La Cuaresma es tiempo de esperanza y de retorno al amor primero, es tiempo de GRACIA, es regalo y bendición para elegir a Cristo una vez más y para saborear el gozo y la consolación de sabernos elegidos y amados con predilección. La Cuaresma es tiempo de volvernos a Cristo y correr a abrazarlo y -abrazados a El tiernamente y sin angustias- subir con El a Jerusalén y a la Cruz.
La Cruz sin Cristo es algo terrible, espantoso, cruel y aterrador. Pero abrazados a Jesús… la Cruz se torna suave porque nosotros apenas sentimos la rugosidad del madero, sino sólo la suavidad y la ternura de su abrazo. Entre mi cruz y yo debe estar el abrazo cálido de Jesús. Entre mi cruz y yo es precisa la Humanidad de Jesús: su Carne bendita evita que la cruz me pese más de lo debido y me lastime y aplaste ¡Le necesitamos tanto…! ¡Necesitamos tanto su Cuerpo bendito…! Necesitamos su Carne, su Corazón, su Humanidad para poder vivir y atravesar este mundo.
La Cuaresma es un tiempo precioso para volvernos a abrazar estrechamente con Jesús si es que en el rodaje de la vida nos hemos distraído un tanto y hemos aflojado ese abrazo. ¡Aprovechémoslo!