LA TRISTEZA DE NO SER SANTO

Es cierto que en la vida de las personas hay tristeza y sufrimiento. No voy a  entrar ahora en el sentido que tiene, ni en la que me parece la mejor manera de enfocarlo. Es una realidad y es así: vamos a asumirlo cuanto antes.

La cuestión sobre la que estoy reflexionando hoy es qué es lo que me duele y me pone triste. Una persona a la que quiero entrañablemente escribió: Siento una tristeza honda y profundísima cuando alguna vez descubro mi corazón inclinado al mal.” Me impresionó la primera vez que lo leí y me sigue impresionando; y quiero compartirlo con mis lectores en este viernes en que acabamos de celebrar la fiesta de Todos los Santos, porque no son otra cosa los santos sino aquellos que vivieron de verdad y hasta el fondo esa lucha porIMG-20180806-WA0133.jpgerradicar el mal de su propio corazón.

Y esto me lleva a preguntarme qué es lo que me entristece a mí en la vida, hacia dónde la he orientado, dónde está mi preocupación y dónde mi alegría… Para los no creyentes todo esto puede sonar raro, pero aunque no se tenga fe cristiana… la bondad (que es la quintaesencia de la santidad) siempre es una riqueza, que no es patrimonio exclusivo de católicos, curas y monjas. ¡No! La bondad es la raíz y el fundamento de la felicidad y de la alegría, una opción de vida que la transforma y la llena de sentido.

Es una lástima que nos agobiemos por bobadas, que nos pasemos la vida comparándonos con el de al lado y peleando por ser estimados, más valorados, más tenidos en cuenta… que nuestra imagen o nuestro nombre queden bien, que peleemos por ganar más dinero o más prestigio, que nos duela que mi vecina sea feliz… esas cosas que, desgraciadamente, son tan humanas y -al mismo tiempo- tan rastreras… Preocupaciones y afanes que solamente nos conducen al malestar, a la tristeza y a la frustración.

Y es cuando yo me pregunto: ¿voy a permanecer en esa dinámica de vida? ¡no! ¡me niego! Me comprometo desde hoy a luchar para que la única tristeza que entre en mi corazón sea consecuencia de descubrirlo falto de amor y de IMG-20181029-WA0113.jpgbondad e inclinado al mal. ¡Esa es la única tristeza verdadera! Ese es el único mal real: no amar lo suficiente, dejar que el egoísmo y el mal -en cualquiera de sus formas- gane terreno en mi corazón. ¡Qué tristeza y qué preocupación cuando detecto en mí alguna traza de envidia, algún sentimiento no bueno! Renovemos nuestro compromiso a muerte con el bien y el amor, como hicieron los santos, y no nos rindamos por mucho que nos digan que no hay que ser exagerados ni extremosos y que ser malvados a veces es normal e inevitable. No nos creamos esa mentira y comprometámonos con la bondad hasta las últimas consecuencias; de esa manera seremos santos. Ya veis que no es tan extraño ni raro eso de la santidad.

5 comentarios en “LA TRISTEZA DE NO SER SANTO

  1. Es la batalla de cada día,mirarnos y mirar alrededor :que hago,pienso,digo?Bien lo sabe Dios que lo intento,unos días,cuando hago reflexión del día,me sonrió sola y me digo”que bien”hoy no metí mucho la pata,otros parece que como salga algo mal ,ya va como el día medio perdido,esa sensación de incomodidad,no se va.Pero al nuevo día,nuevos retos,confiando en EL,para que me guíe y no estrabiar mucho el camino.Un abrazo.,❤️❤️❤️

  2. “Ese es el único mal real: no amar lo suficiente, dejar que el egoísmo y el mal -en cualquiera de sus formas- gane terreno en mi corazón.”
    Que linda frase , Madre Olga. El mensaje del amor de Dios debe siempre gritarse desde las azoteas como lo hace usted en este blog
    Dios las bendiga .

  3. Amén.
    Muchisimas gracias Madre Olga, por estas pildorillas de Fé, fruto de su vida consagrada al Sagrado Corazón, desde El Carmelo Samaritano y también gracias a todas las Hnas. que con su ejemplo, su entrega, su amor, su acogida a cualquiera que acuda a ustedes y alegría, nos regalan la fortaleza para seguir avanzando en el camino de santidad al que todos estamos llamados y sabiendo que siempre nos ponen dentro del Sacratísimo Corazón de Jesús.

  4. Muy bonito y humano, y cuando me refiero a humano lo digo en toda su dimensión, incluido algún atisbo de ego (por lo de la santidad) comprensible y perdonable (todos lo tenemos y de hecho es sano). Hasta otra.

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