En aras de la sinceridad

Hace unos días presencié una conversación entre dos personas que me ha hecho reflexionar, porque concluía con las siguientes palabras: “porque yo soy muy sincero y a mí me gusta ser claro: IMG-20171023-WA0081.jpglas cosas hay que decirlas”. El interlocutor apenas había dicho nada en toda la conversación ante el “chorro de sinceridad” del otro, y cuando concluyó con la frase lapidaria de “las cosas hay que decirlas” siguió sin decir nada, con cara de sentirse atropellado e incomprendido.

Opino que, desde luego, la sinceridad es un valor importante y básico a la hora de establecer las normas de una convivencia sana y armónica, pero es importante comprender que es y en qué consiste la sinceridad y no confundirla con el descaro y la ordinariez.

El diccionario define la sinceridad de la siguiente manera: “sencillez, veracidad, modo de expresarse o de comportarse libre de fingimiento”. Es una definición clara y simple que nada dice de atropellar a nadie ni de que la sinceridad esté reñida con la prudencia y la delicadeza. Lo que más me gusta es que dice “expresarse y comportarse”: no sólo expresarse, sino también comportarse. Es importantísimo que nuestros actos y nuestra manera de vivir concuerden con lo que expresamos verbalmente, porque si no… perderemos toda credibilidad.

La sinceridad es esa transparencia libre de fingimiento, pero no significa necesariamente que mostremos todo lo que pensamos o sentimos, sino que lo que expresamos sea veraz. Aclaro esto porque hay personas que creen que ser sinceros implica disparar y soltarlo todo caiga quien caiga y eso… no es ser sincero, sino imprudente y -las más de las veces- desconsiderado y un bruto.

La sinceridad no es tanto expresar quinientas cosas, como expresar poco o mucho pero con transparencia y absoluta veracidad. Poco pero verdadero es sinceridad, mucho y falso o con recovecos, repliegues y segundas intenciones… es demagogia o falsedad o como nos guste llamarlo, pero no es sinceridad.

En cierta ocasión escuché decir que “con el insincero no hay nada que hacer” y me quedé impresionada. Pensé: “¿nada de nada? Algo se podrá ¿no…?” Pues no, porque si dialogas con alguien que dice una cosa y en su interior piensa otra… es inútil toda comunicación. Se pierde el tiempo y nunca se solucionará ningún problema ni se logrará nada, porque es construir un edificio sobre arenas movedizas. El diálogo es estéril y absurdo si no se basa en la verdad.

Volviendo a lo que decía al comienzo… os invito a reflexionar y a caer en la cuenta de que la sinceridad no es un derecho, algo que me permite despacharme a gusto y soltar por la boca todo lo que se me ocurre, en cualquier forma y manera, entrando como elefante en cacharrería. wp-1486119181454.jpgLa sinceridad no es un derecho, sino un compromiso, más bien una “obligación” que permite el diálogo y la comunicación entre las personas. La sinceridad auténtica se basa en el respeto del otro, que tiene derecho a la verdad y a no ser engañado, y nunca puede ser enarbolada como un justificante que usamos para vapulear a los demás y para canalizar nuestro malestar y frustraciones.

Ser claro no es ser grosero ni irrespetuoso, sino diáfano y transparente. Y eso de que “las cosas hay que decirlas”… tampoco lo comparto del todo. Hay que ser equilibrado y responsable en el uso de la palabra, y a veces hay que hablar, pero otras veces es mejor callar, y no olvidemos que el silencio también es un derecho, así como el poder guardar en la propia intimidad sentimientos y vivencias que son de uno, muy personales y que SINCERAMENTE quizá prefiera guardarse para sí a compartirlas falseándolas.

 

 

 

 

Un comentario en “En aras de la sinceridad

  1. Llegado este punto de mi vida ,sabes con quién sincerarte y con quién no ,con quién se puede hablar de todo y con gente que no se pueden sacar ciertos temas .Es muy triste cuando del otro lado te quieren imponer sus criterios a fuerza de repetirlos o de levantar la voz . Por eso , la sinceridad si , con altas dosis de prudencia.Un abrazo.

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