¿Qué hacer ante las realidades poco favorables que nos podemos encontrar en la vida religiosa?

En el capítulo 7 hace un balance muy crítico de diez años -desde los 25 a los 35 años de su edad- entre los años 1540 y 1550. Detalla aspectos muy pormenorizados de la vida religiosa de entonces, que dejaba bastante que desear y que era una realidad que ella vivía en la Encarnación o sea: que existía y en la que ella estaba. Pero también es consciente de que eso no es excusa para su mediocridad. No vale decir “como yo estoy aquí y esto es así… ¿cómo voy a estar yo?” Ella sabe que lo que está a su alrededor puede estar mal, pero que eso no es excusa para que ella sea una mediocre. ¡Nunca nos podemos excusar con lo que tenemos a nuestro alrededor!IMG-20190807-WA0139.jpg

Y otro ejemplo clarísimo de esto que estoy diciendo es Santa Teresita. El Carmelo de Lisieux en muchos aspectos dejaba mucho que desear y -en ese clima y en esas circunstancias y en todo aquello- vivió y se fraguó “la santa más grande de los tiempos modernos” –son palabras de Pio XI–. Aquella era una comunidad compleja y bastante conflictiva. Así como por ejemplo la Beata Isabel de la Trinidad vivió en una comunidad bastante modélica, el Carmelo de Lisieux no era así y ella se santificó. Luego no es excusa. Muchas veces eso es muy típico de la Vida Consagrada:

“Si es que yo estoy fatal pero ¿cómo voy a estar viviendo aquí con estas, con esto, con lo otro…?”

-Mira, si tú estás fatal, ¡es cosa tuya! Lo de alrededor ayuda o no ayuda, pero al final… la santidad de vida, la consagración, la entrega a Jesucristo… es algo tuyo, personal e intransferible, y nada ni nadie te puede impedir de verdad pertenecer a Cristo y ser santa.

-“Es que con ese caos de comunidad y con esta superiora que tengo, y es esas hermanas que no sé que…”

-Mira, con todo eso pues ya lo he dicho muchas veces: ¡Dios hace palanca con un churro! Pues con todo eso tú haces palanca a la santidad y si no lo haces, es problema tuyo, pero no culpes a nadie.

O sea: nadie tiene excusa en nada -ni de lo que le ha pasado, ni de lo que le está pasando, ni de lo que le pueda pasar- para no ser santa. Jesús no dijo “Sed santos como Yo soy santo solamente cuando las cosas sean favorables”. “Sed santos como Yo soy santo” es cuando os tiren de piedras, cuando os pongan perdidos, cuando os llamen mentirosos, cuando os quieran linchar a la primera de cambio, que es lo que se le hicieron a Él…

La santidad es independiente de las circunstancias; las circunstancias nos pueden ayudar o no, pero no nos excusemos de nuestra mediocridad porque nuestra comunidad es así o porque el ambiente de vida religiosa que me ha tocado es de la otra manera… ¡No! Pues si es así… ¡santifícalo tú!, ¡mejóralo tú!, ¡no vale quejarse! Con lo cual no estoy diciendo que las comunidades tengan que ir “manga por hombro” sin poner remedio ¡No, no! Pero esa es otra cuestión.

Una cosa es que el compromiso comunitario sea de santidad de vida, sea de testimonio, sea de perfección, sea de vivir el Evangelio… pero es un compromiso comunitario. Pero independientemente del compromiso comunitario, el mío personal debe ser de ser santa aquí, ahora, en este momento y con todo lo que está pasando. Yo tengo que ser santa ahora, aquí, dando esta charla. Y vosotras tenéis que ser santas ahora, aquí, escuchándola: la que se aburra, pues se aguante; la que se duerma, pues que despierte; la que está encantada, pues que disfrute… Cada una en su circunstancia, pero aquí, ahora, en ese momento, Dios os está llamando a vosotras a vivir y santificar ese momento: ¡a ser santas ya!

“Es que tengo un sueño que me caigo.”

-¡Mala suerte! Pero el sueño no es obstáculo para la santidad, santifícalo.

Todo puede ser santificado porque todo se puede transformar por el amor en una ofrenda agradable a Dios. Eso Santa Teresa lo tiene claro.

