrario a su natural “No era inclinada a murmurar ni a decir mal de nadie ni me parecía podía yo querer mal a nadie” (Vida 32). Es verdad que, aunque era muy querida de sus hermanas de la Encarnación, en momentos muy puntuales sufre murmuración de parte de las monjas de su propia comunidad. Hay dos momentos alejados en el tiempo uno del otro que así lo notifican.

Uno fue en plena juventud, cuando empieza seriamente a orar asiduamente: “…comenzó la murmuración de golpe. Decían que me quería hacer santa y que inventaba novedades” (Vida 19). Y otro ya en su madurez humana, cuando se comentaban sus proyectos fundacionales. Cuando aquello se filtró, IMG-20191018-WA0145.jpgdebía de ser una comidilla, un hervidero: “Estaba malquista en todo el Monasterio porque quería hacer un monasterio más encerrado. Decían que las afrentaba…” (Vida 33, 1), que las hacía de menos, claro.

Las críticas subirían mucho más de tono en el episodio de la nueva fundación. Sobre todo esto es muy… – a mí me divierte, pero entiendo que no debe ser divertido- pero a mí me encanta ese capítulo -el capítulo 36 del Libro de la Vida- cuando cuenta toda la “zapatiesta” que se montó: los dimes, los diretes, los enfados, los chismes… y que aquello debió ser genial: los alguaciles intentando sacar a las cuatro pobres novicias, la otra en la Encarnación, soltándole una filípica el Provincial… y ella diciendo que ponía cara de que le daba mucha pena pero que estaba tan contenta, no le afectaba lo que le estaban diciendo, pero para que no se enfadase más el Provincial, ponía cara de mucha pena, de mucha compunción… Es que ella… ¡era así! O sea, que le estaban echando una bronca de kilo, ponía cara de pena, pero en el fondo… estaba más fresca que una lechuga. Las otras pobres cuatro apuntalando la puerta porque las querían sacar del monasterio. ¡Aquello debía de ser…!

Nos parece ya todo tan normal, lo hemos escuchado tantas veces… pero el inicio de la Reforma pero debió de ser… ¡tremendo! De repente cuatro novicias solas, que no habían sido monjas en su vida, ni sabían nada de lo que había que hacer… las pone un hábito y las deja allí encerradas y… “tened cuidado de que de aquí no os saquen los alguaciles” y apuntalando las puertas porque las querían sacar, la fundadora que se va, o sea… si lo pensamos despacio, ¡qué despropósito!

Es una de las obras más grandes de la Iglesia: la Reforma del Carmelo. Pero empezó así: que no empezó con buen pie precisamente, la cosa empezó bastante mal en todos los órdenes: el Obispo se enfadó, el Provincial se enfadó más, el Concejo de Ávila -o sea el Ayuntamiento- también… No pudo empezar humanamente peor aquello. Pero era de Dios y salió adelante.

 

Un comentario en “Las relaciones fraternas en Santa Teresa

  1. MUCHAS GRACIAS HERMANA OLGA: Que deleite leer este maravilloso relato, de verdad lo disfrute!, me traslade al Carmelo y fui imaginando todo lo narrado. Hermoso testimonio de Santa Teresa, la veo sonriendo, amando y sobre todo orando “por todas y cada una de las personas que la rechazaban y difamaban” creo que mas que por las que la envidiaban.
    (“En el cultivo de la relación fraterna brilla con luz propia la honradez y la sinceridad de su caridad. Ella hacía de verdad vida y realidad las palabras del apóstol: “que vuestra caridad no sea una farsa”). Que lección tan grande: “tener también como prioridad cosechar las relaciones fraternas” y en cambio los que vivimos en el mundo y para el mundo (hablo en primera persona) cuando sentimos que a alguien no le caemos bien y mucho mas si habló mal de nosotros “los mandamos a porra” (como decimos en México) y nunca nos damos la oportunidad de acercarnos y preguntar cuál es el motivo, me atrevo a decir que muchas de las veces son puros malos entendidos y que si lo hiciéramos, “sumariamos una amistad mas”.
    Gracias, mil gracias por ayudarnos fortalecer el alma y espíritu con las enseñanzas de esta gran Santa!.
    Olivia

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