¡Qué regalo y qué bendición poder estar aquí Contigo Señor! Solo Tú, que sondeas mi corazón, sabes lo que este momento significa para mí y sobretodo, yo creo en mi pequeñez saber lo que significa para Ti.
Si yo soy feliz de estar aquí, en tu Presencia, en tu Corazón, ante tus Ojos, en tu Regazo… yo sé que infinitamente más dichoso eres Tú de tenernos aquí, de abrazarnos, de acogernos, de acariciarnos, de mirarnos con toda la ternura, esa ternura que sólo Tú posees porque eres Dios…de mirarnos con esa misericordia, con esa benevolencia, ¡con tanto amor…!
¡Con cuánto deseo deseas este momento cada jueves y con cuanta ilusión, si cabe la expresión, nos has esperado y esperas desde la eternidad…! ¡Qué grande eres! Y qué bueno eres cuando nos permites saborear, barruntar, intuir… la grandeza de este acto de Adoración.
Es muy simple, Señor, carente de artificio, de ceremonia, de formalidades… porque Tú a las Samaritanas nos has pensado así: pequeñas y pobres, pero enamoradas y los que vienen a compartir su oración y su vida con nosotras saben que solo se van a encontrar eso. Pero saben que se van a encontrar con tu Corazón, que es lo más grande que nosotras tenemos. Nosotras no somos, no importamos. El que importa, el que eres, eres Tú que nos llamas, nos atraes y nos concedes la gracia de compartir esta pobreza litúrgica -nuestra sencillez, nuestra excesiva simplicidad- con las almas buenas que Tú llamas también.
Esta noche te doy gracias por habernos pensado así de pequeñas, por habernos pensado así de simples, por habernos pensado, creado y amado así: samaritanas. Recogidas del borde del camino y sanadas y curadas por Ti y habiendo saboreado tu ternura, tu bondad, tu compasión. Conociendo en la propia carne el haber sido rescatadas de la muerte al borde del camino y albergar esos mismos sentimientos, esa misma bondad, esa misma benevolencia hacia tantos y tantas que están moribundos en los bordes de los caminos de la vida.
Te doy gracias Jesús, por nuestra pobreza, nuestra insignificancia. Te doy gracias porque no somos judías, ni siquiera somos galileas: somos samaritanas. En el pueblo de Dios las ultimas. Aquellas a las que muchos judíos no dirigen la palabra… Pero te digo como aquella mujer: ¿Y cómo Tú, siendo judío me hablas a mí que soy samaritana? ¿no sabes que eso está muy mal visto, queda muy mal, y encima soy una mujer y encima pecadora? ¿Cómo es que Tú me pides a mí y me hablas a mí?… Y eres tan bueno, Señor, tan sumamente bueno, que no solamente me has pedido de beber, me has hablado, me has mostrado mi pecado y lo has sanado, sino que a mí y a mis hermanas -por un misterio de predilección de tu amor- nos has mostrado el misterio de tu amor, nos has mostrado el Don de Dios y nos has llamado a la vocación más grande que el ser humano puede recibir: la de adorar al Padre. Y nos has escogido para inaugurar un tiempo nuevo que ya está aquí: el tiempo de tu Corazón, porque no se puede adorar al Padre en espíritu y verdad sino es desde tu corazón. Eres el único que de verdad sabe adorar al Padre en Espíritu y verdad y solamente desde Ti, desde tu Corazón, podemos aprender.
Te doy gracias, Padre, y te bendigo porque has ocultado estas cosas a los grandes y poderosos y se las has revelado a la gente sencilla, a los niños, a las samaritanas… Te doy gracias Jesús, infinitas gracias, por haberme llamado junto al pozo, por haberme encontrado, por haberme sacado de mi mediocridad, de mi oscuridad, de las aguas fangosas en las que intentaba apagar mi sed.
Te doy gracias hoy, día en las que las hijas de Santa Teresa empezaron su andadura hace casi 500 años, por haberme llamado a ser hija de Santa Teresa en espíritu y verdad, junto a tu pozo, en tu Corazón. Te doy gracias por mi vida, por mi vocación, por mis hermanas, por haber pensado desde toda la eternidad el Carmelo Samaritano y por haberme llamado a él.
Te doy gracias porque me pensaste más con el Corazón que con la mente y con el Corazón me pensaste, me llamaste, me amaste, me redimiste… Y te doy gracias también por esta adoración, por esta noche, por el camino recorrido, por las alegrías, por las dificultades, por los gozos, por los tropiezos… y sólo te pido una cosa. Que -suceda lo que suceda y pase lo que pase- nunca nos alejemos de Ti.
Que nada ni nadie pueda apartarnos de tu Corazón, de los designios de tu Corazón. No importa lo que suceda exteriormente ni dónde estemos, sólo te pido la gracia de que afiances más y más cada día, en nuestro corazón, nuestra identidad de samaritanas y que seamos más cada día cómo Tú nos has pensado desde la eternidad.
No te detengas, no tengas miedo en pedirnos todo lo que haya que pedir, porque nada tenemos nuestro y nada somos si no es venido de tu Mano, si no es venido de tu Corazón. Llámanos fuerte, llámanos siempre, llámanos a estar Contigo siempre y de manera especial cada jueves.
Gracias, Señor, por la vocación. Gracias, Señor, por la llamada y gracias por ser de las últimas, de las más pequeñas, de las que no cuentan… porque así, en nuestra pobreza, quedará más de relieve tu fuerza, tu bondad, tu sobreabundancia… en definitiva: tu amor. Gracias, Señor.
Después de leer tan profunda reflexión, una se ruboriza para sus adentros y piensa ¿ qué podría decir ?, si cualquier comentario sería escaso, pobre, en comparación con vuestra ¡ tan profunda vida espiritual, madre querida !….. a medida que voy leyendo me voy empapando de la belleza de sus palabras, de esos sentimientos tan llenos de amor por Nuestro Señor, todo esto me eleva el alma; quizás eso quiere El mismo para mí, y entonces me dejo llevar… y me embarga un gozo muy especial, a medida que avanzo voy viendo y comprendiendo con nuevas luces la grandeza de Dios. ¡¡ gracias Madre por despertar eso en mi interior !
Luego empiezo a aceptar esa insignificancia que percibo en mí, y vuelvo a sentir un gran gozo al leer de su mano, que Dios elige lo pequeño, lo insignificante, lo no tenido en cuenta; pues entonces así quiero ser para que El pueda ocupar todos los espacios de mi corazón, mientras menos entre el mundo en mi interior, más podrá Dios poblar todos los rincones de mi corazón.
Un gran abrazo Madre Olga María, y mil gracias por tanto bien entregado.
M.Eliana
Gracias Madre Olga por estar ahí y mostrarnos el camino que lleva a Jesús .Nunca me cansaré de darle las gracias a Dios por éstas Samaritanas a las que tanto quiero . Un regalo que no tiene precio.Un abrazo.
NO TENGO OTRA PALABRA QUE GRACIAS.
GRACIAS POR PERMITIRNOS ENTRAR EN SU MUNDO Y APRENDER DIA A DIA COSAS TAN HERMOSAS PARA PODER VIVIR MAS DIGNAMENTE COMO HUJOS DE DIOS