La crítica que ella hace en este capítulo 7 del Libro de la Vida es doble: por un lado recae sobre ella misma: ella no se excusa a sí misma en ningún momento de las cosas que ha hecho mal; las reconoce, las admite, las publica, confiesa públicamente… Y por otro lado también recae la crítica sobre la vida que se hacía en algunos monasterios empezando por el suyo. Dice “que tiene miedo, que teme aquellos donde no se guarda la Religión”, es decir: donde no se cumple con lo exigido por la vida religiosa y lo considera un grandísimo mal. Esto lo ha sido siempre, lo era y lo es. Si tú llegas a una comunidad religiosa donde no se cumplen los requisitos propios de una IMG-20190818-WA0026.jpgvida consagrada, es un mal para las que están ahí y es un mal para toda la Iglesia. Con todo, años atrás –esto lo dice en Vida 32, 11– “el Señor me havía dado a entender que aunque las religiones estaban relajadas, que no pensase se servía poco en ellas, que qué sería de el mundo si no fuese por los religiosos”. Se lo dijo el Señor -con hilo directo- a la Santa.

Digo esto porque primero he dicho lo anterior y no retiro lo que he dicho. Y es verdad que muchas veces, en la vida religiosa, no damos el testimonio debido por nuestra fragilidad y por las razones que sean, pero a los que se dedican a decir que la vida religiosa no sirve para nada y que para ser monjas así era mejor que desapareciéramos todos de la faz de la tierra –que hay algunos que son así– que algunos lo dicen… ¡No es verdad! Si por un imposible –por muy imposible, porque no va a suceder nunca-  la Vida Consagrada desapareciera de la Iglesia, la Iglesia sería un Cuerpo medio muerto. Somos parte importante e imprescindible del Cuerpo Místico y hemos existido desde el principio; desde la primitiva Iglesia ha habido hombres y mujeres que han vivido consagrados al Señor con distintas modalidades y diferentes formas. Pero siempre ha habido hombres y mujeres que han observado los consejos evangélicos y vivieron consagrados al Señor.

El primero que observó los consejos evangélicos es Cristo y a Él pretendemos imitar y eso es innegable. Y el Señor se lo dijo así a la Santa en Vida 32, 11: que por desastrados que seamos –y somos muy desastrados muchas veces– “qué sería del mundo si no fuese por los religiosos.”

Y no me voy a extender a desarrollar la idea porque entonces eso podría ser extensísimo, pero hay miles de testimonios y pruebas que se podían aportar para justificar esta afirmación. Simplemente y brevemente lo digo: todas las actividades asistenciales que han hecho todos los religiosos de la historia, cuya la única paga ha sido el amor de Dios, como nos dedicáramos a pasar la factura… todo el mundo en bancarrota, porque hay cosas que son impagables y se han hecho por amor de Jesucristo en la Iglesia, y las han hecho los religiosos. ¡Y ya está! y eso es una realidad.

De la Vida Religiosa de aquel momento, la Santa hace una evaluación bastante dura, pero al mismo tiempo, como suele ser ella, certera y realista. Ella dice en Vida 7 –este capítulo que os digo que es enjundioso-: “En un monasterio hay dos caminos, de virtud y religión y de falta de religión, y los dos casi se andan por igual. Antes mal dije, no por igual, que por nuestros pecados, camínase más por el más imperfecto y como hay más de él, es más favorecido. Úsase tan poco el de la verdadera religión, que más hay de temer el fraile y la monja que ha de comenzar de veras a seguir del todo su llamamiento a los mismos de su casa que a todos los demonios –Santa Teresa de Jesús dixit, yo no, lo dice ella– y más cautela y disimulación hay de tener para hablar en la amistad que desea tener con Dios que en otras amistades y voluntades que el demonio ordena en los monasterios y no sé de que nos espantamos haya tantos males en al Iglesia, pues los que habían de ser los dechados para que todos sacasen virtudes tienen tan borrados la labor que el espíritu de los santos pasados dejaron en las religiones”.

Nos da vergüenza hablar de lo que de verdad hay que hablar y entonces hablamos del sobrino, del primo, del pájaro, del fútbol, del gato, de la olla de la cocina… y de cualquier cosa… pero si hay que sacar un tema un poco hondo, nos da vergüenza y decimos que lo hagan otras:

-“Oh, ¡ya empiezan estas con las cosas espirituales!”

