Estamos en Pascua y la Pascua hace nuevas todas las cosas. Algo característico de la Pascua cristiana es su eterna novedad, que la hace siempre preciosa y siempre diferente. Este tiempo reaviva en mi corazón la esperanza de que la sociedad en que vivimos se renueve también.
Espero que empecemos de verdad a vivir el respeto que las personas se merecen, porque se habla sin cesar de respetar y de respeto y cada día es más evidente que el respeto verdadero es una planta exótica en nuestra actual jungla social e ideológica. El diccionario lo define como “veneración, acatamiento que se hace a alguien”. Y etimológicamente viene de la palabra “respectus”, que significa “atención, consideración”.
Me temo que utilizamos la palabra respeto para referirnos a actitudes y posturas que no se corresponden con el término y su significado: cuando decimos que hay que respetar las opiniones y las convicciones o las creencias de otras personas, ¿estamos pensando en venerar y acatar -como dice el diccionario- esas ideas o esos principios, o simplemente nos referimos a soportarlos de cualquier manera para que no nos compliquen la vida y nos dejen en paz? ¿No estaremos confundiendo el respeto con el pasotismo y la indiferencia?
Esta posibilidad sería -dentro de las deformaciones del respeto- la menos dañina, pero hay otra realidad que me preocupa mucho más: cuando llamamos “respeto” y “tolerancia” a una permisividad perversa que admite y da por valido lo inadmisible, lo intolerable, y se hace refrendado con la muletilla de “hay que respetar a todos…”
¡¡No!! Lo siento: no hay que respetar -venerar y acatar, que dice el diccionario de la RAE- a aquellos que ridiculizan y degradan lo que para algunos es especialmente importante y amado, tampoco hay que respetar a aquellos que maltratan a los que son más débiles y abusan de los que están más indefensos. Eso no es respetar, eso es tolerar el mal y el mal nunca debe ser tolerado y menos respetado. El mal debe ser combatido siempre: seas cristiano, agnóstico, budista o musulmán. El mal es universal y está por encima de todas las ideologías y religiones, y es responsabilidad de todos luchar por erradicarlo y combatirlo. El mal nunca merece respeto.
Ahora podréis argüir diciéndome que esto del mal es muy relativo y muy subjetivo y que, lo que para unos es malo, para otros no lo es… A ver: usemos el sentido común y los principios éticos básicos. Hay cosas que objetivamente son malas y que no hay que respetar, sino combatir siempre, así como a las personas que las potencian y promueven, como por ejemplo la enfermedad, la muerte, la violencia, la mentira, la estorsión… No pretenderán que “acatemos y veneremos” a un asesino o a un maltratador ¿verdad? Creo que eso todo el mundo lo entiende… pero ¿hay que “acatar y venerar” la libertad del que se dedica a ofender a otros o a manipular y deformar las conciencias, por poner un ejemplo?
Es hora de examinarnos detenidamente y asegurarnos de que de verdad seamos personas respetuosas, no cobardes que toleramos lo intolerable y admitimos lo inadmisible. Tenemos que reajustar nuestros parámetros vitales y ser de verdad respetuosos y tolerantes, con corazón abierto y acogedor hacia los que piensan diferente, pero esto nunca puede significar que seamos permisivos, miedosos y que el respeto que nos guíe no sea el auténtico, sino el respeto humano y el pasotismo. Eso sería una irresponsabilidad mayúscula en el uso de nuestra libertad.
Para algunas personas la palabra respeto, les viene grande, o no saben lo que significa, o lo traducen a su manera.Creo que la confunden con la libertad , porque ahora no se puede prohibir nada, entonces pasamos al libertinaje, que en realidad es lo que hoy en día mas abunda, y de ahí pasamos ya al atropello.La vida sencilla, tranquila y respetuosa , queda reducida a pueblinos pequeños, donde la gente convive como una gran familia, comparten actividades y ahí si se respeta.En las ciudades anda uno con pies de plomo, no sabes a veces ni como reaccionar en situaciones que se escapan de las manos.Un abrazo Madre Olga.