-“¡Ay, qué rollo! Si es que cuando les da por los misticismos…”

¡No, por los misticismos no! Pero eso a veces -y eso sí lo he vivido y es una realidad de la Vida Religiosa– ¡da vergüenza hablar de lo que hay que hablar! ¡Nos da vergüenza y hablamos de tonterías! Y como intente alguien hablar de lo que hay que hablar, pues… le miramos mal. Y sin embargo, fácilmente hablamos de cosas vanas, vacías, mundanas… se nos cuela el mundo. Yo no digo que se haga con mala voluntad, pero IMG-20190807-WA0192.jpgfrecuentemente sucede. ¿Por qué? Porque nos da vergüenza, nos van a tener por ñoñas, por beatas, por… o simplemente nos callamos. No es que no podamos hablar, es que nos cuesta decir lo que hay que decir y no queremos. Entonces damos la callada por respuesta. También hay personas que se hacen herméticas, que nunca aportan nada… y eso no es nuevo, ya pasaba en el siglo XVI; y si no… hablamos sobre tonterías y de cosas que no son Dios ni nos ayudan a crecer.

Y eso es una responsabilidad de todas porque nos tenemos que ayudar unas a otras, dejarnos de respetos humanos absurdos y hablar de lo que de verdad construye una comunidad. Y para construir una comunidad hay que dar de lo de una no de lo que tiene la de al lado. “¡Que de la de al lado!” Sí, ella da su parte pero tú también tienes que poner de lo tuyo, ¿no? y eso nos cuesta mucho porque nos da vergüenza, porque descubrirnos es descubrirnos… y es quedarse a la intemperie, de alguna manera nos hace más frágiles, más vulnerables…

Si nadie sabe cuál es mi punto flaco lo tengo a salvo, pero si conocen mis flaquezas o conocen mis puntos débiles se van a reír de mí y luego lo voy a pagar… Todas esas cosas que nos las pone el enemigo para no construir, para no unir y eso…  hay que luchar. Y ella lo vivió y por eso lo dice. Y es algo que es actual: sucedió, sucede y sucederá.

Pocas veces la Santa ha sido tan dura –muy pocas veces– aludiendo a la Vida Religiosa como en este capítulo 7. Habla desde lo que conoce y desde la experiencia. Desgraciadamente no se inventa nada, lo que dice es verdad. Lo siente profundamente, no solo porque tuvo que sufrir en su propia carne las deficiencias de las que habla en el ser monja, sino porque esto repercute –y ella es consciente de ello– en toda la Iglesia: es un daño para la Iglesia.

Entonces igual que ahora, de la misma manera, la misión de la Vida Religiosa es hacer presente a Cristo en el mundo mediante el testimonio  personal y volvemos al punto ese. Esto lo dice Vita Consecrata en el número 72 en el apartado “d”: “la misión de la Vida Religiosa es hacer presente a Cristo mediante el testimonio personal”

¡Este es el reto, este es el quehacer principal de la Vida Consagrada: hacer presente a Cristo! Cuanto más se deja conformar a Cristo, más lo hace presente y operante en el mundo de la salvación de los hombres. La Vida Consagrada del género que sea, de tipo que sea, con el carisma que sea, no tiene otra finalidad sino hacer presente hoy a Jesucristo en el mundo. Que hoy se lo presentemos en realidad a los hombres como Camino de salvación, como realidad salvífica. Si no hacemos eso con nuestro carisma -cada Instituto Religioso, con el carisma propio- no está cumpliendo la misión para que hemos sido creados en la Iglesia.

Con lo cual muchas veces, y eso es una interrogación que yo me he hecho en más de una ocasión, y me la sigo haciendo y nos tenemos que hacer todos, y no quiero herir a nadie al decirlo, pero es así: ¿qué significado tiene que un Instituto desaparezca? Sencillamente es porque muy probablemente no está cumpliendo su misión. Puede ser que ya no sea necesaria esa misión o puede ser que no estemos dando el testimonio; con lo cual el Espíritu Santo deja de suscitar el llamamiento a esa forma concreta de Vida Consagrada y va desapareciendo. No porque el carisma no sea válido, no estoy hablando del carisma, sino de la respuesta de ese Instituto al carisma recibido. Entonces el carisma pues puede seguir existiendo en la Iglesia y existe en la Iglesia porque el carisma no muere porque es del Espíritu Santo -no muere, ni se agota ni se termina– y Este suscita a otras personas, a otros cristianos, que encarnen y revitalicen ese carisma, pero el carisma no acaba…

Yo siempre pongo el ejemplo del carisma de la reparación. ¡Es absolutamente necesario en la Iglesia, imprescindible! Y ha habido unos años en que se ha descalificado, se ha borrado, estaba pasado de moda, no servía de nada, ¡qué tontería!…

Y lo ilustro con el ejemplo de la Unción en Betania. La Unción en Betania es la imagen por excelencia de la reparación en el Evangelio, que fue alabada por Jesús: “dondequiera que se predique el Evangelio, se anuncie el Evangelio, se recordará siempre lo que ésta ha hecho Conmigo” (Mt 26, 13). Es la mayor alabanza que el Señor ha hecho: “siempre se recordará lo que ésta ha hecho Conmigo” porque es necesario lo que ha hecho Conmigo. Y la reparación durante años la han querido borrar de la Iglesia y han habido Judas que han dicho que había que dar ese perfume a los pobres y no malgastar esas vidas así…

“¿Para qué? ¡Hay que ir a los pobres con todo lo que hay que hacer a los pobres!”  Y Jesús ha contestado: “A los pobres siempre los tendréis” (Mt 26, 11) y siempre habrá quien vaya a asistirles pero lo que ésta ha hecho Conmigo era necesario.

Y en medio de esa situación, muchísimos Institutos Religiosos dedicados a la reparación, principalmente a la reparación ante la Eucaristía, han ido desapareciendo o dedicándose a otras cosas y al final… están desapareciendo.

Y el Espíritu Santo ha seguido suscitando Institutos y realidades de Vida Consagrada que se dedican a la Adoración Eucarística, a la reparación. Unos con más intensidad otros menos, otros con un matiz claramente reparador… IMG-20190519-WA0059.jpgY los Institutos que más fuerza y pujanza están teniendo ahora en la Iglesia van por ahí. Los nuevos Institutos que están naciendo para el culto y la adoración eucarística, con matiz de reparación –pues se puede adorar la Eucaristía con matiz de alabanza, de ensalzar, pero hay un matiz en la adoración eucarística que es la reparación– y cada vez hay más Institutos que van recuperando eso, que el Espíritu Santo les van pidiendo eso. ¡Gracias a Dios! Y “casualmente” –la casualidad no existe– son los más recientes. Porque la vocación al final es estar con Él, no es “hacer”, es “estar” con Él.

Este paréntesis lo he metido a propósito de lo que dice Vita Consecrata n. 72: “que hay que hacer presente a Cristo mediante el testimonio personal”. Si no estamos haciendo eso, sencillamente dejamos de estar, porque no tiene sentido. Y entonces el Espíritu Santo suscita realidades nuevas,  Él no se va a agotar: si unos no funcionamos, pues llamará a otros, porque hay en el Cuerpo Místico funciones vitales y una de ellas es la Contemplación, la Oración, que no pueden dejar de existir y -si se van desvirtuando, van desapareciendo o van perdiendo fuerza- tienen que volver a revitalizarse porque la Iglesia es un Cuerpo y si el Corazón de la Iglesia se para, el Cuerpo moriría y el Corazón de la Iglesia es la Vida Contemplativa, el “estar con Él”. Entonces… si no es de una manera será de otra, pero eso tiene que existir siempre, siempre, siempre.

3 comentarios en “¿Qué hacer ante las realidades poco favorables que nos podemos encontrar en la vida religiosa?

  1. Leo con mucho agrado el Blog Grita al mundo, intuyo que es porque en mi trayectoria vital la Vida Religiosa ha sido un regalo de Dios para mi, regalo que supongo desperdicié. Estoy totalmente de acuerdo en lo que dice en este último post, las dificultades de la vida comunitaria no son una excusa para la santidad personal, sino mas bien al contrario, podría ser el trampolin, (lo cual no deja de ser triste, pero en fin,es asi y no es excusa en ningún caso, de la veracidad de una vocacion ) Solo me hago una reflexión , en la vida religiosa como en en cualquier otra vida, se cuenta con un periodo amplio de tiempo de conocimiento mutuo, Comunidad-aspirante. Y en ese amplio periodo de tiempo tanto una como otra tienen que valorar la posibilidad real de que esa comunidad o esa aspirante sean verdaderamente la una para la otra. sin Juicios personales , con cabeza , y siempre con el corazón en Cristo.

  2. Siempre gracias madre Olga, por sus enseñanzas y animarnos a dar lo mejor. Un gran reto nos plantea la Santa, pienso que no solamente para la vida consagrada y religiosa sino también para cualquier grupo o comunidad a que pertenezcamos.

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